Cerramos nuestra serie de artículos que investigan la comedia como herramienta para vivir con una enfermedad con una entrevista a Elisa González (y sus mocos).
[Tercera y última entrega de la serie de reportajes que reflexionan sobre el uso de la comedia como herramienta para entender y vivir con una enfermedad. Sus cuatro protagonistas hablan y visibilizan la suya a través de sus trabajos. Médicos, ilustradores, psicólogos, periodistas y cómicos exploran junto a ellos una manera de presentar y enjuiciar la realidad resaltando el lado cómico o ridículo de las cosas. A pesar de los pesares, claro.]
Los mocos son seres viscosos, adherentes y bastante complejos. La hipótesis de los científicos es que vienen de algún planeta alejado de nuestro Sistema Solar rico en agua, sales, lípidos y proteínas en su superficie. A lo largo de la Historia siempre se les ha relacionado como una especie invasora, nociva para los huéspedes en los que se alojaban siendo casi siempre sintomáticos de catarros y enfermedades varias. Sin embargo, esta investigación ha tenido la oportunidad en exclusiva de conversar con los líderes de este lugar desconocido. En tiempos de coronavirus, los implicados se muestran categóricos: amparados en el artículo 19 de su Constitución, niegan esa maldad inherente que los personifica y defienden su carácter alegre y buenista. Un ‘venimos en son de paz’ de toda la vida.
Lo cierto es que los antecedentes históricos en nuestro mundo tampoco ayudan a esa imagen pública que tenemos de ellos. En el siglo pasado, los mocos llegaron a la Tierra y erigieron de facto sobre ella la viscosa patria de la Fibrosis Quística (FB), una enfermedad en la que los mocos invaden a los seres humanos. Estos provocan daños en el funcionamiento de órganos como los pulmones, el páncreas, el hígado, el intestino delgado o las glándulas sudoríparas y los transforman en ‘fiquis’, término con el que este colectivo de personas mitad humanos, mitad mocos se denominan. Suena a «La Invasión de los Ladrones de Cuerpos«, pero es la realidad.
El conflicto está servido. Aunque si algo hemos aprendido de «Mi Marciano Favorito«, aquella sesentera historia sobre un extraterrestre que estrella su nave en la Tierra y entra en la vida de un reportero de televisión, es que la amistad es algo inesperado. Y que las series americanas de los 60 no eran las mejores.
Esta última historia habla sobre la ilustradora Elisa González y sus mocos amigos. Unas secreciones inusualmente alegres que se han convertido en su mejor herramienta para visibilizar una enfermedad a través de su proyecto artístico «Crepitantes«.
El universo crepitante de los mocos
Desde el 2007, Elisa González es Elienígena, un yo artístico que identifica con su práctica cuando decidió orientar su carrera profesional a la creatividad y a las artes plásticas. Esta gallega residente en Madrid siempre se había interesado por el dibujo, el desarrollo de la imaginación y la experimentación con elementos cotidianos transformando lo que conocemos para dar lugar a situaciones inusuales y creando nuevas narrativas. “Tuve esa necesidad de crear una identidad artística con un nombre que aglutinara sentido del humor absurdo, diversión e intrascendencia, características que me parecen fundamentales cuando produzco”, explica Elisa González.
El universo de Elienigena bebe de referentes que siempre trabajan con el humor, el color y la diversión. Desde artistas plásticos como Laure Prouvost, Wilfredo Prieto, Annette Messager, Michael Craig-Martin, Cristina Garrido, Geoff McFetridge, Maurizio Cattelan, Ree Morton, Joan Cornellá, Louis Bourgeois, Lygia Pape o Bob Flanagan hasta el universo colorido y despreocupado de Austin Powers, sin duda. Elisa lo tenía casi todo, solo le faltaba un hilo conductor. Fue entonces cuando llegaron los mocos.
Fue hace tres años, y era su segundo ingreso en menos de un mes. La realidad era que nuestra protagonista no tenía una buena adherencia al tratamiento, le costaba llevar las rutinas de medicamentos, fisioterapia y deporte. “Mi actitud con respecto a la enfermedad era de tedio y obligación, y eso repercutía cada vez más en mi salud y mi calidad de vida”, reconoce. Su solución fue convertir la enfermedad en un proyecto artístico analizando sus emociones con respecto a la fibrosis quística: qué le molestaba, qué sentimientos le producía y de qué forma podía aceptarla e integrarla como algo positivo, que le ayudase a hacer un tratamiento perpetuo que tendré que realizar toda la vida. “Decidí ampliar el imaginario de la fibrosis quística creando uno que se alejaba de la sobriedad y el dramatismo y recreaba la enfermedad a través del color, el humor y la diversión”, señala Elisa. Las primeras imágenes surgieron en la habitación de hospital entre los ratos libres que los tratamientos intravenosos le otorgaban.
A partir de ese momento creó un Instagram, Crepitantes, dedicado a recopilar los mocos dibujaba. Trabajaba con formatos como la pintura, la ilustración digital y el dibujo, pero a medida que el proyecto iba creciendo y suscitaba más interés, comenzó a probar con formatos como el juguete de peluche, figuras de madera, esculturas de arena o instalaciones interactivas. El proceso de creación se basó en analizar las diferentes situaciones que se producen a lo largo del día y en las que la presencia de la enfermedad es notable. Comparar estas situaciones entre una persona con la enfermedad y otra sin ella, cómo varían y en qué aspecto hacer hincapié para después representarlo. También estudiar qué problemáticas existen con respecto a la enfermedad, cómo dar solución gráfica a situaciones de denuncia o cómo fomentar su visibilidad a través de propuestas atractivas para el espectador.
Se calcula que en todo el mundo hay alrededor 70.000 personas que padecen fibrosis quística, una las enfermedades más comunes en Occidente. Cerca de 4.000 personas la sufren en España, aunque no se conoce cifras oficiales. Tras años de reclamaciones, los afectados a través de la Federación de la FQ han conseguido que se materialice un acuerdo presupuestario entre el Ministerio de Sanidad y el laboratorio que posee la patente del llamado Orkambi para su financiación en nuestro país. “Es un paso importante que puede ayudar a muchísima gente después de un atraso abismal”, comenta Elisa.
Gran parte del valor de este proyecto es el papel protagonista que tienen los mocos en el universo creativo de Elienígena. Son fundamentales, los representantes de la enfermedad como personajes que apoyan al paciente haciendo una separación física del enfermo y la enfermedad que manifiesta la capacidad del mismo de influir en su forma de sobrellevar la fibrosis quística. “El moco es alguien que va a estar ahí siempre y, aunque resulte molesto, tenemos que aceptarlo y quererlo”, apunta la ilustradora.
En el imaginario de «Crepitantes«, el moco aparece en su hábitat natural: una galaxia de medicamentos, un jardín de bronquiolos rodeado de más mocos generando una comunidad viscosa muy activa, o apoyando al paciente en sus rutinas diarias. En todas estas situaciones suele ser un personaje risueño y alegre porque, en la medida en que se encuentre fuera de los pulmones, “es un colega que, estando en el exterior, nos permite respirar mejor y aumentar la capacidad pulmonar”, explica Elisa.
Para la psicológica Itxaso Gardoki el detalle de los nombres para referirte a la enfermedad (como el apelativo coloquial ‘fiqui’) es una señal esencial de normalización. “Usar nombres para no identificarte es externalizarlo, tratándolo desde fuera de tú a tú. Son como pequeñas metáforas de adulto. Te colocas como un observador con respecto a la enfermedad”, explica.
Además, como resalta González, este carácter amable permite visualizar la enfermedad desde otra perspectiva más optimista y fomenta la aceptación en pacientes de fibrosis quística como los niños recién diagnosticados. “Nuestra vida está marcada por un hecho dramático o que dificulta en gran medida nuestras rutinas o forma de hacer vida normal. Pienso que los procesos para enfrentarnos a una situación adversa pueden ser muy diferentes y se canalizan según el carácter de cada paciente, y todas son legítimas y circunstanciales”, cuenta la ilustradora.
Así, la concentración y constancia son imprescindibles a la hora de afrontar una enfermedad y son términos que pueden encajar en la semántica belicosa, por eso la comparación habitual. Aunque para Elisa González estos discursos marciales no son la mejor herramienta, ya que implican una connotación negativa que no beneficia al paciente y que puede hacerlo sentir responsable de su situación. “Quizás puede motivar a determinadas personas, pero prefiero una lectura diferente y conseguir sobreponerme a las adversidades conviviendo de la forma más positiva en torno a ellas”, puntualiza la artista.
“Todos los que tenemos una enfermedad y hemos pasado por un proceso de repensar nuestra situación mil veces. Hemos barajado tantas posibilidades en nuestras circunstancias que no nos ha quedado otra que adentrarnos a explorar la enfermedad desde la comicidad, tal y como hacía Bob Flanagan, que también tenía fibrosis quística”, relata convencida. La artista gráfica reivindica así que el humor es el mejor ‘destensador’ y la herramienta más eficaz para ofrecer una la perspectiva sobre un tema en todos los ámbitos de la vida, sobre todo en la cultura y el arte en contraposición a la conciencia elitista o intelectual que se les suele atribuir. “El humor hace descender lo épico y trascendental a un plano más accesible e inclusivo en el que todos podemos sentirnos partícipes”, incide Gónzalez.
Elisa ha conseguido poner su proyecto artístico sobre la mesa y, sin duda, lo de las redes ha ayudado. En un tan sector tan precario como el artístico, la rapidez y gratuidad de redes en internet como Instagram o Twitter son esenciales. “El hecho de que usar un hashtag sea determinante resume ese poder. Para visibilizar algo bastante invisible como es una enfermedad rara como la fibrosis quística, la clave está en hacerlo altruista y humildemente, y empleando lenguajes que resulten atractivos para todo tipo de públicos”, explica González.
La ilustradora continúa consolidando la vida profesional con el doctorado sobre «Crepitantes» y las comunidades artísticas de aprendizaje en torno a la fibrosis quística, colaborando activamente con la Asociación Madrileña de FQ y la Federación Española de FQ en la maquetación de publicaciones y creación de imágenes. Además, es freelance en diferentes proyectos artísticos donde Elienígena y su universo de mocos se siguen expandiendo. Después de todo, resulta que sí que venían en son de paz.
Incongruencia y catarsis
Explica el psicólogo Alejandro Espinosa que, en situaciones de crisis, nuestro cerebro puede utilizar el humor con tres fines principales: huir, unir o proteger. En el primero de estos casos, el humor actúa como “mecanismo de defensa”: se trataría de una herramienta que utilizamos para no realizar un procesamiento profundo de la situación, para no afrontarla. Este uso del humor puede convertirse en un arma de doble filo, ya que, en ocasiones, necesitamos evadirnos de situaciones que nos causan dolor.
La segunda función que puede cumplir el humor en estas situaciones es meramente gregaria: unirnos a otros seres humanos, algo vital en tiempos de crisis. “Hemos aprendido que, siendo graciosos, la gente se queda con nosotros, igual que a nosotros mismos nos atraen las personas que nos hacen reír”. Finalmente, hablamos del uso del humor más sano en situaciones de crisis: la función protectora del humor. A diferencia del primero, el humor se lleva a cabo siendo consciente y teniendo asumida la situación. Este tipo de uso, como suele darse en las bromas de humor negro, ayuda a normalizar y aceptar la realidad, tratándose de un estilo que nos permite a sobreponernos a los obstáculos. En consecuencia, actúa como lubricante a la hora de asimilar nuestras dificultades y experiencias. Y, por ende, te entran ganas de silbar el «Always Look on the Bright Side of Life«.
Los relatos recogidos en cada uno de los reportajes de estos «Humores de Hierro» son solo algunos de los muchos ejemplos que podemos encontrar en nuestro día a día: gente de diferentes ámbitos empeñada en mostrar la vida desde la incongruencia y la catarsis del humor. Ahora, todas estas historias transversales y complementarias entre sí, universos repletos de gritos sordos, palabras certeras, viñetas melancólicas y mocos alegres son un poco parte de todos. [TEXTO: Joe Pachorra] [Más información en el Instagram «Crepitantes» de Elisa González]