«My House» es una serie que sigue la vida de varias figuras importantes de la escena de ball vogue actual… Y también el complemento ideal para «Pose».
Este año, la segunda temporada de «Pose» ha conseguido aumentar las apuestas al respecto de sus anteriores logros. Y es que la primera tanda de episodios de la serie de HBO supo abordar una época difícil aplicándole un enfoque celebrativo: contra las múltiples ficciones que últimamente (y en las últimas décadas) nos han mostrado la epidemia del sida de los 90 bajo una luz desoladora, ¿por qué no sacar pecho y demostrar que, incluso a las maduras, la comunidad LGBTIQ sigue siendo una bandera multicolor que ondea repleta de buenos sentimientos y emociones lumínicas?
Dicho de otra forma: la serie de Ryan Murphy cogía la escena de los balls y el vogue en la ciudad Nueva York de principios de los 90 y, a partir de ella, tejía un vitalista canto de amor a la vida en tiempos de muerte. Lo interesante ha sido que, en la segunda temporada, la profundidad de campo tanto de las luces como de las sombras de «Pose» ha aumentado de forma ostentosa… Lo que, seguramente, habrá llevado a muchos espectadores (a mi mismo también) a preguntar: muy bien, aquello fue entonces, ¿pero que queda de toda esa escena (y de los valores que propugnaba) en pleno año 2019?
Porque tenemos que reconocer que, más o menos desde el año 2012, el vogue en general y la escena de los balls en particular ha vivido un espectacular repunte en lo que a interés general se refiere. Yo siempre lo asocio a los inicios de Azealia Banks, artista que supo ligar pasado y presente en un EP titulado «1991» que hacía honor tanto a su año de nacimiento como a la era dorada representada en «Pose«. También con la ascensión de «RuPaul’s Drag Race» como ojo del huracán de la fiebre drag que asola al mundo y que ha provocado que incluso ciudades como Madrid de repente estén celebrado balls mucho más que interesantes.
Pero repito, en medio de este panorama, ¿tú también te preguntas qué fue de todo lo que retrata la serie de HBO? Pues la respuesta la encontrarás en «My House«, serie documental producida originalmente por ViceLand pero estrenada en nuestro país convenientemente por Filmin. La serie coge a cuatro figuras preponderantes en la escena ball de Nueva York del presente y sigue su día a día no solo a través de diversas competiciones, sino también de su propia cotidianidad.
Cada uno de los elegidos es interesante por un motivo distinto: Precious Ebony como comentarista de los balls (es decir: el equivalente actual del ya icónico Pray Tell interpretado por Billy Porter en «Pose«) y como representación de las «big girls»; Alex Mugler como leyenda de la escena; Tati 007 como figura que va camino de convertirse en leyenda y decide dejar su casa (Mugler) para explorar otras posibilidades; y Jelani Mizrahi como nueva sangre que empieza a despuntar en el runway. Los cuatro se ven rodeados, a su vez, por todo un conjunto de «familiares» igualmente magnéticos, como por ejemplo Lolita Balenciaga (dejando claro que una mujer trans puede tener no solo una relación de pareja de diez años, sino también un trabajo estable) o Relish (que, pobre, nunca parece estar a la altura).
Juntos, consiguen que «My House» muestre cómo funciona la escena de balls por dentro, con todos sus entresijos de organización y participación. Unos entresijos apuntalados a veces de forma más seria que otras, siempre altamente frustrantes para todas las partes implicadas. Pero, sobre todo, «My House» muestra que los valores de «Pose» siguen más vivos que nunca: que, como dice RuPaul, como gente queer tenemos la suerte de elegir a nuestra familia. Y que las familias que se articulan en torno a esta escena son realmente sólidas, con sus altos y sus bajos, con sus disidencias y sus bullas internas, obviamente, pero con un amor que trasciende cualquier tipo de barrera competitiva.
La serie es un testimonio vibrante de que los balls siguen siendo una vía de escape para una comunidad cuyo día a día sigue siendo problemático, ya sea porque el vértigo de los balls parece incompatible con una pareja estable o porque sus familias (reales) intentan mostrarse comprensivas con su realidad por mucho que se les intuya una tensión por debajo que asusta. Además, muchos de ellos viven obsesionados con no ser reconocidos (¿por favor, podemos encontrar una traducción adecuada para «to be clocked«?) por la calle como personas queer, especialmente las personas trans. Pero, cuando se encienden las luces del ball, todo cambia y lo que se esconde de día se exhibe con exuberancia de noche. Las transmutaciones son fascinantes por lo que tienen de empoderamiento…
Aunque, de forma más que acertada, «My House» entrelaza este empoderamiento a otro empoderamiento mucho más profundo: la noche de pijamas de chicas trans, por ejemplo. Pero también la participación de varios de los protagonistas en un desfile de moda, la sesión de fotos para una marca de gafas, la clase de vogue impartida para bailarinas de danza contemporánea o el momento en el que Alex y Tati quedan para tomar algo y charlar de sus cosas dejando de lado el hecho de que la segunda acaba de partir peras con la casa del primero. Ese empoderamiento emocional y personal es en la serie más importante incluso que el empoderamiento de la apariencia y la estética.
Y no voy a negarlo: se puede criticar que «My House» adolece de lo mismo que «Pose«. Ambas pueden ser tachadas de buenistas, de mostrar demasiada positividad en un entorno que probablemente esconda muchas más negatividades. Pero, también como ocurre en «Pose«, esta decisión tiene mucho de declaración de intenciones contestataria: la idea no es apartar la vista y mirar a oro lado, sino más bien recordar que la comunidad LGBTIQ siempre ha afrontado sus problemas de forma luminosa y multicolor. Y que no vamos a dejar de hacerlo pase lo que pase. [Más información en la web de «My House» en Filmin]