¿Dónde están los Club 8 que conocíamos? ¿Qué fue de aquel dúo que encandilaba con sus melodías asentadas en icebergs de terciopelo? ¿Alguien sabe si la situación geográfica de Suecia cambió de coordenadas sin que nos diésemos cuenta y tiró hacia latitudes de temperaturas más cálidas? Estas son meras preguntas retóricas que no es necesario contestar, ya que simplemente se limitan a reflejar la sorpresa suscitada ante el giro sonoro perpetrado por Johan Angergärd (alma mater del sello Labrador, también conocido por su intervención en The Legends y Acid House Kings) y Karolina Komstedt. Aunque puestos a pensar… una de dos: o se fueron de crucero paradisíaco desde su tierra natal a la costa africana haciendo escala en el Caribe, o devoraron todos los discos de esos grupos englobados en el denominado indie afrotropical: Vampire Weekend, Yeasayer, The Ruby Suns, Animal Collective, El Guincho… y no sigo porque ocuparía todo el espacio de esta reseña.
No es que Johan y Karolina quisieran parecerse premeditadamente a alguna de las bandas citadas, sino que tomaron elementos que los relacionan con todos ellos. Aunque tampoco habría que salir del país escandinavo para encontrar otra posible razón-influencia del envoltorio de “The People’s Record” (Labrador / PopStock!, 2010): ni más ni menos que jj, otro par de personajes de cuidado. No es casualidad que cuando revisamos aquí el “nº3” (Secretly Canadian / Houston Party, 2010) de los misteriosos Elin Kastlander y Joakim Benon saliese a colación Club 8 (así queda devuelta la pelota). Sin embargo, en ese momento nadie se atrevería a pronosticar que el siguiente paso de sus compatriotas fuese en realidad todo un salto sin red. Si echamos la vista atrás, en sus inicios ya jugaban con la bossanova; y en su anterior disco, “The Boy Who Couldn’t Stop Dreaming” (Labrador, 2007), se atisbaban ciertos toques de percusión latina, pero en la línea de otros grupos suecos coetáneos (como Shout Out Louds), siempre inclinados a introducir arreglos de diversas procedencias. Algo muy diferente es construir un álbum entero basado en esos ritmos… cuando están tan en boga. Oportunismo, se le podría llamar. Pero el experimento no es un desastre, sino todo lo contrario: da el pego, mérito que también hay que atribuir a Jari Haapalainen, primer productor externo que colabora con Club 8 en toda la carrera del dúo.
Esta vez, a la dulce Karolina le toca imprimir calor y optimismo a las composiciones de Johan. Si no fuese así, no tendrían mucho sentido los timbales, la guitarra y el órgano setentero saltarines y los coros de la inicial “Western Hospitality”. La fórmula se repite tal cual en “Isn’t That Great?” y “Shape Up!” (en este tema la exclamación adquiere todo su sentido), y alcanza su clímax en “Like Me” (híbrido de himno tribal africano y soniquete made in Miami Sound Machine con trompeta de regalo). La fiesta no decae, y “Be Mad, Get Ill, Be Still” y “We’re All Going To Die” (a pesar de su realista e inevitable mensaje) se empeñan en que nos sigamos agitando como maracas sin quitarnos las camisas (o camisetas) de colores y los collares de flores. Frente al ambiente de baile animoso, se echa de menos escuchar la voz de la sueca intentando hacer más llevaderos nuestros devaneos melancólicos, objetivo que siempre cumplió con creces. Las que más se acercan a esa atmósfera son “My Pessimistic Heart” (título muy de Club 8), y sobre todo, “Dancing With The Mentally Ill”, canción que entraría sin problemas en cualquiera de los otros trabajos de la pareja pero que aquí, increíblemente, incluso desentona.
Habrá que estar atentos a lo que puede dar de sí “The People’s Record” en los próximos meses. Estaría bien que algún lince de las remezclas se encargase de dar más lustre a los temas que conforman el esqueleto del disco. De esa forma, sí que se convertiría realmente en el disco de la gente, en el disco de todo el mundo. Uno de los puntos más positivos de la etiqueta world music es que tiene la supuesta capacidad de, una vez que explota, llegar a todos los rincones del planeta. Pues eso, que todo el mundo baile. Y si es fuera de casa, mejor.