Aprovechamos la publicación de su obra integral para hacer una retrospectiva de Tino Casal y para hablar con uno de sus amigos más queridos y antiguos.
¡Por fin estamos de celebración! Soplamos velas de cumpleaños hace unos días, y no de un aniversario cualquiera: son 70 años desde que un torbellino nació en un pequeño pueblo llamado Tudela Veguín, al lado de una fábrica de cemento. Muy poca gente puede cumplir años de esta manera, y me refiero a ser eterno y que por fin te lo reconozcan. Hablo, y se me ponen los pelos de urogallo (también ahora que me estás leyendo), del gran Tino Casal.
Se te acaba de venir a la cabeza los juegos de vestuario en el tema «Eloise» o el inconfundible inicio de «Embrujada«. O, si escarbo un poco más y me desvío, saldrá un momento pop de la historia de la televisión con Chenoa y la Tárrega. Pero Tino Casal no es solo eso, es mucho más. Y, aunque la historia, sus compañeros de profesión, las radios, los homenajes cutres y el autobombo se hayan encargado de que solo sepas eso, hoy celebramos que en un pequeño local de Madrid le hayan plantado cara al desdén con que se estaba tratando al Tigre Bengalí. El rótulo del local nos lleva hasta Lemuria Music.
Casal Integral
Vamos por partes, porque toda situación en la actualidad tiene un punto de partida, y este origen es la sed que tenían los seguidores de Tino, las nuevas generaciones que realmente le han dado valor, colaboradores y personas que necesitaban saldar la deuda que teníamos con él. Así, dos soñadores se pusieron manos a la obra y recopilaron toda la discografía de Casal a partir de las bobinas originales (no las grabaciones baratas de vinilos a las que nos tenían acostumbrados), los carretes de las sesiones de fotos promocionales, sus cuadros, esculturas, directos, videoclips y rarezas para unirlas en una sola caja. El resultado se titula «Casal Integral«.
Una obra de arte de principio a fin, empezando por la portada con un primer plano de Tino en tonos rosas y morados, y terminando por una de las grandes frases de la leyenda que a día de hoy deberíamos llevar tatuada todes. ¿Qué contiene? Pues dame un segundo que cojo aire. En «Casal Integral» encontrarás todos los vinilos publicados tal cual se pensaron en su época (aunque cada uno de un color característico), un DVD con todos los videoclips y actuaciones en televisión, un CD con directos y otro con temas que nunca habían sido editados en formato físico. Además, creo que los dos grandes regalos son el vinilo «Quimera«, que se trata de una idealización de las piezas más desconocidas y temas inéditos del artista, con una portada que él mismo dejó bocetada; y el libro de la edición que recoge las fotografías en súper calidad, testimonios de colaboradores, letras de sus temas y explicaciones de las decisiones de Casal durante su carrera.
Permitidme que, por un momento, me pase al tema personal. Espero que podáis empatizar conmigo. Pero, cuando aún estás en la veintena, llevas años valorando la obra del asturiano, casi que lo has descubierto de manera autodidacta, has soñado con sumergirte dentro de su universo pero te ponen trabas continuas… Y, de repente, te encuentras con esta edición… Pues te emocionas mucho no, muchísimo. Te pasas horas admirando cada detalle y comprobando que de verdad ahora sientes su energía. No solo te sientes conectado por ser de la misma tierra, sino que ahora te sientes comprendido y con fuerza para demostrar lo que este artista hizo y lo mucho que luchó, incluso cuando ya no estaba con nosotros.
Pido un aplauso para las generaciones jóvenes que han rescatado su memoria y su obra, un aplauso a los jóvenes que se inspiran en él para ir de festival con el mejor modelón. También para artistas como Miss Caffeina y Rodrigo Cuevas, con gestos enormes hacía él. Su legado puede considerarse la Biblia del glam y del pop. Todo lo que necesites saber, o inspirarte, Tino ya lo hizo y te da rienda suelta a que tu creatividad se ponga a funcionar. Solamente escucha sus temas. O mira un videoclip. O fíjate en sus patrones de vestuario, y obtendrás cualquier respuesta.
Tino a través de los ojos de Rico Roces
Llevaba mucho tiempo queriendo descubriros al verdadero Tino, y al abrir «Casal Integral» de Lemuria Music, mis ganas se dispararon. Pero, ¡ojo! También se disipó mi responsabilidad. Así que aproveché unos días en nuestra Asturias para visitar Tudela Veguín, ramo de flores en mano, y conectar totalmente con la esencia que se sigue respirando en este rincón a escasos minutos de Oviedo. Encontrar la mejor manera de descubriros aún más al artista y a la persona.
¡Voilà! La idea llegó y, entre emociones, tras unas llamadas y ayuda de contactos amigos, di con una de las personas que más le conocieron y que más disfrutaron de su esencia. Rico Roces, catedrático de inglés, asturiano con solera, compañero de aventuras de Tino y Pepa en Londres y precursor de su vuelta a lo más grande tras su lesión de tobillo y caderas. (Recordar aquí que el artista sufrió de necrosis en la cadera por no tratarse un esguince y continuar con la gira… ¡A ver quién para en medio de una gira cuando has conseguido cumplir tu sueño!) Charlamos un buen rato, ponemos puntos de vista en común y me descubre aspectos desconocidos del mito.
¡No aguanto más! Mientras estoy rodeado de vinilos y fotos, me cuenta cómo fue ese inicio en la amistad Casal-Roces. “Ya conocía a Tino en persona desde los años 60”. Rico Roces es de Luanco, un pueblo costero que en verano vive una vida social frenética. Y por aquellos años, allá recalaron Los Archiduques, formación en la que militaba un jovencísimo Tino (que ya venía de los Zafiros Negros), que se estrenaba como solista, con «Lamento de Gaitas«. Fue el primer tema rock en incluir una gaita asturiana, y también la primera composición en la que Casal apuntaba maneras. Tras escuchar un tema en Radio Luxemburgo, versionó la melodía y le añadió letra. TVE produjo el videoclip, y la canción sigue viva.
Rico Roces empieza sus sesiones pinchando este single. “En el 76, en la facultad, yo era muy amigo de Pepa Ojanguren, y ella siempre me hablaba de Tino, porque era su novia, y de sus viajes a Londres”. Viajan allí los tres durante siete veranos. Tino se encontraba en una fase en la que quería despegar en solitario pero era difícil: el papel de Jesucristo Superstar se lo llevó Camilo Sesto y no consiguió ganar en el Festival de Benidorm con «Emborráchate«. Pero el productor de Nino Bravo le dio una oportunidad. Estos viajes a Reino Unido conformarán lo que en el año 1981 se llamará «Neocasal«.
La amistad se enfría con el éxito de Tino, pero su enfermedad de cadera hace que el artista vuelva a Luanco y que los dos amigos se vuelvan a reencontrar. Allí pasan horas y horas en el pub Vainilla, buscando canciones para diseñar la vuelta a lo grande del rey del Glam. “Descubrimos «Eloise» de Barry Ryan, ‘The Sun Ain’t Gonna Shine Anymore’ de The Walker Brothers y «This Is The End Of Me» de Jesse & James, para que las llevase a su productora, y escogieron la primera”. Menuda elección, de la que seguro nadie se imaginarían el resultado.
“Tino tiene una gran voz, pero vive en la época de Raphael y Camilo Sesto, subsiste como puede”. Casal no es solo lo que escuchamos, sino su forma de vivir y de vestir, nada de disfraces. Vive totalmente por la noche y, a cada sitio que va, habla con todo el mundo. “Es un encantador de serpientes, era un fuera de época en España”. Y muy atentos a lo que revela Rico Roces, que deberíamos ponerlo en neón para que se sepa bien claro: “La llamada Movida (Radio 3, Alaska, Radio Futura…) nunca reconoció que Tino era un componente primigenio de lo que estaba pasando”. No quisieron que encajara con aquella modernidad, el underground no respondía, lo más indie lo rechazaba, le tachaban de raro, de hortera. Igual no querían ver que él era especial.
Rico puntualiza: “No puedes hablar de Tino sin hablar de Pepa. Ella es la que le influyó en todo: compraban la ropa en Malcom McLaren y en Vivienne Westwood, la destruían entera y la volvían a coser”. Todo el mundo alucinaba con sus nuevas creaciones, preguntándole dónde compraban todos esos modelos. “Los demás compraban el modelito, y se lo ponían tal cual. Por ejemplo, su casa cambiaba cada tres meses: si hoy era roja, pasao (sic) era amarilla”. No me quiero hacer una idea de la experiencia del catedrático en su casa, pero sí me imagino con todo detalle la anécdota que nos cuenta. “Estábamos revolviendo la tienda de Anthony Price y, después de probarse Pepa 15 vestidos y él 17 modelos, Tino quería las cortinas del probador. Yo le decía que nos iban a echar, pero él insistía. Con esas cortinas ya tenía una idea y, con las mismas, se las dieron corriendo”.
Tino demuestra que es una innovación continua: “Volvía locos a los productores, poniendo cuarenta guitarras y otros tantos sintetizadores. En los directos la voz estaba duplicada. Todo era máximo”. El tigre bengalí posee una voz con la que nunca desafina y unas octavas increíbles: “Miguel Bosé le preguntaba a Tino si sabía que tenía la mejor voz de España”. También nos explica que cuidaba la voz, no bebía, no fumaba y no comía mucho: “Era autodidacta, se pasaba el día leyendo revistas. Siempre me decía que quería ir a los mismos conciertos que yo. Yo le respondía que no le gustarían, pero su respuesta era que lo quería ver todo”.
El legado de Tino
Una pausa, por favor. Vamos a ponernos en su piel ahora mismo, y me vais a decir qué sentiríais al crear obras maestras como las que se recogen en su música y arte. Pero os pasa lo siguiente: “Fuimos a un concierto de punk y a Tino, con su manera de vestir, según entramos le cayeron escupitajos por arriba y por abajo”. Pues, con esa amalgama de sensaciones, Pepa y Tino se sentaban a componer sus nuevos temas: “Después de su muerte, los jóvenes sois los que estáis flipando. En Radio 3 era pecado poner sus canciones”. ¿Perdona? Repetimos: “En Radio 3 era pecado poner sus canciones”. Ahí queda eso. Ahora podemos seguir: “La gente iba a sus conciertos a criticarlo. Yo les decía que estaban mal de la cabeza. Pero, pasado el tiempo, ahí sigue Tino. Y sus videos parecen de ahora: era un Palomo Spain de la época”.
Visto lo visto, si Tino y Pepa hubieran tenido medios, serían los dueños y señores de un imperio. Y es que, aunque ellos cortaron la relación en el 86, todas sus creaciones perviven. Su ropa va evolucionando desde el primer disco hasta «Hielo Rojo«, cuando él enferma de la cadera y la prensa le machaca con bulos sobre el sida: “Desparecen todos los chupópteros y quedamos los cuatro amigos. Se da cuenta de que la fama te trae parásitos que no sirven de nada. Por aquel entonces, él tenía ya ideas de hacer una ópera musical, escribir un libro, estaba metido en un grupo del pánico para pintar y exponer, incluso hacer un teatro del pánico”. En su última época, estaba centrado en su música y en el grupo de pánico: “Con ganas de hacer muchas cosas, sin parar”, reconoce Roces.
“Tino estaba siempre rodeado de cuarenta personas a su alrededor, marcharte para casa era imposible. Por la mañana, si estábamos en Asturias, acabábamos en Pola de Siero, con una gente… No se volvía hasta las tres de la tarde. Siempre se consideró de pueblo, no le gustaba ser intelectualoide, era mucho más llano. Ir a desayunar a un caserío, catando las vacas… Era una locura todo”. Y la cosa no se queda ahí, como os podéis suponer: “No se podía llevar comida a su casa, la nevera era para los tintes, la casa se disfrutaba y la cocina servía para teñir la ropa y cambiarla. Estaba rodeado de arte”. Muchas veces, Rico tenía que esconder las revistas que traía de sus viajes, porque cualquier tema le venía bien: “Así fue que cuando murió. Entraron en su casa y desapareció todo.Cuando fueron los familiares, ya no estaban muchas cosas”. Auténticas joyas como la chaqueta que lleva Imanol Arias en «Laberinto de Pasiones» de Almodóvar, es de Tino.
Si ahora mismo estás igual de living que yo, de verdad, te abrazo bien fuerte. Pero tengo sentimientos encontrados… Por un lado no entiendo cómo cuesta tanto poner en su lugar, que es bien alto, a uno de los artistas más grande que tenemos. Y, por otro lado, tampoco entiendo cómo no se han escuchado por millones temas como «Tal Como Soy» y «No Fuimos Héroes«, versiones mejoradas de «Killing Me Softly With His Song» y «Don’t You Want Me«, y en cambio se sigue poniendo en bucle (tampoco tanto, pero es para que se vea el contraste) el tema revisitado de Pitingo.
Quedan más interrogantes, como los artistas que le negaban en cierta manera pero que esperaban la vuelta de Tino de Londres para conocer las últimas tendencias. Eran artistas que, a pesar de tener una bola de cristal como esta, no lograban descifrar lo que les revelaba. La duda más importante, que aún me enfada (y mucho, no miento), es que algunos de los que se hacen llamar sus compañeros de profesión den charlas y entrevistas hablando sobre él, mientras que desaparecían sus diseños, ropas y legado en un silencio que pesaba toneladas.
Pero, llegados a este punto, me reconforta saber que volvemos a estar a salvo. Tenemos la seguridad de que los que realmente le apoyaron y los jóvenes que para algunas cosas vivimos la suerte de estar fuera del contexto de la época y libres de los prejuicios sociales, podemos disfrutar de esta edición preparada por Lemuria Music, tocarla y sentirla y hacerla patrimonio de todos. Trescientas copias que estarán a salvo en vitrinas, que se utilizaran con guantes, pero que recogen las ganas de recuperar la magia que un día nos intentaron esconder.
Para los que siguen oscureciendo… ¡Que digan misa! ¡Ya está bien! Mil felicidades a todos. Y a ti, Tino, gracias, porque ahora te vemos sonreír con esa chaqueta que no aparece, que nunca te pusiste esperando la ocasión perfecta y que en realidad te llevaste contigo, sábeslo bien. Lo importante que es tener el mejor modelón, y más si yes eternu. [Más información en la web de Lemuria Music]