La primera temporada de «Niquelao!» ya puede verse en Netflix y una cosa está clara: La Terremoto consigue que no echemos de menos el «Nailed It!» original.
Cuando Netflix anunció que «Nailed It!» tendría su propia versión española, fue uno de esos momentos mágicos en los que las estrellas se alinean y, de repente, todo tiene sentido. Todo. Todito. Todo. Para empezar, ¿cómo no adorar una versión de aquel programa con un título tan acertado (y tan rematadamente de aquí) como «Niquelao!«? Y, sobre todo, ¿cómo no abrazar un programa (cualquier programa) que venga presentado por La Terremoto de Alcorcón?
Al fin y al cabo, y al respecto de esta última pregunta, si te lo paras a pensar llegarás a la conclusión de que absolutamente nadie en nuestro país podía coger el testigo de Nicole Byer mejor que Pepa Charro. Y eso es así. Ambas ostentan una epatante facilidad para comerse la cámara y para hacer que te tronches inmediatamente con una mirada repleta de doble sentido, con una palabra lanzada como un puñal, con un chascarrillo referencial o con una burrada de esas que, en otra persona, a lo mejor podría entenderse como ofensiva… Pero nunca viniendo de ellas.
Aunque, claro, todas las piezas del puzzle encajaron con tanta naturalidad que, acto seguido, era inevitable caer en el fatalismo: ¿y si resulta que «Niquelao!» es una mierda gigantesca? Ya no era cuestión de estar a la altura del formato yanki, sino que sobre todo se trataba de estar a la altura de las expectativas generadas por la idea de un programa de estas características comandado por un personaje del calibre cómico e icónico de La Terremoto. Lo peor de todo es que el capítulo de apertura de la primera temporada ya disponible en Netflix parece confirmar este fatalismo mencionado más arriba.
Dicho de otra forma: el primer episodio de «Niquelao!» no es el mejor de la temporada. Apunta maneras, eso sí, pero se nota que está arrancando. Cuando se lo comenté a un amigo que también acababa de empezar a ver la serie, me respondió que estaba de acuerdo y que esperaba que los concursantes futuros dieran más juego. Pero yo volví a temer lo peor porque, para mis adentros, sabía que este formato no solo depende del gracejo de los concursantes: depende de que las pruebas den juego, que el invitado se meta en el ajo y de que la presentadora sepa detectar si alguno de los componentes de la fórmula está fallando y compensarla de alguna forma u otra.
Entonces, por cierto, recordé que los primeros capítulos de la temporada inicial de «Nailed It!» tampoco fueron gran cosa y que, de hecho, Nicole Byer no hizo explotar el formato hasta mediados algunos episodios. Curiosamente, al ir avanzando a través de los capítulos de «Niquelao!«, el fatalismo fue desapareciendo y se fue confirmando el paralelismo con el formato original: el segundo capítulo ya mejoraba y el tercero, de hecho, es el mejor del lote. ¿Cómo no va a ser el mejor del lote cuando las pruebas son un homenaje a «Paquita Salas» y cuenta con Yolanda Ramos y Mariona Terés como invitadas de excepción?
La cuestión es que, a esa altura de la primera temporada, «Niquelao!» ya está funcionando a plena potencia y mantiene ese nivel hasta su sexto y último capítulo (por ahora, porque Netflix ya ha confirmado que el programa tendrá continuidad y que, de hecho, todo parece apuntar a que en brevísimo podremos gozar de un especial de Navidad). Para empezar, el casting de concursantes es un suma y sigue de buenísimas elecciones que brilla especialmente al mostrar una diversidad realmente estimulante en la que todos parten siempre con las de perder, nunca con las de ganar.
Las temáticas también se van afinando poco a poco, y aunque los cuentos infantiles del primer capítulo son graciosetes, hacia el final la cosa va ganando enteros poniendo (literalmente) en bandeja la oportunidad para el desastre. Ahí están horrores reposteros como los del campo de fútbol, la alfombra roja, la paella o, por encima de todos, la cara de la pobre Paquita Salas. (Que, oye, por cierto, Brays, cariño, a ver si te animas a salir en la segunda temporada si eso, ¿no?)
Y, finalmente, el twist mágico lo ponen los presentadores. Porque si lo de La Terremoto es una confirmación, lo de Christian Escribà es una revelación en toda regla. El equivalente a Jacques Torres del «Nailed It!» original destapa una vis cómica que muchos fans de su pastelería desconocerán. Lo que, a las postres (nunca mejor dicho), acaba reforzando más todavía la química que despliega junto a la presentadora, una Pepa Charro que cada vez va haciéndose con las riendas del programa con mayor soltura y que, en los capítulos finales, ya rebosa más allá de su papel de maestra de ceremonias para caer en lo icónico.
Yo, por lo menos, no puedo dejar de escuchar en mi cabeza lo «SOS, SOS, SOS» o lo de «MOLESTADOR, MOLESTADOR, MOLESTADOR» en determinados momentos de mi vida en los que aplican de forma maravillosa. Tampoco puedo dejar de pensar en la forma fabulosa en la que la presentadora consigue llevar lo cómico hasta su propio vestuario a la vez que resulta totalmente fashion forward al incluir outfits de diseñadores tan estimulantes como Hosoi o Eduardo Navarrete. Y, sobre todo, no puedo dejar de fantasear con La Terremoto al frente de mil temporadas más de este «Niquelao!» que lo tiene todo para convertirse en el primer clásico español de Netflix. A la mierda con «Las Chicas del Cable«. [Más información en la web de «Niquelao!» en Netflix]