Es el momento perfecto para escribir una carta de amor a «Todo a la Vez en Todas Partes» usando el mismo lenguaje de esta fascinante película.
En los instantes previos al inicio de la edición de reestreno en salas de “Todo a la Vez en Todas Partes”, los directores Daniel Kwan y Daniel Scheinert recomiendan tomar un poco de aire antes de enfrentarse a la película. Un consejo muy acertado en cuanto se ve a la protagonista encarnada por Michelle Yeoh (es decir, Evelyn Wang) agobiada entre papeles, facturas y tareas mientras gastan su nombre para que se ocupe de esto y atienda aquello en su hogar y en su negocio. No, no se puede con todo a la vez en todas partes con respecto a uno mismo ni con respecto a quienes se encuentren alrededor.
[A lo largo de casi todo el trayecto hasta la entrada del cine, fui caminando detrás de dos mujeres chinas que conversaban en su idioma natal.]
Llegados a un caótico punto como ese, nos preguntamos qué coño hemos hecho y estamos haciendo con nuestra vida. Y empezamos a repasar oportunidades perdidas, decisiones equivocadas, decepciones y sueños frustrados. Y fantaseamos con cómo podíamos haber variado el rumbo. Y nos imaginamos escenarios extraños e improbables. Y nos disfrazamos de alguien que tiene nuestra cara y nuestro cuerpo, pero no somos nosotros.
Qué más da si simulamos ser expertos en artes marciales, humanos con salchichas en las manos en lugar de dedos, cocineros, cantantes o rocas con ojos. Realizamos un proceso de transformismo no solo mental, sino también emocional, que nos conduce a revisarnos de arriba abajo.
[Dentro de la sala, casi parto el pie de la chica que estaba detrás de mí al tenerlo apoyado entre el respaldo y el asiento abatible de la butaca.]
Cada persona montará la película a su manera, y los Daniels decidieron darle a la suya aspecto de videojuego filmado multigénero. Así, el espectador es testigo de un torbellino audiovisual como cuando en la adolescencia, aun sin tener afición por las consolas, veíamos a otros jugar, flipábamos con la rapidez con que pasaban fases y nos echábamos unas risas. Algo similar sucede con “Todo a la Vez en Todas Partes”, no apta para cabezas sensorialmente sensibles ni testarudamente exigentes.
Otra buena recomendación, complementaria a la sugerida por los Daniels al principio, sería simplemente dejarse arrastrar por esta batidora estilística que se podría acotar entre ciertas coordenadas sin buscar tres pies a un mapache ni dos agujeros a un omnipresente bagel: comenzando por la alocada acción made in Jackie Chan; continuando por “Kill Bill”, debido a sus toques orientales y el trato tarantiniano de la violencia y el humor llevado al extremo (incluido el cliché étnico de la comunidad china insertada en la sociedad yanqui, del que se abusa con gracia); y terminando con “Matrix” y la(s) realidad(es) alternativa(s), aunque se voltea su enrevesada coartada filosófica: si allí la verdad sobre un mundo ilusorio estaba fuera después de tragar una píldora, aquí reside dentro del alma del individuo.
[Durante los primeros minutos de la película, proyectada en V.O.S.E., los subtítulos se leían cortados por la mitad.]
Como “Todo a la Vez en Todas Partes” es, al fin y al cabo, una obra construida según códigos propios de nuestro tiempo, hace malabarismos con referencias pop, apela a la cultura del meme en internet y muta en tragicomedia familiar histriónica mientras se mueve frenéticamente a través del multiverso con absoluta normalidad. Lo más curioso del caso, sin embargo, es que su desarrollo radical, rupturista y repleto de estímulos se resuelve siguiendo una vía conservadora: Evelyn Wang (es decir, Michelle Yeoh) soluciona el conflicto que tiene consigo misma y se reconcilia con su entorno (padre, marido y, sobre todo, hija, epicentro de todo el jaleo) recurriendo a la amabilidad, al amor y a la comprensión cual moraleja que nos viene a decir que esa es la forma (¿la única?) de completar el verdadero cambio personal.
[Dos espectadores, en vez de marcharse porque no les gustaba lo que estaban viendo como habían hecho muchos otros en el resto de España después de veinte o treinta minutos, se pusieron a mirar el móvil con la pantalla bien iluminada, lo que provocó que los de la fila de al lado también tuvieran ganas de convertirse en karatekas.]
A pesar de esa concesión final, “Todo a la Vez en Todas Partes” ha expandido el horizonte para que el cine palomitero aparentemente friki, absurdo o extravagante se haga a lo grande y derribe los esquemas clásicos de Hollywood con una fuerza capaz de arrasar en los premios Oscar y generar una polémica global. Ya se sabe, no se puede convencer a todos a la vez en todas partes…
[Sí, me dio la sensación de que en aquel momento estaba listo para versosaltar.]
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[Me encuentro sentado en una estancia amplia, a oscuras y delante de una pantalla. Espera… ¿De verdad he saltado a otro universo? ¿O todavía sigo en el cine? Ah, no, estoy en casa viendo por segunda vez en cinco días “Todo a la Vez en Todas Partes”.] [Más información en el Instagram de «Todo a la Vez en Todas Partes»]