«Descanso en Poder» parece ser el disco que pone punto y final a la carrera de Dellafuente… Pero, si realmente es un final, hay que reconocer que es un final pluscuamperfecto.
«Descanso en Poder» (Sony, 2020) tiene las mismas siglas que «descanse en paz». Eso es lo primero que va a llamar la atención de cualquier al ponerse ante el nuevo disco de Dellafuente. Pero, para entender este juego de espejos, es necesario atender a la carrera del artista en los últimos años… Una carrera que no tiene absolutamente nada que ver con esas otras carreras, las de coches tuneados con fuegos de artificio en el tubo de escape a lo «The Fast and The Furious«, en las que la mayor parte de artistas del trap han convertido sus trayectorias artísticas.
La suya no es una carrera furiosa y rápida. Lo suyo está siendo un verdadero juego del escondite. El mismo artista nunca se ha mostrado demasiado a gusto dentro del traje de superhéroe de la «música urbana» (entrecomillada) en el que prensa e industria han querido encorsetarle durante el último lustre. Y ya no es solo por la reciente polémica en torno a la gilipollez terminológica de eso de la «música urbana» (repito: muy entrecomillada), que por fin dejará de ser considerado un género en sí mismo por el sesgo racista que implica. Es, sobre todo, que lo que el mundo parece querer de Dellafuente no es lo que Dellafuente quiere darle al mundo.
El epítome de la huida de sí mismo que este hombre está viviendo lo presenciamos hace unos meses con el lanzamiento de «Ep.01-Causa» de Taifa Yallah, el nuevo proyecto del artista en el que extirpaba quirúrgicamente todo lo que tenía de urbana su música para explorar no solo las raíces andalusíes que siempre han sido el sustento de su música, sino también ese flamenco psicodélico en la línea de Triana que en los 70 mostró una cara más oscura de esa Andalucía que el resto de España quería ver como sol, playas, tortilla de patata y trajes de flamenca. Hablando de corsés y huidas.
Aquel EP ya dejaba claro que Dellafuente probablemente estaba muriendo como tal y estaba dejando paso a otros nombres, otros proyectos, otros sonidos. Pero, claro, ya no es solo que el mundo quisiera algo de Dellafuente que no es lo que Dellafuente quería darle el mundo: es que, como suele ocurrir en estos cosas, el artista tenía pendiente lanzar un disco con Sony que debía aparecer bajo el nombre de Dellafuente. Y, a ser posible, con el sonido que el mundo quiere de Dellafuente.
«Descanso en Poder» se abre con una intro en la que va sembrada una verdadera declaración de intenciones: «Hay que buscar un híbrido entre darle al mercado algo interesante a la vez que se coman lo que nosotros queramos decirles«. A la que siguen más palabras del mismo artista: «Si tú escuchas el disco no entiendes nada o no te está diciendo nada. ¿Sabes? Si tu no lo miras con los ojos que lo tienes que mirar, tú no lo entiendes«. De nuevo, lo que el público quiere y lo que hay que darle para que esté tranquilo. De nuevo también, la necesidad de explicarse a sí mismo para que el público le entienda y, con un poco de suerte, deje de pedirle algo que él ya no quiere dar.
Lo jodido es que el disco, en su propia búsqueda de esa hibridación, consigue un equilibrio pluscuamperfecto que va a hacer difícil que la gente deje de pedirle más y más. Diez canciones y tan solo 27 minutos que están trufados de momentos estelares que te dejan el alma bien alto. La apertura y el cierre dejan claro que Dellafuente está en racha: «Toco el Cielo«, junto a su eterno compadre Maka, es el single definitivo destinado a ser coreado por todas las generaciones que nos hemos dado encuentro en el verano de 2020; y «Nubes«, con la participación del coro de la Universidad de Granada, es pura épica en forma de punto y final.
Entre medias, «Yalo Yale» es la única respuesta posible a «El Mal Querer» de Rosalía; «Libertad y Salud» es la cara más desafiante de Dellafuente y «Pa’ Que No Te Duermas» es su vertiente más remolona y calentita. El único patinazo vendría a ser esa «Palante y Patrás» en la que el artista no sé cree ni a sí mismo a la hora de pedirle explicaciones a ese objeto de deseo que no se decide y que te tiene palante y patrás… Porque ese no es Dellafuente. Y él lo sabe. Esos son otros artistas de esa escena de la que él siempre ha huido a base de ofrecer una visión diferente.
Su personaje es otro. El del hombre que no necesita escupir bravuconerías sobre putas y billetes porque eso no es un hombre: un hombre es el que no necesita probar su masculinidad porque no la ve en peligro en ningún momento e incluso puede permitirse comunicarse con el mundo a su alrededor a través de las diferentes grietas de la armadura macha que la sociedad le impone. Un hombre es el que, incluso en un trabajo como este «Descanso en Poder«, es capaz de filtrar la felicidad de su vida en pareja y su paternidad sin sonar ni ñoño ni viejo.
Un hombre es el que, en lo más alto, pone un punto y final como este. Un punto y final que, sin embargo, sabe a pura resurrección. Porque, aunque sea con otros nombres, con otras vidas, con otras carreras, lo que está claro es que a este hombre no van a ser capaz de moverlo del frente de la música más visionaria de nuestro país. [Más información en la web de Dellafuente // Escucha «Descanso en Poder» en Apple Music y en Spotify]