¿Dónde reside la diferencia entre sátira socarrona y el ni-puta-gracia de toda la vida? He de confesar que sigo sin saberlo. Principalmente por ejercicios como Las Ruinas. ¿Por qué me río con Anntona, Novedades Carminha o Hidrogenesse y no suelto ni una mueca de esa felicidad paródica-festiva que, se supone, poseen discos como los de Las Ruinas? A saber. La realidad es que su “Disco de Autoayuda para Mutantes” (El Genio Equivocado / Siete Señoritas Gritando, 2011), el que aquí nos compete aunque haya sido reeditado y reagrupado junto con aquel “Butano!” de 2010 gracias a El Genio Equivocado, es una suerte de compendio algo edulcorado entre el punk-rock-pop estatal que hereda de la ola de punk pop americano de los 90 aquel afán por la velocidad y la sencillez inmediata en sus letras y melodías (léase Mallory Knox o Airbag) y ciertos grupos que han hecho de la socarronería y las directrices al margen sus señas de identidad más notables (léase Siniestro Total, Ilegales o los primeros discos de La Polla Records) pero con una pose indie de los primeros grupos fichados por el Subterfuge noventero que los transforma, a su vez, en un ejemplo revival algo descafeinado del entendimiento actual del punk violentado que (se supone) debería molar casi veinte años después.
No todo es trágico tampoco en Las Ruinas. De hecho, nada es trágico en el trío barcelonés: simplemente es llano, falto de chicha, desprolijo, desprovisto de grandes canciones pero sin resultar molesto. Plano, flaco, mal nutrido, no demasiado bien sonante (sin que esto sea una cualidad, como sí se valora en el lo-fi o en la nueva ola de garage simulador de aquel sonido americano que se hereda del “Exile on Main Street” (Virgin, 1972) de The Rolling Stones), utilizando los gags del género DIY de forma errónea (la podredumbre de las guitarras no está lograda: ¿qué es eso? ¿un pedal Metal Zone? ¿Por qué?), simulando ser unos asiduos al punk de finales de los 80 como si fuesen una mezcla entre los mentados Ilegales y Golpes Bajos, por momentos (“El Extraño” o “El Navegante”), tratando de hacer su propia versión de “Oye Nena, Yo Soy Un Artista” de Siniestro Total (“Un Regalo”) o acudiendo a estructuras de pop límpido, grave, casi new-wavero pero en un tono desafinado poco coherente (“Estrella Fugaz”) con el sonido general de las diez canciones de este segundo LP del trío. Apenas un par de canciones (“Cerveza Beer” o “Secundarios del Mundo, Uníos”) despiertan cierta risilla y empatía con el sonido del underground menos exclusivo de la Movida ochentera, trazando un puente entre el supuesto punk transgresivo y subversivo del País Vasco en aquella década y los grupos que servían de teloneros de las grandes figuras en el Rock-ola madrileño. De momento, poquito.
[Alan Queipo]