Arca ha llegado a una nueva cima creativa con «KiCk i», un disco que es una exploración de la identidad en sí mismo… Y que te seduce y te desarma por igual.
Tendemos a pensar en la identidad como algo inamovible, sólido, definitivo, imperturbable ante el cambio. «Las personas no cambian», nos enseñaron nuestros padres. Y lo hicieron con la mejor de las intenciones, para salvaguardarnos del dolor que supone darte ostias contra la pared final del callejón sin salida que supone esperar que alguien que nos hace sufrir cambiará por fin y dejará de dañarnos. Pero con esa enseñanza, con ese «las personas no cambian», también nos encerraron en un corsé realmente peligroso.
Porque la gente sí que cambia. Claro que cambia. Puede que la identidad estética (una de las incontables piezas del puzzle con el que montamos nuestra propia identidad) haya sido la principal revolución de las últimas generaciones a ese respecto. Si la gente no cambia, ¿cómo es que yo pasé por una fase de club kid, otra de leñador, otra de prep boy e incluso una de berghainera básica (sin haber ido yo a Berghain nunca ni nada de eso)?Pero la estética es eso: estética, algo superficial. Y no solo hay otros cambios posibles, sino que también hay cambios mucho más profundos y enriquecedores.
Ahí está el debate en torno a identidad de género de la última década. No solo el derecho al cambio de una identidad que se nos impuso al nacer a otra que sentimos con sinceridad, sino el reclamar todo el camino como una zona de identidades intermedias tan reales como las dos opciones binarias que marcan los dos polos opuestos. La gente sí que cambia, pero ese cambio tampoco tiene que ser entre absolutos. Puede ser una exploración continua. Puede ser lo contrario a lo inamovible, sólido, definitivo e imperturbable ante el cambio. Puede ser dúctil, líquida, mutante, fluida. Puede ser no binaria. Y no parece casual que el primer tema de «KiCk i» (XL, 2020), el nuevo álbum de Arca, se titule precisamente «Nonbinary«.
Pongámoslo en perspectiva. Tras la publicación de su anterior álbum, «Arca» (XL, 2017), Alejandra Ghersi se mudó y se estableció en la ciudad de Barcelona. Los motivos, al parecer, fueron dos. El primero de ellos fue el amor: su relación de pareja con el artista valenciano Carlos Sáez (con el que también ha forjado una relación artística realmente estimulante). El segundo motivo es más complejo: dice la artista que, cuando decidió que quería iniciar su proceso de transición, prefirió no hacerlo en una ciudad como Nueva York o Londres. No quería que su transición ocurriera en un lugar en el que le animaran y le alentaran a ello. Quería una ciudad más tradicional en la que su proceso se pusiera en tela de juicio de la misma manera en la que ella lo hacía.
Y ahí volvemos a todo ese abanico de identidades no binarias que surgen en este proceso. Y ahí llegamos a «KiCk i«, un disco que se anuncia como el primero de una serie (es decir: la «i» no es un «yo» anglosajón en minúsculas, como algunos están pronunciando, sino un uno romano en minúsculas que hace prever que pronto llegarán «KiCk ii» y «KiCk iii» y quién sabe cuántos más) y que es no binario en su propia concepción y comprensión.
Contra la redondez de «Arca«, un disco que desplegaba una coherencia interna sublime, «KiCk i» puede parecer menos sólido, más variado, más fragmentado. Hay que recordar entonces que tanto «Xen» (Mute, 2014) como «Mutant» (Mute, 2015) ya fueron pura esquizofrenia, un chorreo de pensamiento resquebrajado por el déficit de atención de la era del shuffle play en internet. Lo que ocurre es que aquellos dos discos (el primero titulado bajo el nombre del alter ego de la propia artista, el segundo referenciando la mutación -y, por lo tanto, el cambio- en su propio título) eran algo así como una conciencia extraterrestre -y, por tanto, inhumana- aterrizando en un presente que no estaba preparado para comprenderla. Y, en «Arca«, sin embargo, Ghersi introdujo el calor humano, la emoción y el sentimiento.
Así que, no, «KiCk i» no es un disco tan «redondo» como «Arca«, si por «redondo» entendemos el concepto clásico de disco como unidad estanca y coherente en sí misma, como una idea con principio y final. Pero es que ese concepto clásico hace tiempo que ya no es operativo ni válido. «KiCk i» se desborda sobre sí. Se desparrama más allá de sus propios bordes. Es como coger aquella dispersión mental y musical de los dos primeros trabajos de la artista y, con el hilo del calor emocional de «Arca«, coser sus diferentes pedazos en un nuevo cuerpo que es exploración en sí mismo.
Hay en «KiCk i» canciones que son pura delicadeza, que se sienten a flor de piel como el descorazonador cierre con «No Queda Nada«, el lamento de «Calor» o la espeluznante «Afterwards«, en la que Björk recita un poema de Machado («Anoche Cuando Dormía«) tras haber seguido el coaching vocal de Rosalía. Hay términos medios como la triste sensualidad de «Machote» (una versión realmente libre del «Quiero Una Chica» de Latin Dreams) o el éxtasis estático de la magistral «Time«. Pero también hay zarpazos agresivos como «La Chíqui» junto a SOPHIE (¿quién es capaz de quitarse de la cabeza el «menéalo menéalo menéalo menéalo menéalo«?) o los latigazos digitales de «Rip The Slit«. Y, claro, hay ritmos latinos deconstruidos (tal y como nos enseñó el reggaetón digresivo de «Thievery«, uno de los grandes temones de «Xen«) como los de la ya icónica «KLK» junto a Rosalía y otros dos cortes que no parece casualidad que se sitúen al principio del álbum.
Estos dos temas son la dupla formada por «Mequetrefe» y «Riquiquí«, en los que Arca juega con el lenguaje de una forma prodigiosa. Su flow es algo de otro mundo. Puede que (de nuevo) sea algo del futuro. Pero, sobre todo, se la escucha más libre que nunca vistiendo la propia piel de su voz y explorando sus raíces latinas, mezclándolas con su proyección anglosajona, fluyendo de una personalidad a otra para hacer de ese propio flujo una identidad en sí misma. Esto ocurre después de que «Nonbinary» haya abierto «KiCk i» con una encendida declaración de intenciones en forma casi de spoken word y de que «Time» haya servido de interludio para tomar aire y encarar lo que está por venir…
¿Demasiados registros para un único disco? Depende de lo que entiendas por disco. Depende de si todavía eres de los que creen que «la gente no cambia» y que «los discos no cambian». Pero Arca está aquí para demostrar todo lo contrario: que la gente que cambia y los discos que cambian son los que te obligan a ti mismo a cambiar, a salir de tu zona de confort, a buscar explicaciones, a ponerte en tela de juicio, a cuestionar los conceptos que creías incuestionables… A ser, en definitiva, una persona mucho más completa. Una persona mucho más riquiquí. ¿Y quién no quiere ser más riquiquí? [Más información en el Instagram de Arca // Escucha «KiCk i» en Apple Music y en Spotify]