«Literatura», el cuento que Daniel Remón ha escrito para su sobrino Teo, es además la novela que el mundo coronavírico necesitaba por dos motivos concretos.
«Anoche me pediste que te contara un cuento. Tenías treinta y nueve de fiebre. Al ponerte la mano en la frente, como hacía mi padre, tu abuelo, conmigo, te tapé sin querer los ojos, las ventanas de la nariz, el labio superior. Me di cuenta entonces del poquísimo tiempo que llevabas en el mundo y me asusté.» Así arranca «Literatura«, un libro que nace precisamente cuando su autor, Daniel Remón, recibe una petición muy concreta de su sobrino Teo: quiere un cuento en el que aparezcan, unos tacones, un coche rojo, un pirata enano, Evelyn, una bruja buena, una bruja mala, una pistola, el hombre de hojalata, la maleta del Capitán Garfio, un monstruo y un montón de dinero. Su tío añade, además viajes en el tiempo.
Y así es precisamente este libro: un cuento que se escribe a sí mismo sobre la marcha y que se va construyendo no solo con las piezas que Teo reclama a Daniel, sino también con las piezas de las vidas de ambos y todos aquellos que le rodean. Porque está claro que el niño nunca podrá quejarse de que su tío ha faltado a su palabra: todo lo que le pide está en este cuento, pero hay más. Mucho más. Hay, en resumidas cuentas, dos cosas que necesitamos poderosamente en este nuevo mundo que hemos visto nacer desde el primer diagnóstico de coronavirus.
La primera cosa es, obviamente, la necesidad de renovar los lazos de unión y amor que nos conectan con nuestros seres queridos y que, antes de la Covid-19, a veces descuidábamos porque siempre había un vermú al que ir, unas copas que tomar, una cena a la que asistir, una fiesta que pegarse o cualquier otra excusa que te hiciera pensar «no pasa nada, ya veré a mi madre en otro momento«. Y, quien dice madre, dice padre, tía, sobrino o lo que te dé la gana. Sabes a lo que me refiero.
«Literatura» es un acto de amor puro de Daniel Remón hacia su sobrino Teo. Es un acto de amor, además, que surge en un momento muy concreto, y el autor trenza de forma magistral la escritura del presente con la escritura del cuento. Habla de la cuarentena, de estar encerrados, de cómo de repente el mundo más allá de la puerta de tu casa se convierte en un lugar inhóspito y extraño. También habla de cómo su propio hermano, el padre de Teo, enferma de coronavirus y pone a prueba su capacidad para controlar esa ansiedad que todos, absolutamente todos, hemos sentido en algún momento u otro en los últimos meses.
Pero repito: este libro es un acto de amor que fortalece el lazo de unión entre dos seres queridos. Como cuando tú te pasabas una hora al día en una videollamada con tu madre o cuando hacías un Zoom con tus colegas para hacer deporte en casa. Bueno, es un acto de amor mucho más sublime. Una preciosidad de texto que desarma al lector porque toca sus botones, evidentemente, pero porque también toca todos esos botones que nadie nos tocaba desde que éramos niños y queríamos que nos contaran cuentos como si no hubiera un mañana. Es inevitable no derretirse de puro amor pensando cómo Teo crecerá y, con cada nueva relectura de «Literatura«, encontrará claves que antes le pasaron inadvertidas. Claves que su tío Daniel ha sembrado en el texto solo para él y que, nosotros, lectores, voyeurs, solo podemos aspirar a divisar como la bellísima y misteriosa punta de un iceberg de profundidad inmensa.
Esto conduce directamente a la segunda cosa que el mundo coronavírico necesitaba urgentemente y que Daniel Remón entrega con maestría. Permitidme que vuelva a las preguntas retóricas: ¿quién no redescubrió el placer de leer durante la cuarentena? ¿Quién no volvió a la pasión compartida de ver series y pelis solo para comentarlas después (inclusa a veces durante) con los amigos? ¿Quién no aprovecho aquel paréntesis que el virus nos obligó a tomar para intentar paliar la angustia de la incertidumbre regresando a placeres, aficiones y dedicaciones que habíamos dejado a medias pensando que tendríamos toda una vida para llevar a cabo?
Remón explica en «Literatura» que, en su ordenador, tiene dos carpetas cada una con una novela empezada. Habla de sus intentos frustrados de escribir literatura (por mucho que sea un guionista premiado por su trabajo, por ejemplo, la adaptación cinematográfica de «Intemperie«). Una de esas dos carpetas es un proyecto misterioso. La otra es este cuento para Teo. Pero es un cuento que, precisamente por su marcada temporalidad, nos inspirará y nos recordará para siempre que no debemos perder esa iluminación que nos regaló la Covid-19: si quieres cantar, canta. Si quieres bailar, baila. Si quieres escribir, escribe.
Aunque hay que admitir que la genialidad de este cuento / novela no solo proviene de la crisis del coronavirus. Viene de toda una vida que Daniel sabe filtrar por las grietas de su cuento para Teo. Porque el cuento hará volar su imaginación, pero estas cargas de realidad (cómo él y su hermano se quedan huérfanos, cómo conocieron a la madre de Teo, etc.) le darán algo que todo niño debería tener siempre: un texto al que recurrir para conocer mejor a los miembros de su familia. A esos miembros de tu familia que, probablemente, se marcharán antes de que hayan podido explicarte todo lo que querrían y podrían haberte explicado.
«Literatura» está repleto de detalles maravillosos más allá de las coartadas mencionadas. Remón escribe con una agilidad y un brío que provocan adicción: tiene una de esas plumas que hacen que parezca fácil algo que no es nada fácil, que no es otra cosa que escribir a vuelapluma, dejando al descubierto todos los mimbres del oficio de escribir. «Espera, esto no me gusta, olvídate de que lo he mencionado«, le dice a veces a Teo. También le explica conceptos elevados usando imágenes fabulosas: una elipsis se convierte en un viaje en el tiempo. Los consejos de los grandes chefs se transforman en lecciones de escritura. Un monstruo se convierte en una metáfora del tiempo que a unos aterra (por lo que tiene de anuncio de muerte) y a otros da sosiego (por el mismo motivo)…
Y, así, sumando todas estas partes, «Literatura» acaba brillando con un fulgor precioso no solo por la conveniencia de su existencia en tiempos de coronavirus sino, además, sobre todo, por sus propios logros a la hora de sublimar el arte que da título al libro. [Más información en la web de Seix Barral]