EL JUEGO. «The Last Story» es uno de esos juegos largamente ansiados por la audiencia occidental por muchos motivos. El primero y más flagrante es la escasez de RPGs decentes en la máquina de Nintendo. Pero, sobre todo, el hecho de que la mente detrás del proyecto (y detrás del estudio responsable, Mistwalker) fes ni más ni menos que Hironobu Sakaguchi, creador de otra saga con la que esta mantiene amplias semejanzas (y más amplias divergencias todavía): «Final Fantasy«. Para empezar, ese título: tanto «la fantasía final» como «la última historia» suenan a crisis absoluta en la que crecen las flores más fascinantes. Pasó hace varias décadas (cuando Sakaguchi y compañía crearon el primer título de la saga «Final Fantasy» pensando sinceramente que sería el último juego que podrían permitirse) y ha vuelto a pasar con «The Last Story» (que se ha visto rodeado de cierta confusión dada por una mala traducción en la que Sakaguchi afirmaba que estaba trabajando en este título como si fuera el último de su carrera y muchos medios lo interpretaron como que realmente era su último proyecto). Sea como sea, desde que se lanzó en Japón en enero de 2011, «The Last Story» ocupaba uno de los puestos más altos en las listas de los roleros pro-orientalista junto a «Xenoblade Chronicles«. Aquel nos llegó hace unos meses… Así que ahora es el momento de «The Last Story«.
PRIMERA PARTIDA. La nueva saga de Sakaguchi se abre huyendo de la espectacularidad típica y tópica en este tipo de juegos. De hecho, se abre más bien como un action RPG (género en el que parece encajar mucho más que con el típico j-rpg) que te deja caer en el medio de una trama abierta. El inicio es confuso: empiezas manejando a un personaje (Dagran) acompañado de una marimacho (Syrenne) que pronto se revelan como mercenarios a sueldo en una misión. Cuando ya te has cargado a algunos bichejos (con un sistema de lucha que sorprenderá a los puristas del género: sólo tienes que ponerte cerca del enemigo y tu personaje ataca automáticamente), el protagonismo salta hacia otros dos mercenarios en otro punto de la gruta: ahora eres Zael (el verdadero protagonista de esta historia), otro mercenario jovencito acompañado del mago Yurick. Los cuatro personajes no tardarán en reunirse pero, para entonces, ya tendrás completamente controlado un sistema de combate innovador e intuitivo. Lo dicho: a esto se le llama inmersión a la fuerza.
Por suerte, una vez acabada la misión, el grupo de mercenarios (que se reúne en una taberna con el resto de compañeros: otra maga de nombre Myrania y un mujeriego llamado Lowell) va a parar a su primera ciudad: Lázulis. Aquí «The Last Story» empieza a parecerse más y más a un j-rpg al uso. Es aquí donde empezaremos a controlar con mayor ahínco el «tuneo» y mejora de nuestros personajes y armas. Pero, sobre todo, pronto empezamos a inmiscuirnos en la historia: Zael no tardará en conocer a Lisa, una fugitiva que acabará por revelarse como Calista, la princesa de Lázulis a la que van a casar contra su voluntad por todo un conjunto de rollos políticos que se quedan en el aire a la espera de ir desarrollándose más adelante en la trama. Por si esto fuera poco, en medio de una fiesta en la que los mercenarios hacen de guardaespaldas, la ciudad se ve atacada por los gurak, unos seres brutales que vienen buscando a «The Outsider«… Es decir, a Lisa / Calista. De esta forma, en el primer tramo del juego parece que ya quedan todas las piezas sobre la mesa: «The Last Story» no se limitará a una trama con ínfulas de epopeya a lo grande (como sucede en los últimos «Final Fantasy«), sino que apuesta por una doble trama que se va trenzando sobre sí misma: la política por un lado y por el otro la de los gurak, que será la que nos proporcionará las grandes emociones y que seguramente estará ligada a un cuadro mayor que ya se deja ver desde el principio con varios personajes hablando de «el declive de la tierra».
Lo que más sorprende en esta primera partida, sin embargo, es el sistema de combate. Ya he dicho que al principio todo es tan sencillo como ponerse al lado del enemigo y dejar que tu personaje le machaque. Pero la cosa se va complicando poco a poco, como no podía ser de otra forma, y acercándose más y más a los cánones del j-rpg clásico sin necesidad de sacrificar el dinamismo que tanto ha enganchado desde la apertura. Poco a poco, este sistema de combate va ampliando sus opciones: pronto accederemos al poder especial de Zael (que supongo que se irá ampliando, porque hay que reconocer que reducirlo a atraer la atención de los enemigos es algo chusco), a eso se le sumará la posibilidad de detener el tiempo para ejecutar ataques especiales y, finalmente, cuando el protagonista se convierta en el líder del grupo, por fin podremos controlar también las acciones del resto de miembros. De esta forma, «The Last Story» se aleja de la rutina sosa y limitadísima de «Final Fantasy XIII» y se acerca a modelos como el del mencionado «Xenoblade Chronicles«, apostando por combates tácticos sin que eso signifique interminables menús. Una forma impecable de enganchar a los que ya estábamos algo cansados de este tipo de dinámicas roleras.
¿QUÉ PASARÁ? Básicamente, lo que va a pasar a partir de ahora es que nos quedaremos sin vida social y, sobre todo, que recuperaremos la esperanza en un género tan denostado como el mencionado j-rpg. Cuando la saga «Final Fantasy» parece vivir de las rentas, se agradecen propuestas como «Xenoblade Chronicles» o este «The Last Story» que tiene toda la pinta de que nos involucrará en una historia apasionante (y algo lejos de los clichés heróicos y mariquitas de ciertos juegos japoneses) y, sobre todo, en una dinámica de juego novedosa capaz de proporcionar siempre nuevas experiencias al jugador. Muchos vamos a ser los que perdamos la vergüenza a la hora de decir en público que, sí, nos gustan los juegos de rol japoneses. De nuevo.
DISPONIBLE EN… Wii.
[Raül De Tena]