Mary M. Talbot prueba en su cómic «Lluvia» que incluso los detalles más pequeños están conectados con los grandes desastres ecológicos.
Al principio de «Lluvia«, vemos a Alexander von Humboldt paseando por el Nuevo Continente a finales del siglo XVIII y presenciando cómo el impacto del modus vivendi de los colonos está afectando a la tierra de los indígenas. Escribe lo siguiente: «Cuando los bosques se destruyen con imprudente precipitación, como hacen los colonos europeos por toda América, los manantiales se secan o se vuelven menos abundantes. Los lechos de los ríos, secos buena parte del año, se vuelven torrente cuando las grandes lluvias llegan a la montaña. El césped y el musgo desaparecen de la ladera de las montañas junto con la maleza. El agua de las lluvias discurre libremente sin que nada estorbe su curso y, en vez de hacer que el nivel de los ríos aumente lentamente por filtraciones sucesivas, horada las laderas con cada aguacero, empujando el terreno suelto y causando esas inundaciones repentinas que devastan el campo«.
Al final de «Lluvia«, Mary M. Talbot usa el epílogo para confesar que el cómic nació cuando, durante la promoción de su anterior «La Vírgen Roja«, asistió a una charla de Andrea Wulf sobre el propio Humboldt. Allá descubrió que este científico humanista fue el primero en estudiar y evidenciar que las acciones de los hombres tienen un impacto directo en el medio ambiente. Y allá descubrió también que todo está interconectado… Incluso los detalles más pequeños y aparentemente nimios. Presuntamente efímeros.
Será por eso, de vuelta al arranque del cómic, que lo que vemos inmediatamente después de la escena de Humboldt es una catastrófica inundación en el pueblo de Thruscross (Yorkshire) el 27 de diciembre del año 2015. Lo siguiente es un flash-back a tres años y medio antes, en el mismo lugar. Una pareja pasea por una ciénaga y llegan a su cita con un grupo de eco-luchadores que están intentando proteger el ecosistema local. Esta escena acaba con una viñeta en la que vemos una foto de la pareja colgada en la nevera junto a un imán del orgullo LGBTIQ+ (es una pareja de mujeres).
Y, a partir de ahí, la acción va hacia adelante y hacia atrás de forma constante, aparentemente caótica. Porque lo que quiere Mary M. Talbot no es plantear una historia lineal en el sentido de la narrativa grecorromana. En «Lluvia» no hay una presentación, un nudo y un desenlace claros… Las tiempos cronológicos de las escenas se apelotonan unas sobre otras, se mezclan, se trenzan, se entretejen y, de esta, van revelando significados ocultos que podrían pasar desapercibidos si el argumento su hubiera expuesto en una única línea ordenada.
Las páginas van pasando y no solo asistimos a la evolución de la propia relación de pareja de protagonistas (una vive en Yorkshire y la otra en Londres, lo que significa que una de las dos deberá tomar una decisión si quieren que la relación se afiance), sino que también nos inmiscuimos en la vida de otros eco-luchadores. Algunos, cercanos a la pareja. Otros, totalmente ajenos a ella. Incluso presenciamos la toma de conciencia del padre una de las protagonistas, que se niega a añadirse a las protestas ecologistas hasta que le tocan de cerca. De demasiado cerca.
Porque, al fin y al cabo, y tal y como Talbot intuyó al indagar sobre Humboldt, todo esta interconectado. Las balas de la Segunda Guerra Mundial no son un recuerdo reservado a los libros de historia, sino que siguen contaminando el suelo de los múltiples campos de batalla europeos. Para acelerar la cosecha de trigo, los campesinos matan a sus plantas de forma prematura usando glisofato, un herbicida permitido que, sin embargo, podría estar directamente relacionado con la proliferación de desórdenes gastrointestinales, infertilidad, cáncer, obesidad, diabetes, problemas cardíacos, depresión, alzheimer e incluso esclerosis múltiple.
En cierto momento del cómic, la pareja protagonista vive una verdadera batalla campal cuando una de ellas utiliza un producto químico para eliminar las malas hierbas del jardín de la otra. Una sostiene que es un producto con un impacto mínimo que se ha usado toda la vida y que, de hecho, solo lo ha aplicado en los adoquines alrededor del jardín. La otra alega que cada pequeño detalle cuenta… Y, spoiler alert, la que tiene razón es la segunda.
Porque eso es lo que «Lluvia» consigue teorizar y probar de forma magistral: que los eco-desastres que estamos viviendo en la actualidad se explican tanto en los detalles macro como en los micro. Que son una acumulación de detonantes que se van sumando hasta desembocar en una inundación como la que abre (y cierra) el cómic de Mary con dibujo de su marido Bryan Talbot (en un bellísimo formato apaisado, por cierto). Cacería desaforada, merma de la fauna autóctona, proliferación de un único animal (el cazado), deforestación de la flora local… Cuando el grupo de eco-luchadores del principio del cómic advierte de todos estos peligros, lo normal es pensar «ya están otra vez con su catastrofismo«.
Pero cuando todo lo que hemos visto en «Lluvia», pasado y presente (y también futuro) se interconectan para desembocar en una catastrófica inundación, entonces te das cuenta de que lo de los eco-luchadores no es catastrofismo. Que lo de la protagonista entrando en cólera porque su pareja ha usado un producto químico en el jardín no es una reacción desproporcionada. Porque, como afirma otro personaje en el cómic, la cosa no va de «salvar el planeta«, sino más bien de «salvar a los nietos«. Y si a día de hoy estamos viviendo unas catástrofes tan desastrosas, imagina cómo será el futuro si no empezamos a fijarnos en los pequeños detalles. Esos detalles que, al fin y al cabo, son los que más a mano tenemos. [Más información en la web de Mary M. Talbot y en la de La Cúpula]