Hay bandas que funcionan por concreción. Es decir: su debut suele ser una amalgama heterogenea de sonidos a partir del que van focalizando sus aciertos y desechando sus errores. A partir de ahí, la homogeneidad se va apoderando de sus discos y, ya se sabe, de la homegenidad al aburrimiento hay un paso pequeñísimo. Ese es el camino sencillo… Pero no es el camino que han elegido Klaus & Kinski. Los murcianos no sólo son unos maestros de la verborrea musical y la proliferación creativa: ellos, más que focalizar sus aciertos y echarse a dormir a la bartola, siempre parecen dispuestos a dinamitar las murallas de contención a la búsqueda de nuevas fronteras, de pasajes fascinantes y de territorios vírgenes. Bien podrían haberse amodorrado en el pop pluscuamperfecto que ya demostraron dominar en el genial «Tu Hoguera Está Ardiendo» (Jabalina, 2008), pero en aquel disco ya dieron suficientes pistas de que lo suyo no era acomodarse en patrones tradicionales. Una impresión que ampliaron sobradamente en el igualmente impoluto «Tierra, Trágalos» (Jabalina, 2010), donde los aciertos pop puntuaban a la misma altura que otras dulces aliteraciones como la castiza «El Rey del Mambo y La Reina de Saba» o el jazz de parque primaveral de «Carne de Bakunin«. Allá, Alejandro Martínez y Marina Gómez lo dejaron bien claro: los mejores experimentos todavía estaban por llegar.
Y es precisamente en «Herreros y Fatigas» (Jabalina, 2012) donde concretan aquella amenaza. Es este un disco que, si lo miráramos desde lejos, tendría una silueta similar a un tipo doblado sobre sí mismo y agarrándose la barriga. Pero, ojo, porque la doblez no es sobre un dolor: es como cuando te da una risa tan fuerte que te duele la barriga. Más concretamente, una risa de alegría, no una risa de broma tonta. Pero, ¿qué sería la barriga de «Herreros y Fatigas«? Básicamente, tres canciones que brillan en el ecuador del álbum: tres composiciones que relucen cada uno por motivos diferentes. «Soneto» hace honor a su nombre y estructura su letra como una composición poética de catorce versos sin que eso mengüe para nada la pegada popera de un acabado delicado que sabe a canción infantil para paladares adultos. «In The Goethe» (¡título del año!) supone la primera incursión de Klaus & Kinski en el crepuscular mundo de las habaneras con unas líneas de violín de una belleza sin fisuras: una exploración de un formato clásico de canción que no debería pillar por sorpresa a nadie que haya escuchado en sus dos anteriores discos el apego hacia las tonadillas de siglos pasados. Y, por último, la soberbia «Sacrificio» se erige como un escalofriante puntal de la carrera de los murcianos, optando por la asimilación del flamenco no como un mestizaje (tal y como llevan tiempo practicando Los Planetas), sino como una mímesis que habrá a quien haga pensar en unos Lole y Manuel a los que se les ha extirpado todo atisbo de aspereza para implantarles una piel de suave terciopelo.
Los amantes del sonido habitual de Klaus & Kinski, por otra parte, pueden respirar tranquilos: en «Herreros y Fatigas» hay suficientes canciones asociables a su sonido característico como para hacer temblar los corazoncitos tanto de fans como de neófitos. Más allá del single perfecto que se marcaron con «Ojo por Diente» (haciendo copular un ukelele folkie con las guitarras más poperas), el alma sónica de Alex y Marina sigue sin dar muestras de agotamiento en temas como la arrebatadora «Dos Males Tienes» (lo más cercano a una hiperbalada que ha vivido nuestro pop patrio sin necesidad de rendirse por completo a la electrónica), «La Pensión» (recuperando el violín para marcarse un crescendo de órdago capaz de partir cualquier corazón en dos pedazos sangrantes), «Cumbres Profundas» (el inevitable pero más que disfrutable peaje al shoegaze de libro en todo disco de esta banda)… Y, sobre todo, por encima de todas, esa «Buceador» que, como los pies de este cuerpo, cierran el disco poniendo en primer plano unas brumas emocionales que se quedan enganchadas en las guitarras tanto de los violines como de una guitarra desértica, árida y nocturna. Aunque, si estos son los pies, es inevitable preguntarse dónde está la cabeza: las tres canciones que abren «Herreros y Fatigas» vuelven a ampliar un elemento, el electrónico, que ya habían trasteado en sus anteriores discos. En este caso, sin embargo, lo de trastear se queda corto para las excelencias del tema de apertura, esa «La Duda Ofende» con unos sintes mayestáticos que sonarían ochentosos si no fuera porque los violines tiran hacia atrás mientras que las guitarras tiran hacia adelante. «Contrato» flirtea con el kraut e incluso con una retro-robótica muy Kraftwerk que acaba diluyéndose en el subidón de «El Día de los Embalsamados«, donde las líneas de sinte acaban integrándose a la perfección en los parámetros habituales de la banda.
Y aquí hemos hablado de la silueta, pero cualquier reseña se quedaría corta para comentar los bocadillos de texto que flotan por encima de ese cuerpo: las increíbles letras de Alejandro Martínez… Sea como sea, como decía al principio, hay grupos que acaban escollados en el aburrimiento de la repetición de sus propios parámetros. Hay otras bandas a las que es imposible echarle las cartas porque nunca dejan suficientes pistas de por dónde puede tirar su futuro. Con «Herreros y Fatigas«, Klaus & Kinski no sólo dejan claro que no pertenecen ni a un grupo ni al otro, sino que además te arrebatan las cartas, te las echan a tí entre risas y acaban soltándote alguna profecía en formato soneto en la que te profetizan tanto el pasado como el futuro. Imposible saber si se convertirán en una banda de flamenco-pop o se lanzarán a una extensa gira de havaneras… Klaus & Kinski son un grupo que, a cada nuevo disco, aniquilan el pasado y el futuro y sólo permiten el disfrute de la música en presente continuo.