«Animal Crossing: New Horizons» es un simulador de capitalismo salvaje con disfraz de adorable furry… Pero también es el juego que nos mantiene cuerdos en este desastroso año 2020.
El año 2020 está siendo desastroso. Empezó mal (Tercera Guerra Mundial, incendios en Australia, el temporal Gloria arrasando incluso en nuestro país…) y cada vez va a peor (¿Junio invasión alien? ¿Agosto apocalipsis zombie? ¿Octubre reunión de La Oreja de Van Gogh con Amaya Montero? ¿Diciembre gobierno de Vox?). Por ahora, la crisis del coronavirus nos ha obligado a vivir una situación inaudita: vernos encerrados en casa mientras el mundo entero se detiene. La economía se detiene. La industria se detiene. El capitalismo se detiene. Y lo que está claro es una cosa: todos hemos tenido mucho tiempo libre que rellenar durante los últimos meses (y los que nos rondarán morena).
Ahora, dos fechas señaladas… El confinamiento obligado empezó en España el día 14 de marzo de 2020. Nintendo lanzó «Animal Crossing: New Horizons» para su consola Switch el día 20 del mismo mes. ¿Coincidencia? Obvio que sí. Que no vivimos en un mundo tan conspiranoico. Pero, por mucho que esto sea una coincidencia como un castillo de grande, eso no impide que sea la coincidencia más maravillosa que nos podía ocurrir en este año tan sumamente desastroso. Dicho de otra forma: ¿el mundo necesita evadir la cabeza durante horas y horas de encierro en casa? Hola, somos Nintendo y hemos venido a solucionarte la vida con una nueva entrega de la saga «Animal Crossing«.
También puede ser que hayas vivido todo el encierro sin mirar ninguna de esas redes sociales que han ido bien cargaditas de memes de «Animal Crossing: New Horizons«… Lo dudo, pero puede haber ocurrido. También puede ocurrir que no sepas nada de esta saga. Así que empecemos por lo más básico y contextualicemos este título dentro de la icónica franquicia de La Gran N.
¿No sabes de qué va esta saga? Pues, a ver, voy a hacer un poco «Animal Crossing: New Horizons» para dummies… Este juego es, fundamentalmente, un simulador de capitalismo salvaje con un disfraz de adorable furry. La idea es sencilla: te creas un personajillo uber kawai, llegas a un lugar en el que te estableces con una tienda de campaña, estableces contacto con varios animalitos que habitan el lugar, Tom Nook aparece en escena y te explica que lo que deberías hacer es recoger fruta de los árboles, pescar peces en el río y en el mar, recolectar conchas en la orilla de la playa, cazar bichos diversos, arrancar hierbajos… Y vendérselo todo a Tendo y Nendo, que son sus sobrinos porque, si no te ha quedado claro, Tom Nook es el Trump de «Animal Crossing» y aquí todo funciona por puro nepotismo.
Esto es lo único que diferencia a «Animal Crossing: New Horizons» del capitalismo real: en el capitalismo real, para obtener dinero has de dar con un producto o servicio que la sociedad realmente necesite (o crea necesitar), mientras que en este jugo los pobres Tendo y Nendo te lo compran absolutamente todo. Hasta las piedras que recojas en la isla. La idea es que cada vez vayas realizando tareas más y más sofisticadas (construir muebles, por ejemplo) para obtener más bayas. Sí, no preguntes, la baya es la moneda oficial, y punto.
¿Y para qué necesitas las bayas? Al principio, para ir mejorando tu propia casa. Tom Nook tarda cero coma en ofrecerse a convertir tu tienda de campaña en una casa y, obviamente, tú tardas cero coma en responder que hell yes! Acto seguido, te informa amablemente de que te acabas de pillar los dedos con un préstamo de aquí no te menees. Pero que no pasa nada, que puedes devolvérselo a plazos cuando quieras. Pero ahora. Pero cuando quieras. PERO AHORA.
Lo dicho: puro capitalismo. Evidentemente, una vez hayas saldado esta deuda, Tom te volverá a pillar los dedos con otro préstamo todavía más voluminoso para añadir una habitación a tu casa. Y luego otra. Y, de repente, te das cuenta que el Sr. Nook básicamente está chupando las bayas de tu cuenta corriente para hacer cosas que, en circunstancias normales, correrían a cargo del Ayuntamiento de turno. ¿Quieres construir un puente para acceder a nuevas zonas de tu isla? Dame bayas. ¿Quieres elevar una rampa para alcanzar zonas altas? Dame bayas.
Pronto llegarás a la conclusión, además, de que Tom Nook no es el único que quiere tus bayas. Tendo y Nendo no tardan en montar una tienda propia en la que te comprarán todo lo que quieras venderles (ya lo he dicho antes: ¡absolutamente todo!), pero en la que también ocurrirán otras dos cosas vitales para entender «Animal Crossing: New Horizons«. La primera es la compra de nabos: cada domingo antes de las 12 del mediodía, una cerda (real) aparecerá en tu isla y te venderá nabos que luego, durante la semana, podrás vender a los sobrinos de Tom. Cada día debes consultar el precio al que compran los nabos y, el día que más te convenga, venderlos como si no hubiera un mañana. Para que te hagas una idea: el domingo compras los nabos a 95 bayas la unidad, el martes Tendo y Nendo ofrecen comprártelos a 23 bayas la unidad (porque son unos peseteros), pero el jueves están de buenas y te ofrecen 432 bayas por unidad. ¿Alguien dice especulación capitalista?
La otra cosa que ocurre en la tienda de Tendo y Nendo es que venden muebles y otros enseres con los que puedes adornar tu casa y la isla (porque, de nuevo, ¿por qué iba a adornar la isla Tom Nook cuando sabe que eres un pringado y que te vas a gastar tus propias bayas en poner un columpio desde el que mirar los atardeceres?). Más capitalismo. Y, tarde o temprano, las hermanas Pili y Mili también se instalarán en la isla con una sastrería en la que cada jornada te gastarás una cantidad ingente de bayas para poder vestirte hoy de Cayetano y mañana de luchador mexicano. Tal cual.
Todo cuesta bayas en «Animal Crossing: New Horizons«. A diario, la isla recibirá la visita de un visitante random. Los menos, te ofrecerán un incentivo económico a cambio de superar ciertos desafíos (pescar peces o cazar bichos, por ejemplo). Pero la mayoría están aquí para vaciar las bayas de tus bolsillos ofreciéndote caramelitos irresistibles como nuevos modelazos de ropa (Tili, la hermana perdida de Pili y Mili), accesorios, obras de arte o alfombras.
Pero ¿qué sería del capitalismo sin su gran amiga la necesidad completista y materialista de poseer cuanto más mejor? El juego incluye todo un conjunto de bonitas dinámicas pensadas para engancharte de tal forma que tengas que conectarte cada día de tu puñetera vida. Querrás tener cuantos más muebles en tu trastero, cuantos más modelazos en tu armario y cuantas más burradas en tu isla: desde un Godzilla gigante a una zona de termas niponas.
Cada día, además, aparecerán en tu isla cuatro fósiles que, una vez desenterrados, podrás llevar al museo para que Sócrates (un búho igualito a tu profesor de Ciencias Naturales de cuarto de EGB) los identifique y, si no los tiene ya, quedárselos y exhibirlos en la sala de fósiles. Hay otras tres salas: una para bichos, otra para peces y una última -recientemente añadida- para obras de arte. Y completarlas todas con todos los ejemplares posibles es más adictivo que el «¡hazte con todos!» de la saga «Pokémon«.
Y llegamos al retruécano capitalista final en «Animal Crossing: New Horizons«: la necesidad de aparentar. Inicialmente, podría decirse que el objetivo del juego es mejorar la puntuación de tu isla (con un máximo de cinco estrellas) para que Totakeke, que vendría a ser el J Balvin de este mundo furry, se anime a visitaros y ofrecer una actuación en la plaza central. Para convencerle, tendrás que mejorar la infraestructura de la isla… Con las bayas de tu bolsillo, obvio. Porque Tom Nook no está aquí para regalarte ni una baya, cariño.
Una vez consigues tu objetivo, de hecho, la actuación de Tokakeke se acompaña por los propios créditos del juego… Habrá quien se tome esto como el final de «Animal Crossing: New Horizons». Pero la mayoría sabemos que, más bien, ese es tan solo el principio. No solo porque, a partir de entonces, Tom Nook te ofrezca la posibilidad de terraformar la isla (es decir: construir caminos, abrir ríos, elevar desniveles y hacer básicamente lo que te salga del toto con el terreno). Tampoco porque cada pocas semanas se celebren nuevos eventazos en los que quieres participar sí o sí (la búsqueda de huevos de Pascua, el Día de la Naturaleza, el Día de los Museos, etc.). Ni mucho menos.
El principal motivo por el que ese es el principio real de «Animal Crossing: New Horizons» es, porque a esas alturas del juego, su sistema capitalista te tiene tan sumamente pillado que ya es imposible parar. Cada día te reservas ciertas horas para mantener tu isla, recolectar fruta, pescar, realizar todo un conjunto de tareas aburridas y alienantes con un único objetivo: ganar bayas y poder seguir comprándote modelazos que lucir y muebles con los que decorar tu casa. Porque, además, el juego te ofrece la posibilidad de visitar las islas de tus amigos (y robarles fruta y objetos de la forma más desalmada posible) y de que visiten la tuya. ¿Y recuerdas cuando no entendías por qué tu madre pasaba horas limpiando la casa por si venían sus amigas? Pues eso.
Además, teniendo en cuenta de que nos hemos visto apartados del capitalismo real por causas mayores, ¿cómo no íbamos a caer en la tentación de seguir reproduciendo todas sus dinámicas tóxicas en un jueguito con colorinchis pop y animalitos de peluche? Duele menos. Y se goza mucho más. [Más información en la web de «Animal Crossing: New Horizons»]