Verano de 2007. Tras la publicación de «Icky Thump» (V2, 2007), su última referencia discográfica, los hermanos White se embarcan en una extensa gira por Cánada que les lleva a actuar en todas y cada una de las trece provincias que forman el país norteamericano. Durante esta serie de conciertos se grabaron diversas actuaciones que la pareja brinda ahora acompañada de un documental (sólo disponible en la edición especial del CD) dirigido por el realizador Emmett Mallo, donde se intenta mostrar algo más sobre las vivencias de esta peculiar formación. Todo esto conforma «Under The Great Northern Lights» (Warner, 2010), algo que muchos llevábamos esperando durante mucho tiempo: un álbum en directo de The White Stripes, un banda que, trece años después y con seis discos a sus espaldas, ya cuentan con más que suficiente material (más que la mayoría de los grupos que lanzan su primer Greatest Hits, dicho sea de paso) para editar un álbum que, bien por autobombo o por exigencias de la discográfica, es muy bien recibido.
Y es bien recibido porque el protagonista que nos ocupa es para mí una de las figuras más destacadas del rock de esta última década, un tipo incapaz de dejar de producir buena música. Lo mismo le da tocar en solitario, formar súper bandas como The Dead Weather o The Raconteurs o incluso dirigir el que es su grupo original, The White Stripes. Nadie podrá negar que Jack White es uno de los músicos con más talento de la actualidad. En este caso, el de Detroit cuenta con la ayuda de su hermana Meg, que se defiende con una soltura a la batería impropia de quien afirma tener problemas de ansiedad (que, recordemos, obligaron a la pareja a bajar la frecuencia de conciertos ofrecidos y discos grabados, hasta el punto de que ya han pasado más de tres largos años desde su último trabajo).
Pero, claro, uno no se atreve a recriminarles nada porque ninguno de sus discos peca de falta de calidad; y no iba a ser menos su primera grabación de directo, sabiendo además lo obseso y perfeccionista que es Jack White dentro de un estudio, como él mismo ha afirmado en numerosas entrevistas. Aquí todo suena a rock en estado puro, alejado de las sobreproducciones y artificialidades de los directos de la mayoría de bandas de hoy en día, capturando toda la esencia y rabia que los hermanos White son capaces de descargar cuando están en plena forma. Las guitarras de Jack siguen complementándose a la perfección con las contundentes baterías de Meg que, lejos de brillar y acaparar flashes como lo hace su hermano, aporta a la formación ese sonido crudo y potente que ha caracterizado a los americanos en todas sus producciones. Claro que, cuando uno tiene un repertorio de himnos para interpretar como “Fell In Love With A Girl”, la ya mítica “Seven Nation Army” o la rockera “Blue Orchid”, y las combinan con otros momentos más blues como en “300MPH Torrential Outpour Blues”, oscuros como “The Union Forever” o acústicos como “We Are Going To Be Friends”, el resultado es una mezcla de lo más recomendable de estilos, siempre partiendo de su garage rock de origen.
¿Conclusión? Lo primero, constatar la frescura que trasmite el dúo más de una década después de su debut y pasados unos cuantos años de su obra maestra, el increíble “Elephant” (V2, 2003). A partir de ahí, respetar y reconocer la fuente inagotable de talento que es Jack White, que a pesar de grabar canciones de continuo para otras formaciones, en cuanto tiene algo de tiempo libre consigue seguir siendo infalible cuando se pone al frente de The White Stripes… o incluso en solitario grabando un tema para la BSO de «James Bond» con Alicia Keys. No tiene desperdicio: el dúo de Michigan sigue al pie del cañón y consigue llenar el vacío desde su último disco con uno de los directos con más fuerza, intensidad y crudeza que recuerdo en mucho tiempo.