Ya está, ya tenemos rey y reina del sábado de Sónar 2019 (y más que probablemente de todo el festival): lo de Bad Bunny y Bad Gyal no fue de este mundo.
Sónar, tenemos que hablar
[DAVID MARTÍNEZ DE LA HAZA] Se decía que Bad Gyal presentaba un nuevo espectáculo llamado Bad Gyal Soundsystem. Puede ser, pero aparentemente la cosa no distó tanto del show que dio hace dos años en el escenario SonarXS. Más espacio, más bailarinas, más repertorio, ¿mismo cuadro? Al menos entonces acabó sorprendiéndome y conquistándome con esas ya casi nostálgicas «Mercadona» o «Fiebre«, pero Bad Gyal ha ido naturalmente alejándose de esas caseras producciones coloridas para adentrarse en sonidos mucho más densos y elaborados. Ella advirtió que solo quería el money y que donde esté el cash there you find her, así que me alegro de que se lo esté llevando crudo. Bien por ella, claro que sí.
Por otra parte, casi mejor la xerinola amb ballaruca de la juerga colorista de Bad Gyal que lo de Actress. ¿Sabéis eso que dicen de algunos conciertos en los que solo se lo está pasando bien el que está sobre el escenario? Pues aquí incluso de esto tengo dudas. Darren Cunningham parecía medio incómodo tras el ordenador desde el que, con el programa de inteligencia artificial que vertebra este nuevo proyecto suyo, Young Paint, emitía abstracciones sonoras y métricas imposibles. ¿La respuesta de la gente? Un perpetuo homenaje al meme del abuelo Simpson entrando al local de alterne. Entraban, se daban media vuelta, cogían su sombrero y se iban. Más obtuso que de costumbre y cercenando toda opción de sucumbir a los animados («animados» en los términos de animación en los que se mueve Actress) beats de su no tan lejano «AZD«, lo de Young Paint solo puede contarse como una decepción.
Red Axes al menos se lo trajeron gordo a la peña que venía fina y consiguieron lo que aparentemente andaban buscando: poner a la gente en movimiento. El dúo israelí, en formato trío con la adición de percusiones para la ocasión, puso en moderada ebullición al público del SonarVillage, tocando no pocas teclas: que si electro, que si house shoegazero, que si hola qué tal nos gusta ser M83… Un set jovial que pecó de monocromático solo al final, cuando en formato cuarteto con vocalista la cosa derivó en un remedo del house acholonado de Jason Nevins o, peor aún, LMFAO.
¿Se podría decir que lo más llamativo de la jornada del sábado en el festival fue la concatenación de narrativas inesperadas y bastante locas que se iban desarrollando? Porque, vamos a ver, Cecilio G entrando sobre un caballo al festival ya fue bastante mindblowing y fantasioso. Luego Bad Bunny propició un cruce de whatsapps y tuits al hilo de si quien estaba en el escenario del SonarClub era realmente él o se trataba de un actor disfrazado de apicultor en un safari o de Marlon Brando en «La Isla del Doctor Moreau«. Todo bastante loco, la verdad. Por si esto fuera poco, el rapero Sheck Wes presentaba en el escenario al hermano al que acababa de conocer ESE MISMO DÍA, al que su madre tuvo que dejar en Senegal antes de emigrar a Estados Unidos y que aparentemente está viviendo en Barcelona. Yo no sé si estaba troleando o no, pero Mediaset está tardando en montar un programa con todas estas narrativas.
Movidas familiares a parte, Sheck Wes pues a lo suyo, ataviado con la nueva equipación del FC Barcelona en el torso, despachando enérgicamente su set a base de hip hop descarado y a cara perro, encontrando un público quizás menos receptivo que el que veinticuatro horas antes celebró a Stormzy (la coincidencia parcial de su actuación con la de Bad Bunny no ayudó, seguramente) pero que, eso sí, vibró con la concatenación de «Kyrie«, la revisión de «No Bystanders» de Travis Scott y, por supuesto, «Mo Bamba«.
Justo después, y sirviendo de excelente transición hacia Kaytranada, Waajeed inundó de clase el SonarPub con seguramente uno de los mejores DJ sets del festival. House elegante y a la vez lleno de buenas vibras que el productor de Detroit fue desgranando de forma distinguida y llena de clase, con esa favorita personal que es «On my mind» de Jorja Smith con Predictah incluida en su gozosa sesión.
Por mi parte, Sónar 2019 no daba más de sí. El festival ha perdido este año 20.000 asistentes con respecto a la edición previa, volviendo casi a números de 2012 en lo que público se refiere. Sin duda, como acertaron a comentar en rueda de prensa los responsables del festival, asuntos como la reciente huelga de montadores en la Fira de Barcelona o el cambio de fechas habituales al mes de julio pueden haber afectado sensiblemente. Pero tampoco es cuestión de hacerse trampas al solitario y un poco de autocrítica en el balance se intuye necesaria. Porque, Sónar, ¿qué tal volver a meter melodías en el festival? Imaginad qué fantasía, ¿no? Yo sé que darle voz al amplio espectro que forman las diferentes músicas urbanas tiene todo el sentido y la importancia que se le viene dando últimamente. Sin embargo, no parecen tan lejanos los años en los que también tenían relevancia en el cartel desde viejas pero maravillosas glorias como Pet Shop Boys, The Human League o New Order hasta combos hedonistas como FM Belfast pasando por propuestas como Röyksopp con Robyn, Lykke Li o parte de PC Music. ¿Qué tal volver a darle un espacio al pop electrónico desde sus múltiples y aún apasionantes formas? Quizás entonces en los periódicos al día siguiente se volvería a hablar de FKA Twigs o Anohni en vez de Virgen María o Cecilio G.
Y es que si la canción más celebrada del festival fue ese homenaje de Bad Bunny al punk-pop de toda la vida de Dios que es «Tenemos que hablar«, pues, quizás, tenemos que hablar.
Teorías de la conspiración
Se supone que tengo que hablar de toda la noche, ¿pero de verdad a alguien le interesa algo más a parte del concierto de Bad Bunny? Mientras salía del recinto del Sonar Noche, veía a gente que abandonaba el metro a punto de entrar en el recinto, ya acabado el concierto. La noche es joven, quedan un montón de djs aún, pero no puedo evitar sentir un desprecio hacia esta gente: un “no entiendes nada de la vida” equivalente a cuando alguien te dice (y pasa) que «Thor: Ragnarok» es la peor película de Marvel.
Tampoco es que pueda comentar nada demasiado esclarecedor sobre el resto: llegué al Sonar Día para las últimas tres canciones de Bad Gyal, lo cual fue un acierto. Un acierto porque llegué para la traca final (cuando cantó «Internationally«, «Santa María» y su gran obra cumbre «Fiebre«), tuve tiempo suficiente para tener la revelación de que deberían contratarla junto con sus bailarinas para hacer de fichas de parchís en «Toy Story 5«, pero no lo suficiente como para hartarme de las chorradas que dice. Así, en dosis pequeña, de repente me encanta. Quizás habría que darle otra oportunidad al llegar a casa. Ah, sí: poniendo la oreja en una conversación ajena más tarde en la noche, gente cercana a la cantante hablaba sobre la peluca de Alba. Que seguramente soy la única thot ingenua que no lo sabía, pero: BASTA con las unrealistic expectations de pelo. No te creas que tu pelo pueda soportar un tinte diferente cada vez que tienes un mental breakdown porque ni el de las famosas lo pueden: llevan pelucas. (Además mal puestas, por lo que pude oír)
Al grano. Bad Bunny. Mi primo, que el día en el que vino a visitarme a Barcelona me dijo “llévame al Apple Store de Plaza Cataluña”, me había dicho que no podía saltarme las actuaciones de Cecilio G y Bad Bunny. Le hice caso a medias. Y creo que aquí se ve bien la diferencia entre Bad Bunny y el resto de artistas para la gente a la que el trap/reggaetón entre modernos nos parece una broma que está durando demasiado.
Bad Bunny cae bien unanimamente, y es esa unanimidad la que estaba ayer llenando el SonarClub. Tiene una vulnerabilidad que nos encanta. Cómo él mismo lo dice, es “suavecito”. Y mientras que Bad Bunny tiene pinta de abrazable, el resto de artistas urbanos fijo que abrazan fatal. Yung Beef no sabe muy bien por dónde poner los brazos y acaba todo siendo un momento muy incómodo, Cecilio G aprieta con demasiada energía y C Tangana con demasiada poca. J Balvin huele a demasiada colonia frutal, y Maluma baja demasiado las manos. Pero en el pecho de Bad Bunny te puedes hundir.
El concierto, que empezó un poco tarde, puso patas arriba bailando el recinto, un concierto increíble con una peculiaridad muy peculiar: EL SUPLENTE DE BAD BUNNY.
Para los que no estabais en Twitter a esas horas: Bad Bunny se pasa el concierto entero con lo que parece un disfraz de apicultor, tratando el hecho con total normalidad, hasta pasados los tres cuartos de concierto que se lo quita para revelar por fin su rostro. Y yo lo tengo claro: hay gato encerrado.
Así que aquí estoy, fanática de las teorías conspiranoicas, que me creo todo desde que Taylor Swift no sale del armario porque su ex Karlie Kloss que se está casando con el conservador de Joshua Kushner se lo ha pedido, hasta que Solange no es la hermana de Beyoncé sino su hija. Aquí estoy, con un señor tapado de pies a cabeza delante diciéndome que es Bad Bunny. SÍ CLARO.
Las sospechas
Tengamos en mente que, dos días antes, Bad Bunny publica fotos suyas en las protestas en Puerto Rico y al rato un sospechosísimo video en el que dice que ha llegado a España. Exacto. Justo lo que alguien que no ha llegado a España diría. Algunos medios afirman que Benito ha dicho que deja la música, otros lo desmienten: lo que sí es cierto es que oficialmente ha interrumpido su gira europea para manifestarse en Puerto Rico contra el gobernador Ricardo Rosselló. Aun así, dice que debe hacer cuatro actuaciones por cosas contractuales.
El concierto empieza también sospechosamente tarde, una tardanza demasiado larga para que estuviesen haciendo los últimos arreglos y demasiado corta para que hubiesen tenido un problema gordo. La tardanza justa en la que un manager dice “que no, que no va a llegar, saquemos al doble”.
Otra clave: las imágenes en las pantallas también iban sospechosamente desfasadas, perfectas para cubrir cualquier fallo de un supuesto suplente.
El modus operandi
Aquí tengo dos opciones:
- Bad Bunny tiene a un portorriqueño con su misma voz (por el acento y tal) que va un avión antes que él a los sitios y se tapa la cara porque físicamente no se le parece nada. Hago una rápida búsqueda de “BAD BUNNY FALSO” en Google y encuentro un video titulado “BAD BUNNY EN VIVO CON SU DOBLE EN ECUADOR causa «EUFORIA»”. Tachán. (Sospecho que puede no ser lo que busco, pero como dicen los carteles esos de los alienígenas: I WANT TO BELIEVE. Así que a pesar de la curiosidad que me da que la palabra “euforia” esté entre comillas en el título del vídeo, decido no ver.)
- Han puesto a Persona Random Que Pasaba Por Ahí a imitar los movimientos mientras Benito entra por los altavoces haciendo una llamada por SKYPE.
Al acabar el concierto me reúno con unos amigos que estaban en unas filas más delanteras y me dan dos pistas más. La primera es que uno dice que en cierto momento ha visto movimientos raros, como si hubiese captado el momento exacto en el que se ha hecho el cambio. La segunda es que me dicen que Bad Bunny estaba más gordito al principio que al final, cuando ya se ha quitado la máscara. He de decir que, si ha sido él todo el tiempo, vestido con chaqueta, sudadera, gorro, máscara, gafas de sol y pantalones largos, calculo que debe de haber sudado unos 15 kilos en lo que duraba la actuación. Podría patentarlo como la nueva moda fitness esto.
Puede que todo fuera una performance de Bad Bunny. Puede que todo fuese una broma, un pequeño chiste interno: un homenaje al 50 aniversario del hombre pisando la luna, el hecho que a día de hoy más escepticismo sigue despertando entre los fans de las conspiraciones. Puede que Bad Bunny también sea de esos que a las 3 de la mañana se mete a ver videos de YouTube sobre cómo Tupac sigue vivo y está viviendo en Cuba.
(La teoría que sí se me confirma es que «Tenemos que Hablar» coge inspiración directa de Blink-182 y que, si Mark Hoppus cantase algo por encima, colaría como una canción del «Enema of the State«: mientras sonaba la canción los visuales hacían un repaso de todos los discos punk-poperos que ha habido.)
Cambiar el mundo con ideas
[ALBERT] Bad Gyal es la prueba de que se puede cambiar el mundo con las ideas.
Pensad en el cuento del emperador desnudo. Todo el mundo ve que está desnudo, pero él piensa que lleva la seda más fina del mundo y eso le hace feliz. Ahora imaginad que a este emperador le suda ir desnudo y que saca hits de dancehall cómo churros. Le suda subir fumada a un escenario. Le suda lo que digan. Le sudan las polémicas. Le suda tener las uñas tan largas que le sea imposible sacarse el carnet de manipulador de alimentos. En su cabeza era espectacular y, con tozudería, también lo acaba siendo en el mundo real. Bad Gyal es la Naruto de la música. Se la compara con artistas que cantan mejor, que bailan mejor, que escriben mejor… pero ella tiene La Actitud.
Suenan unas bases, aparecen cuatro bailarinas con banderas enormes que empiezan a ondear y entonces sale la emperadora (casi) desnuda al escenario y empieza a bailar. Tenía mucho en contra. El primer enemigo, un sol de justicia. El segundo, un público heterogéneo de guiris curiosos no-fans. Y aun así, la gente iba abandonando la dulce sombrita para bailar bajo el sol al son de «Open the Door«, «Jacaranda«, «Internationally» y la batería de temas que ha acumulado en tan poco tiempo estos años.
El sonido y los visuales, geniales. Tal vez la elección de vestuario fue más regular, al nivel del tipo al que se le ha ocurrido que el nuevo espectáculo del Cirque du Soleil se debe llamar Messi 10. Mente cósmica.
En definitiva, la de Vilassar de Mar arrasó y fue lo mejor que le ha pasado al Sónar de Día. Nuestra esperpéntica Santa María consiguió que una buena parte del público acabara pensando que «Fiebre» es el mejor tema de la historia de la música. “Rosalía? What’s that?”
Parpadeo y cuando abro los ojos ya estoy en el Sonar by Night viendo a RRUCCULLA. No estoy seguro de entender su música, pero sé que ella es un genio, experimenta en todas direcciones y es tentador augurar que ha venido para quedarse. Tiene el sonido de SOPHIE y el virtuosismo de ZA! Por desgracia, son pocos los que pueden disfrutar el recital de la vizcaína (es el primer concierto de la noche), y en la camiseta de despedida de solteros de algunos miembros del público se lee “Si ya saben cómo me pongo pa qué me invitan al Sónar”. ¿Querías vanguardia? Toma dos tazas.
Y por fin llega el concierto del conejito malo, que es de todo menos malo. La mejor actuación del Sónar 2019. El punto álgido del verano en el que vimos a Bad Bunny en el Sónar. En 2016 falleció David Bowie y en 2017 llegó en una cápsula desde otro planeta su relevo.
Mientras lanza himnos, Benito sobrevuela el público, juega con las leyes de la naturaleza y se cuela en nuestro pasado, en nuestros recuerdos. Es sensible, es humilde, es carismático y ha leído esta generación mejor que nadie. Encuentra tiempo para la reivindicación, con unas palabras al pueblo portorriqueño y consigue que varios miles de personas acaben coreando “Ricky renuncia”. Os juro que yo soy Ricky y me falta tiempo para contradecir al ya legendario Bad Bunny. Si le hubieran explicado bien el conflicto entre los montadores de escenarios y la Fira de Barcelona, seguro que Benito hubiera añadido unas palabras de apoyo a los trabajadores también. Sin que la Fira se enfadase, porque es imposible enfadarse con un conejito tan suave.
Por encima de todo, Bad Bunny es artista. La actuación es una propuesta artística brutal, con miles de personas que hasta el final de la actuación no supieron que era realmente* Bad Bunny quién estaba ofreciendo ese directo porque permaneció emmascarado. ¿Qué hubiera pasado si al final del conciertazo, el cantante se quita la máscara y se descubre que no es él*?¿ Si todo ha sido perfecto pero simplemente no era Bad Bunny*?¿Por qué lo necesitamos a él si sólo queremos sentir con su música?¿La gente paga por una persona o por un espectáculo?
(*) Para hilos conspiranoides, véase la crónica de mi compañera redactora Ainhoa.
Acaba el concierto y acabamos todos sudando la gota gorda, cansados, contentos y con un odio visceral hacia un tal Ricky que aún no conocemos. No sabemos nada de él pero debe renunciar. Soldados del conejito malo. Si me dicen hace 8 meses que estoy en este plan fanboy de un cantante de trap latino no me lo creo, la verdad.
Después de eso atravieso una puerta con florecitas a lo Monstruos S.A. que me lleva al Punt Lila dónde he quedado con algunos amigos y amigas. Después de eso, otra puerta que me lleva fuera a tomar el aire. La última puerta que cruzo conduce al SonarPub, en medio de un set de Kaytranada, dónde quien más quien menos está entregado a la música y dónde no cabe un alfiler. La marea de bailoteo llega hasta la alejada (y disfuncional a nivel arquitectónico) zona VIP del SonarPub, buenos visuales y una sesión perfectamente adecuada a la hora y el mood de los asistentes.
La fiesta prosigue en el SonarClub con HAAi y Paul Kalkbrenner. Por un lado hay los fans acérrimos y gente muy metida (en el concierto) que son capaces de aguantar delante de los altavoces a varios cientos de decibelios, altas temperaturas, humedades que hacen condensar el agua, escasez de oxígeno… como dirían The Killers: “are we cianobacterias or are we dancers?” Por otro lado está Le Peloton cómo en una etapa tranquilita del Tour en la campiña francesa, gente no tan entregada pero que han venido a pasarlo bien y están teniendo lo que quieren.
Cuando acaba Kalkbrenner decido guardar ya la libreta de antropólogo del techno y me dirijo a la barra para devolver mi bonito vasito de plástico reutilizable con arbolitos. Excelente iniciativa.
Me voy en metro a casa para reducir mi huella de carbono y me doy cuenta de que estoy exageradamente cansado. Es lo que tiene bailar.
Sónar 2019, ¡ayúdame!
[OSKAR FANJUL] Por fin ha llegado el gran día, se trata del sábado de Sónar 2019. Suele ser un día de contrastes, dónde sabes si la gente se está planificando bien, si piensa en su yo del futuro y sabe cuando cerrar el día anterior para tener las energías a pleno rendimiento para continuar; o si por el contrario se dejaron llevar por la euforia de una noche completa, como lo fue el viernes.
Tanto si eres de un grupo cómo de otro, el momento de decidir ya ha pasado, baby, y ahora solo tienes que ponerte un nuevo modelo para bailar y disfrutar sobre el césped artificial más famoso de Barcelona.
Para ir abriendo boca, no hubo mejor manera que el dj set de La Diabla, aunque el público comenzó a crecer de manera descarada cuando se acercaban las seis de la tarde. Todos los ojos estaban puestos en el escenario del Village, que puntualmente dejaba ver el inicio de una de las cabezas de cartel. Bad Gyal y su nuevo espectáculo. Vamos por partes, tampoco tantas, pero si que pudimos ver dos etapas muy diferenciadas. Al principio la conexión con el público se dejó comer por los nervios, el miedo y la responsabilidad de actuar en un lugar casi de culto, bueno sin el casi. Las bailarinas estaban más entregadas que ella, o al menos eso era lo que nos llegaba. El tiempo pasaba y sufría porque este mood cambiara. Tienes una hora para demostrar que puedes conseguir el trono del Sónar by day 2019, o fracasar el en intento. De repente ese momento llegó, la diva urbana y sus uñas de diamantes se hicieron con el escenario y el twerking y los ventiladores fueron un añadido a los gritos del público, que saltaba con cada hit. Para cerrar, el nuevo tema sensacíon, «Santa María«. El titular de este directo es: ‘Comenzó Lil Papaya, se bajó del escenario Bad Gyal’.
Ahora tengo un rato para pasearme por el recinto, saludar e intentar despegarme del calor que va creciendo día a día. Cuando me doy cuenta llega la hora, y lo que era un rumor convertido en leyenda se hace realidad. ¿Cómo íbamos a ver un caballo en el Sónar? ¿Seguro que has descansado bien, chica? Cómo uno ya no sabe que más se puede hacer para sorprender, se lo cree a medias. ¡Menos mal que me lo creí un poco! Al momento dos chicos con banderas de racing, acompañaban a un caballo… y ¿quién iba subido? Pues Cecilio G.
Paremos un momento. Resulta que publicas una canción contando que te colaste en el Sónar hace años, tu gran hazaña, y ahora que tienes entero para ti el escenario XS, apareces con todo tu papo en un caballo. Pues mira, arte, performances y todo lo que necesites, porque ya tienes mis respetos. Sold Out. Un público entregado a un artista que musicalmente es más plano que un platillo volante, pero con unas letras y un carisma que engancha por completo a los presentes. Fantasía que refleja que la música puede conseguirlo todo.
Llega un momento difícil, decidir si ver a Brat Star o recogerse para llegar sin agobios al recinto del Sónar by night y mantener las energías de una noche bien movida. La razón me lleva a cambiar de lugar y, aunque llego puntual al escenario SónarClub, todo se retrasa. Se dice que el artista no se encuentra bien y no se sabe si finalmente podrá hacer su show. Veinte minutos después las luces cobran vida y comienza un momento histórico en el festival. Bad Bunny aparece en escena, pero… ¡One moment! ¿Seguro que es él? ¿Seguro que no es un doble que se mueve al ritmo de un falso directo grabado? Logísticamente todo es posible, y si además llevas una red, un sombrero y unas gafas tapándote la cara… Pues la teoría de la conspiración aparece y no hay quién la pare. El show fue muy limpio, tanto vocal como rítmicamente, y eso gustó, ¡Y mucho! Hits como «Mía» o «Caro« hicieron que el público perreara sin control. Al final llegó la sorpresa. El circo que llevaba en la cara desapareció y realmente Bad Bunny estaba en Barcelona. ¿Creéis que la conspiración terminó? Ya dicen que en realidad era un doble y el sólo cantó los dos últimos temas. Me quedo con todas las versiones porque la provocación me chifla.
De nuevo un tiempo de descanso, que lo aprovecho para pasarme por SonarCar y disfrutar con Body & Soul. Apuesta segura durante las 6 horas continuas que dura el DJ set. Aplauso infinito. Atravesamos todo el recinto para disfrutar de hora y cuarto de crema. También aprovecho para decir que podía haber pasado toda la noche allí. Kaytranada fue uno de los reyes de la noche. Con unos visuales sencillos, nos fue llevando por una nueva manera de entender el soul y funky perfecta. No pudo faltar su remix aprobado por Janet Jackson, y los cortes de micro que medía el ánimo del público. Todos mis respetos.
Sin descanso y en el mismo sitio comienza DJ Tennis, con un toque más frenético que fue subiendo poco a poco, los pies ya se te iban para pedirte un poco de tregua, así que el italiano consiguió su objetivo sin pestañear.
Seguimos sin movernos del SonarPub. Enfundado en una camiseta de macramé fino, sino con este calor a ver quien es el guapo que lo lleva. ¡Bueno que me pierdo! Dixon era el protagonista en ese momento, y el imán de su música hacía que el número de gente creciera. Los estilos iban cambiando de manera muy elegante, y cuando aparecieron órganos guiando la melodía… ¡Menuda noche! Muchas veces cuando preparas el horario en casa, te creas unas expectativas que luego sufres porque no se cumplen, pero en este caso eran aciertos. Tanto que era momento de cambiar de lugar y costaba.
Louie Vega & Honey Dijon se encargaron del cierre de esta edición. Un momento clave que puede potenciar el buen sabor de boca, o dejarte con una espinita. Cuando remezclas «Con altura» de Rosalía, de una manera tan delicada que hace que mejores el tema original, y luego consigues que Barcelona vuele con Donna Summer… Cierre de 100 estrellas Michelín. Amanecía y el calor se mezclaba con las ganas de seguir disfrutando música y conectar unos con otros.
Es hora de recoger y guardar una edición más de Sónar, la más complicada de preparar por todas las trabas que aparecían por momentos. Nada impidió que 105.000 personas se pasearan, bailaran y viajaran con una selección de música muy bien hilada. Por mi parte me he dado cuenta de un problema superior a mí. Soy incapaz de beber y caminar al mismo tiempo. Lo intenté durante los tres días de festival y no lo he conseguido. Me marco como objetivo demostrar que se puede hacer. 18, 19 y 20 de junio de 2020 sólo están a 11 meses, la espera es corta, así que… ¡Sónar 2020 ayúdame!