Seamos claros: por mucho que, en sus inicios, desde la prensa nos afanáramos en retratar al dubstep como una roñosa cuchara sónica capaz de recoger las aguas más oscuras del underground urbano londinense (cómo nos mola lo ponzoñoso como sinónimo de genuino), es inevitable entristecerse al ver en lo que se ha convertido, en otro género más al que se le han extirpado las sutilezas y al que se le ha cebado en los órganos más grasos como a un pato para que las masas puedan consumirlo de forma generalizada. Y esto no es una pataleta típica de un crítico que añora cuando el género en cuestión sólo lo conocían cuatro entendidos esnobistas… No, esto es más bien un puteo de tomo y lomo surgido a tenor de recuperar los dos primeros álbums de Burial, «Burial» (Hyperdub, 2006) y «Untrue» (Hyperdub, 2007), con la excusa del lanzamiento de «Kindred» (Hyperdub, 2012), un EP de tan sólo tres canciones (¡pero más de treinta minutos de placer!) con las que el otrora anónimo William Bevan se sacude de los hombros el polvo digital que parecía habérsele acumulado en su anterior lanzamiento, aquel «Street Halo» (Hyperdbud, 2011) que acogimos el año pasado con ansias de pajillero quinceañero y que acabó resultando un poco coitus interruptus cuando llegan tus padres a casa sin avisar: no te pillan, no hay drama, pero te cortan el momento onanista. Entonces, ¿qué pasa cuando has ido acumulando tema sexual ahí? Pues que cuando te dejan solo en casa de nuevo, te desparramas a base de bien.
Y eso es precisamente lo que es «Kindred«: un puro desparrame seminal con el que Burial propina sonoras collejas a los pardillos que llevan meses utilizando el término post-dubstep para referirse a propuestas como las de Mount Kimbie, Sepalcure o James Blake (que molan, claro, pero a los que la etiqueta no les casa para nada). Esto es post-dubstep. ¿O no implica la utilización del prefijo «post» un endiablado juego de desmontaje y montaje de las piezas del material de partida para conformar algo totalmente nuevo? El EP se abre con el tema titular, ese «Kindred» en el que Bevan se dedica suavemente a los preliminares sensuales: es el tema más Burial del lote, con las constantes del artistas ya conocidas y estimadas (subbass a troche y moche envueltos en algodones oscuros, vocales angelicales con cuernacos de diablo blanco, crujientes atmósferas de vinilo analógico). Pero es, a la vez, una de las cimas del artista, con los nuevos bajones de ritmo que puntúan su nueva capacidad para expandir el género en horizontal y no empeñarse en perforar la vertical como un taladro subterráneo. El segundo corte, «Loner«, aterriza como una variación de esas constantes vitales en la que Bevan parecer mirar hacia los nuevos hipnotismos de atavismo electrónico que están practicando en los últimos tiempos bandas como Factory Floor: su percutivo loop central es pura catalepsia psicotrópica de bass-techno que no reniega de la marca de la casa de Burial, con esa reconstrucción de los vocales souleros y con esos latigazos de ruido que vuelven a hacer pensar en el underground londinense como un lugar del que todavía pueden surgir monstruitos interesantes.
Por último, «Kindred» se cierra con «Ashtray Wasp«, un tema bicéfalo que se abre de nuevo como un Burial a plena potencia (ese zumbido gordísimo que repta desde el horizonte como un depredador nocturno) al que, de pronto, se le inocula el virus de un house (¡esas voces!) desmembrado en mil pedazos y con fugas ácidas en forma de loop noventero… Hacia la mitad del corte, sin embargo, se hace casi el silencio absoluto y los sonidos se reordenan como un puzzle capaz de montarse en dos versiones diferentes: esta segunda parte de «Ashtray Wasp» aparece como un laboratorio de sonidos que se van construyendo sobre la marcha hasta que, de pronto, entran unas campanillas (¡tan Massive Attack!) y un piano que conectan sorprendentemente (o no) el mejor dubstep con el mejor trip hop. Puro placer. Tanto placer que, como puede imaginarse si seguimos con la metáfora pajillera, es ese clímax final que precede al momento de salir corriendo a la búsqueda de kleenex o sucedáneos. Porque no lo he dicho antes, pero si vas a escuchar «Kindred«, lo mejor será que tengas un paquete de kleenex bien cerca. Así, cuando acabe, no tendrás que levantarte a la búsqueda de nada y podrás quedarte en ese estado de letargo atontado que sigue a todo orgasmo.
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