Movido por varias recomendaciones y por una curiosidad reforzada por el hecho de compartir nombre de pila, llevaba un buen tiempo queriendo leer algo de este escritor inglés relativamente reciente. Finalmente, decidí ignorar las obras concretas que me habían recomendado («El Loro de Flaubert» y «Una Historia del Mundo en Diez Capítulos y Medio«) y atreverme con una cuyo título y contraportada me atrajeron: «Hablando del Asunto» (Anagrama, 2006). De entrada, nos encontramos ante una historia rematadamente arquetípica: un triángulo amoroso en el que participan un hombre, su mujer y el mejor amigo de él (que acaba sintiendo algo por ella). Nada precisamente innovador, ¿verdad? Sin embargo, hay que recordar que, en múltiples ocasiones, la extravagancia gratuita acaba incurriendo en lo pobre: no hace falta buscar discursos absurdos que no vengan al caso o que encuentren su raíz en el mero afán de decir algo nuevo, aunque sea una tontería. El verdadero mérito es ceñirse a una historia universal y dotarla de una forma nueva y efectiva… Que es lo que aquí ocurre.
«Hablando del Asunto» es un relato polifónico que, aunque haya excepciones, es narrado a través de las tres voces partícipes del triángulo: Stuart, Gillian y Oliver. Barnes dota a cada personaje de una voz propia y bien construida de la que acabaremos por querer escuchar su opinión. Los sucesos ocurren tal y como uno podría esperar en este tipo de historias; pero aquí no estamos buscando ningún tipo de meta, sino que el autor ha construido tan bien el camino que, realmente. lo que nos interesa es degustar cada intervención, disfrutar del paseo. La acción arranca de una manera espléndida: se contrastan los caracteres de los tres personajes mediante el recuerdo de un choque de puntos de vista respecto a una cuestión meramente lingüística. A partir de un detalle trivial, vamos conociendo rápidamente a los tres personajes implicados tanto por cómo defienden su enfoque como por cómo relatan el suceso. Es brillante la manera sutil pero efectiva en la que Barnes clava tan rápida y contundentemente a los tres personajes en la mente del lector mediante un recurso tan trivial.
Y ésa es otra de las grandes cualidades de «Hablando del Asunto«. En estos tiempos que corren, todo ha sido dicho de mil maneras distintas. Los métodos de la grandilocuencia se han ido convirtiendo en mero kitsch, en lugares tan comunes que llevan con demasiada facilidad al hastío y que se convierten rápidamente en recursos baratos, obvios. Esta novela brilla por su capacidad para demostrar que una de las soluciones contra esta sobredosis de uso de los mismos temas reside en buscar nuevas significaciones para viejos significados. En lo trivial se haya la solución, en tanto que por una parte es algo original y por otra algo mucho más próximo al lector. La caracterización de los personajes mediante una discusión sobre el uso de las palabras, por ejemplo. Pero no se queda ahí. Quizá una de las imágenes más potentes de la novela es la de un peine roto del que se habla brevemente hacia la mitad del libro. A ojos de Oliver, el peine se convierte en un símbolo de la belleza de Gillian y de aquello que le enamora de ella. A ojos de Gillian, el peine sirve de apertura para contrastar a los dos hombres y darse cuenta de lo injustos que pueden ser los sentimientos que uno tiene y la incapacidad de controlarlos. Temas, por lo demás, que rozan el cliché, pero que Barnes sabe abordar a través de esta poderosa, trivial e inesperada imagen: la del peine roto. Más adelante, Stuart evidencia la rabia que le carcome y el amor que todavía siente por Gillian a través de una fórmula contundente y eficaz: preguntarse a sí mismo quién, ahora que él no está, corta el pomelo. Esto cobra sentido gracias a una pequeña anécdota que relata en una sola página y que, sin embargo, está cargada de una emoción que se cifra dentro de las acciones más intrascendentales, más superficiales. Ahí radica gran parte de la genialidad del manuscrito.
Puede que sea imposible hablar de un clásico, pero es necesario admitir que «Hablando del Asunto» se trata de un mecanismo depurado, hermoso y muy bien construido. La misma historia de siempre tratada, eso sí, con una precisión envidiable que hace que uno no tenga problema en volver a visitar un lugar tan común si es de la mano del estilo de Julian Barnes, que nos otorga una bella y nueva manera de apreciarlo e interpretarlo.
[Julián Q.]