Una semana antes del intento de aprobación de la polémica Ley SOPA y del cierre de Megaupload por parte del FBI, un grupo autoeditado y con todas sus referencias registradas bajo Creative Commons triunfaba llenando hasta rebosar la sala Joy Eslava una noche de jueves en Madrid. Cerca de mil personas, dos discos y un buen saco de años de trabajo aportando, sin saberlo, una reflexión sobre otra posible industria, una forma más noble y vanguardista de promocionar la música, con un resultado tangible e induscutible: la capital se rindió a los pies de Pony Bravo.
Pero, por encima de algo tan remarcable como tristemente anecdótico, los sevillanos se han ganado a pulso los llenazos que llevan consiguiendo en gran parte de sus citas. Sus hipnóticos directos que conjugan esa rica mezcla entre andalucismo y psicodelia a lo The Doors no suelen dejar indiferentes, y menos con el desparpajo con el que suelen desenvolverse sus miembros en el escenario. Así, lo que en principio puede ser una tarea difícil al intentar conjugar en una misma noche temas del folkie-psicodélico “Si Bajo De Espaldas No Me Da Miedo (Y Otras Historias)” (El Rancho, 2009) y del electro-ravero del pumarejo “Un Gramo De Fe” (El Rancho, 2010), acaba resultando en un sólido concierto con cierta atmósfera de trance en el que “Ninja de Fuego”, “La Rave de Dios”, “Pumare-ho!”, “Noche de Setas” o “Trinchera” acaban actuando como auténticos himnos entre un público ya más que entregado y con unas tremendas ganas de dejarse llevar por las machaconas líneas de bajo de sus canciones.
Tras una hora de actuación y el obligado bis, Pony Bravo dejaron la Joy Eslava con esa sensación que sólo un grupo grande puede llegar a provocar, con el añadido de una conclusión que parecía ahora clara en la cabeza de todos en tan difícil época para la industria musical: sí, es posible.
¡Bravo, Pony!
[Alejandro Masferrer] [FOTOS: Josefina Andrés]