“All that I want is a pair of wings to fly / into the blue of the wide open sky / show me your scars and I´ll show you mine…” Con esta retahíla que se repite como un dulce canto de sirena, Frankie Rose nos hechiza en «Pair of Wings«, una preciosa nana de pop sintetizado que le sirve a la americana para decirnos en qué punto la encontramos con su segundo álbum en solitario. Y lo podría decir más alto, pero no más claro: la otrora diva de Brooklyn con cierto don de la ubicuidad ya no necesita la coartada de The Outs, la banda que la apoyaba en su proyecto al margen de todos los grupos en los que había militado previamente (Vivian Girls, Cristal Stilts, Dum Dum Girls…), ni refuerzos ni nadie que le cubra las espaldas. La listilla de la clase y la más espabilada de todo el jaleo lo-fi garagero neoyorquino que nos enredó hace un par de años, se siente ahora más libre que nunca para hacer la música que -presuntamente, que una siempre es inocente hasta que se demuestra lo contrario- siempre ha querido hacer. De estas ansias de volar libre y de invadir el cielo ha nacido «Interstellar» (Slumberland / Music as Usual, 2012), un álbum excepcional que tiene ese aire de lingote de oro que vale lo que pesa y que pesa tanto que te obliga a sostenerlo con las dos manos.
No me equivocaba cuando comenté su primer disco en solitario con los Outs, que en aquel momento esta chica valía más por lo que prometía que por todo lo que ofrecía. Lo que comúnmente llamamos “un valor al alza”. No es fácil enamorar al respetable con un álbum que sólo promete cosas, pero aún así lo consiguió. Y lo hizo a pesar de que, aunque por separado sus canciones sonaran resultonas y efectivas, el conjunto se antojaba a ratos disperso y un poco atado con hilo de plata. Había shoegaze y pop vocal de los 60 y cierto aura de motion picture soundtrack gracias a una producción de lo-fi tramposo, limpia y paisajística. Frankie sabía que quería andar sola, pero se percibía que a lo mejor -y siempre presuntamente- en algún momento se había hecho el chichi un lío.
Un día, Frankie se sentó e hizo lo que todos hacemos de vez en cuando: pararnos cinco minutos y pensar en qué coño queremos hacer en la vida, si valemos para ello y si realmente podemos conseguirlo. Rose es buena música, versátil y atrevida (dar el paso del segundo plano de la batería al primero como frontwoman no es fácil) y también ha demostrado que sabe escribir canciones y llevarlas a cabo. Quería un grupo, lo montó y le fue bien. Y, cuando lo tuvo, con el tiempo se dio cuenta de que no quería sonar a girl band, sino que su autopista hacia el cielo estaba asfaltada con losas negras. Desempolvó sus discos viejos de The Cure, escuchó el «Disintegration» (Elektra, 1989) y parte del catálogo ochentero de 4AD hasta que le sangraron las orejas y dijo: “this is it”. De ahí le salieron «Night Swim» (el mejor homenaje al mejor disco de The Cure… y eso es así), «The Fall» y «Delight Sky«, donde los sintetizadores bailan abrazados con las guitarras new-waveras sin más pretensiones que las de construir melodías sencillas, directas y evocadoras. El pop de Frankie Rose suena en «Interestellar» más etéreo que nunca, y aquel rock inmediato con el que la conocimos se ha quedado perdido en un punto indeterminado de la Tierra: ahora su sonido se mueven entre las nubes, las estrellas y la vigilia.
«Interestellar» es un poco droja, bastante narcótico, más oscuro de lo que nos quieren vender. Aunque su voz suena brillante, cuidadísima y educada (no en sentido inglés de la palabra, ya me entienden), escuchar este disco es la antesala a entrar en un sopor agradable, a recibir un chute de morfina después de un buen banquete, a echar un buen polvo un sábado por la tarde. Es claramente música para después de haber follado: tiene un punto de exultación vitalista, un toque expansivo, con cierta alegría de vivir un poco teen («Know You» y «Had We Had It«), pero también tiene un tramo de lo más soporífero pero en plan bien, que te acerca a ese maravilloso momento en el que te quedas un poco sopa en el sofá viendo «Sálvame«: «Apples For The Sun» será gran canción para cerrar afters caseros este año… por lo menos en esta redacción, que celebra haber sido de los que apostaron por la Rose cuando todavía no teníamos muy claro si con ella íbamos a doble o nada.
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