Una noche, recién cumplida la mayoría de edad, Gary Lightbody, cabecilla de Snow Patrol, tuvo un sueño: montaría su propia banda e intentaría convertirla en una de las más emblemáticas del imperio británico. A la mañana siguiente, mientras desayunaba, comenzó a diseñar en una servilleta de papel la estrategia a seguir: inspirarse en U2 para, algún día, componer himnos más grandes que la propia vida y llenar estadios. En caso de no lograrlo, el plan B sería guiarse por la corriente sonora dominante (siempre que se ajustase a su ideario y al del grupo) para mantenerse dentro del negocio y aprovecharse de la coyuntura del momento. Para su desgracia, Lightbody y sus compañeros tuvieron que centrarse en la segunda opción, a pesar de que su álbum de debut, “Songs For Polar Bears” (Never Records, 1998), había obtenido cierta repercusión en la escena alternativa inglesa. Así que los escoceses se pusieron manos a la obra y, según marcaban los cánones estético-musicales en los estertores del siglo XX y albores del XXI, lo que tocaba era aprovecharse de los rescoldos que había dejado tras de sí el brit-pop noventero: “When It’s All Over We Still Have To Clear Up” (Jeepster, 2001), su segundo disco, recogía un buen puñado de esas cenizas justo cuando se vislumbraba un evidente cambio estilístico en el universo del pop-rock independiente. La idea de tocar con los dedos el trono del dios Bono quedaba a años luz, pero Snow Patrol se estaban ganando el respeto dentro de las islas. Luego surgió el revival post-punk guitarrero y Lightbody quería un trozo del pastel, con lo cual se sacó de la manga junto a sus compinches “Final Straw” (Universal, 2004), un más que digno tercer LP.
Alcanzado este punto, Snow Patrol habían esbozado la fórmula con la que conseguir algo más que buenas críticas de medios especializados y público indie, aunque buscaban dar un paso al frente y triunfar definitivamente entre las masas. De repente, Lightbody, como si hubiese tenido otra revelación nocturna, declaró que habían compuesto su himno con mayúsculas, su propio “Wonderwall” (sic). Se trataba de “Chasing Cars”, aquel baladón que sonó con tanta insistencia en “Anatomía de Grey” que se llegó a odiar la canción y la serie por igual. Lo malo del asunto fue que se habían introducido en el mismo corral que otras formaciones exitosas gracias al culebrón médico de marras, como The Fray. Eso sí, por fin abuelas, madres, hijas, nietas y demás familia escuchaban uno de sus discos, “Eyes Open” (A&M, 2006), y jugaban en la misma liga que Coldplay (no eran U2, pero casi…). Se suponía que el siguiente “A Hundred Million Suns” (Polydor, 2008) sería su consagración, pero se quedó a medias en todo y se mostró como una especie de poco evolucionado acercamiento a los últimos trabajos de los alicaídos Stereophonics.
Y en esas continúan Snow Patrol, en una indefinición peligrosa y sin una referencia firme a la que asirse, más allá de las comentadas. La consecuencia de la falta de identidad del quinteto repercute directamente en el aspecto de su sexto disco, “Fallen Empires” (Fiction, 2012), un mazacote que mezcla las maneras pop épicas y grandilocuentes con las estructuras rock blandas y fácilmente digeribles practicadas a lo largo de su trayectoria, sobre todo durante la segunda mitad de la pasada década. Al mismo tiempo, vuelve a ser un nuevo intento por parte de los escoceses de continuar en pie dentro de ese sector de bandas que desean conservar una apariencia alternativa pero que pretenden desenvolverse en audiencias y escenarios mainstream, principalmente anglosajones. Ahí es donde Snow Patrol suelen tener el viento a favor, porque fuera de esas fronteras no reciben, ni de lejos, la misma atención.
Un álbum como “Fallen Empires” difícilmente ayudará a revertir tal circunstancia, ya que, exceptuando algún tema que deja cierta huella (el single “Called Out In The Dark” y, un par de peldaños por encima, “This Isn’t Everything You Are”), no pasa de ser un conjunto de canciones anodinas, planas y previsibles que incorporan trilladas historias urbanitas que funcionan a modo de homenaje a grandes ciudades (“Berlin”, “New York”) o divagaciones insustanciales en torno al amor (“The Weight Of Love”). Nada más que rascar, ni siquiera para colar en un CD de conquista, cuyas buenas intenciones estarían condenadas al fracaso de antemano. El último cartucho que les quedaría en la recámara a Gary Lightbody y los suyos para defender “Fallen Empires” consistiría en compararlo con las últimas obras de sus sempiternos faros-guía, U2 y Coldplay: “No Lines On The Horizon” (Interscope, 2009) y “Mylo Xyloto” (EMI, 2011), respectivamente. Resultado final: Snow Patrol salen derrotados. Muy mala señal si tenemos en cuenta que ambos discos son de lo peor que pudieron haber ofrecido al mundo sus mesiánicos líderes.