Las primeras películas vistas en In-Edit 2019 dejan claro que una de sus líneas programáticas es el optimismo… Algo muy necesario ahora en Barcelona.
Depende de cómo se mire, puede afirmarse que solo llevamos cuatro días de In-Edit 2019. Ya, ya, soy plenamente consciente de que el primer día oficial fue el jueves pasado, pero en aquella jornada solo hubo pase de inauguración. Sea como sea, a partir de ahí hemos vivido un fin de semana realmente intenso en el que el Festival de Cine Documental de Barcelona puede (y debe) alardear de la que ya es su mejor edición hasta la fecha. O, si no es la mejor, sí que va a ser la más necesaria por lo que está teniendo de catárquica y curativa.
Porque desligar un evento como este de la situación que está viviendo Barcelona en el presente momento histórico sería, cuando menos, absurdo. Ya no solo porque muchas de las protestas y huelgas estén afectando a la propia organización, que se ha visto obligada a cancelar algunos de sus actos. Sino, sobre todo, porque en el aire de la Ciudad Condal se nota una pesadumbre preocupante. La herida está abierta, y muchos nos esforzamos no solo en convencer al resto del mundo de que la ciudad sigue igual que siempre, sino sobre todo en convencernos a nosotros mismos.
Las charlas a la salida de las sesiones del In-Edit son todo un clásico: un espacio y un momento ideales para (re)encontrarte con gente de lo más diversa y hablar un ratito de lo humano y lo divino. «Ya no pasa nada en Barcelona, todo está pasando en Madrid» es una de las conversaciones preferidas por el mundillo cultural de la ciudad desde hace un par de años; y lo triste es que durante estos días le hemos añadido la coletilla «y menos que va a pasar a partir de ahora«. Por eso mismo necesitábamos urgentemente este In-Edit 2019 que se está celebrando del 24 de octubre al 3 de noviembre y que, ya desde sus primeras jornadas, ha dejado al descubierto una de sus grandes líneas programáticas: el optimismo. Las ganas de vivir. La necesidad de seguir adelante porque, sin lugar a dudas, más adelante nos esperan cosas esperanzadoras.
Eso es lo que se desprende, por ejemplo, de esa «Gay Chorus Deep South» dirigida por David Charles Rodrigues que sigue el tour del coro gay de San Francisco por algunos de los estados del sur de Estados Unidos con leyes anti-gays más duras. La chispa que prende la gira es, de hecho, la aprobación de determinadas legislación que permite discriminar a una persona homosexual alegando que su forma de vida atenta contra tus creencias religiosas. Un triste paso atrás en los derechos humanos fundamentales que, de hecho, sirve no solo para dejar al descubierto el sur yanki más homófobo (contrastado, claro, con su parte más amable), sino sobre todo para hablar de las heridas que esa homofobia ha dejado en de muchos de los miembros del coro. Puede, eso sí, que «Gay Chorus Deep South» peque de buenista y simplista, pero lo cierto es que esto se perdona cuando se están tratando unas cicatrices tan dolorosas. El hecho de que en la sala se escucharan llantos en varios momentos del fil, certifica que se a David Charles Rodrigues se le permiten buenismos, porque lo importante es cómo el resultado final te parte el alma.
Para dureza y complejidad de discurso, sin embargo, ya está: «PJ Harvey: A Dog Called Money«. Este documental toma como base la grabación del disco de la artista «The Hope Six Demolition Project» (Island, 2016) en una instalación en un sótano de Londres que podía ser visitado libremente por unos espectadores que asistieron al proceso como quien mira hacia el interior de una pecera. Lo interesante es que la grabación se va trenzando con imágenes grabadas por el propio director Seamus Murphy, muchas de ellas protagonizadas por la artista, en zonas conflictivas del mundo que van desde los barrios bajos de Washington hacia Kosovo o Afganistán. Lo interesante aquí no es solo ver cómo mucho de lo vivido por PJ Harvey en estos lugares se filtra en las canciones, sino la opción de Murphy de no recurrir nunca a bustos parlantes que expliquen qué ocurre. Es el propio espectador el que infiere estos trasvases de sentido desde las imágenes en zonas de conflicto hasta las canciones del disco. Y es el espectador el que se contagia por el hecho de que, incluso allá donde la humanidad es oprimida de forma indecibles, la música sigue siendo un idioma universal para conectar, celebrar y conseguir mirar hacia el futuro con la mirada limpia.
Obviamente, tratándose del In-Edit 2019, también hay una buena tanda de documentales que no se centran en conceptos tan poderosos como los dos ejemplos anteriores, sino que se basan en algo más poderoso todavía: en la vida de artistas como Leonard Cohen o Teddy Pendergrass. El primero está representado en esta edición del festival por «Marianne & Leonard: Words of Love«, cinta dirigida por Nick Broomfield que aborda la que probablemente fue la gran relación de pareja del autor de «Famous Blue Raincoat«: Marianne Ihlen, a la que iva dirigido el himno «So Long, Marianne«. Es una historia de amor que acaba en tragedia y que, de hecho, es llevada al extremo por Broomfield en un tramo final ante el que es inevitable arrancarse a llorar desconsoladamente (no diré nada más por no incurrir en spoilers). Pero es también una constatación de cómo se puede exprimir la vida al máximo, en todas sus consecuencias, sin necesidad de dejar cadáveres (emocionales) a nuestro paso.
«Teddy Pendergrass: If You Don’t Know Me«, de Olivia Lichtenstein, es otro tipo de celebración un poco más bicéfala. La primera parte del documental es puro festejo de la vida como cama en la que celebrar cuantas más orgías mejor. Y la segunda parte, la más importante, aquella que aborda qué ocurrió después de que uno de los mayores sex symbols de Estados Unidos acabara cuadraplégico después de un accidente de coche, subraya lo que todos sabemos ya pero a veces olvidamos: que la vida siempre gana. Que lo importante es vivir y seguir adelante. A ser posible, en compañía de aquellos a los que queremos y que nos quieren.
Esto me devuelve a Barcelona en pleno octubre de 2019: una ciudad que, sin lugar a dudas, necesita historias como las del coro gay de San Francisco, PJ Harvey, Leonard Cohen o Teddy Pendergrass… Para empezar, porque te devuelven un poco de esperanza en la existencia humana. Pero, sobre todo, porque nos dan la oportunidad de detenernos un rato a la salida de cada sesión para tener charlas más optimistas que la de «ya no pasa nada en Barcelona«. [Más información en la web el In-Edit 2019]