«Tiburón Blanco» es un cómic precioso, melancólico y triste en el que Genie Espinosa consigue entrelazar múltiples significados y metáforas.
Tengo que reconocer que acometí la lectura de «Tiburón Blanco«, el nuevo cómic de Genie Espinosa publicado por Sapristi, totalmente influido por el tuit de un colega periodista en el que hablaba de lo bien que representa este cómic la realidad de la depresión y sus diferentes procesos. No era difícil leer empezar a leer estas viñetas, entonces, con el tiburón blanco que aparece como imagen metafórica de la mencionada depresión.
Pero resulta que, al llegar al final del cómic, choqué frontalmente con esta declaración de Espinosa en los agradecimientos: «Siempre me ha parecido fascinante lo lejos que algunas personas quieres estar de sus orígenes y, sin embargo, lo cerca que están, aunque no puedan verlo. En este cómic quería explorar la herencia emocional y la soledad como conducto para investigar la manera en la que se forja el carácter de una persona«. Y me dije a mí mismo: «Joder, pero, ¿entonces lo he leído con una idea preconcebida errónea?«. Así que volví al principio y me lo leí de nuevo. Del tirón.
Es algo que no hago casi nunca. Solo releo cómics cuando han pasado tantos años desde su primera lectura que casi, casi, casi no recuerdo por qué me gustó tanto (algo que, por cierto, suele coincidir con que uno de mis autores lance un nuevo trabajo después de un tiempo de silencio). Pero, en este caso, fue una lectura impulsiva e impulsada por la necesidad. También estimulada por el hecho de que «Tiburón Blanco» es una joyita de dimensiones reducidas que no solo puede disfrutarse de una sentada, sino que es recomendable disfrutar de una sentada.
En esta segunda lectura, el significado apuntado por Genie Espinosa se desplegó de forma exuberante delante de mis ojos. Y, lo que es más interesante, resulta que no invalidó mi anterior lectura, sino que se entrelazó con ella de forma elocuente, dejando al descubierto algo que es de sobras conocido por todos: las buenas obras admiten diferentes lecturas y, sobre todo, se enriquecen cuando estas diferentes lecturas se superponen las unas con las otras.
Por si todo lo que estoy diciendo te parece un galimatías, voy a por algo que debería haber abordado al principio de este texto: ¿cuál es el argumento de «Tiburón Blanco«? El nuevo cómic de Espinosa está protagonizado por Maude, una chica que se ve obligada a coger un ferry para ir hasta una isla para vaciar la casa de su padre, recientemente fallecido. Este mal trago coincide con una fiesta local en la que los isleños conmemoran el avistamiento de un gigantesco tiburón blanco.
Desde las primeras viñetas, Maude tiene que luchar contra su propia resistencia ante lo que debe hacer. Después de un sueño surrealista, le cuesta ponerse en marcha para viajar hasta la isla. Y, tanto en el ferry como en la casa de su padre, ese mismo ensueño surrealista se apodera de ella reiteradamente, instándola a jugar una partida de dados cuyo final se intuye como un desastre inminente. Maude se funde con estos ensueños de forma especialmente gráfica: como quien se zambulle en el mar y se deja llevar.
Nunca sabemos exactamente qué le ocurre a Maude y de dónde nacen tanto su resistencia como su tristeza. Se intuye una relación complicada con el padre, que parece que murió justo cuando estaba reconectando con su hija (¿después de algún suceso que causó una desconexión?) y del que encuentra una especie de diario en la que revela ciertos paralelismos con ella, especialmente una forma de volcarse en la música que ya se ha visto en una protagonista eternamente pegada a su reproductor de música portátil (¿es una nostálgico iPod?) y a sus auriculares inalámbricos.
Así que, sí, el tiburón blanco, el mar, las partidas de dados, el bellísimo final del cómic… Todo puede ser leído en el nuevo cómic de Genie Espinosa como esa depresión que es como las olas del mar, que van y vienen, que te absorben hacia el fondo en el que no haces pie, que te hunden y te ahogan y de las que cuesta salir. Pero estas imágenes también pueden ser leídas como la herencia que te persigue con una sonrisa en los labios y que es una partida de dados con final azaroso. Un querer huir de un tiburón blanco por mucho que las olas y el mar te acerquen a él. Te conviertan en él.
Y esto solo son dos de las muchas lecturas posibles de «Tiburón Blanco«, un cómic que invita a la relectura para descubrir nuevas capas de sentido escondidas bajo una forma sublime de colores vivos y degradados digitales. Genie Espinosa articula un mundo en el que las siluetas rotundas y las geometrías absolutas se liberan de su propio peso específico y flotan de forma flamígera y vaporosa en nubes de abstracción y emoción pura.
Aquí, más que nunca, Espinosa es el punto de encuentro entre Juanjo Sáez (y esa forma casi visceral de jugar con conceptos emocionales complejos) y Adrian Tomine (y ese mood triste y melancólico de perturbadores reflexiones emocionales con final abierto que practica en sus mejores relatos cortos). Pero, más allá de los referentes, y eso es lo interesante, aquí Genie Espinosa es Genie Espinosa al mil por cien, lo que confirma que lo de «Hoops«, su anterior obra, no fue una casualidad. Y que nos encontramos ante una voz imprescindible para entender el nuevo cómic español. [Más información en la web de Genie Espinosa y en la de Sapristi]