Tras la caída de A$AP Rocky del cartel, el viernes del Sónar 2019 acabó teniendo dos protagonistas totalmente inesperados: Disclosure y K Á R Y Y N.
Un viernes de Sónar galáctico
[DAVID MARTÍNEZ DE LA HAZA] El Sónar es un poco como el Madrid de la era galáctica, un macroorganismo orquestado por una mente maquiavélica y megalómana a lo Florentino Pérez construido a base de Zidanes y Pavones con la única idea de arrasar a todo aquel que se enfrente a él, dejando tras de sí decenas de miles de personas al borde del éxtasis y algún que otro cadáver. Además, claro, de bastantes horas de buena música, que para eso estamos aquí.
Toca entonces enfrentarse al viernes del Sónar 2019 y, citando al gran poeta Chris Martin, nadie dijo que fuera fácil.
Holly Herndon viene acompañada de un pequeño pero llamativo ensemble para presentar “PROTO”, su nuevo (más que un) disco, cuya más aparente particularidad es la inclusión de Spawn, un programa de inteligencia artificial que procesa el audio que percibe para crear improvisaciones sobre esos sonidos. Algo, como ciertamente anticipareis los que estéis familiarizados con la obra de la artista norteamericana, muy en la línea de Herndon y de su compañero creativo Mat Dryhurst. Cada paso que da Herndon (cada álbum, cada gira, cada nuevo concepto teórico musical) la acerca más y más en su carrera por convertirse en el pináculo de la post-ciencia aplicada a la creación sonora. Y “PROTO” podría ser el paso definitivo.
Para su traslación al directo, el mencionado ensemble cuenta con el propio Dryhurst, tres señoras que parecen extraídas de El Misterio de las Voces Búlgaras y dos cyborgs clochardianos. Todo muy midsommar, como unos davidianos futuristas y con varios estudios de postgrado. Entre todos ellos, y con unos visuales que apelan a teorías post-apocalípiticas y al conflicto entre lo vivo y lo moribundo (ordenadores y otras máquinas sufriendo procesos orgánicos de descomposición y putrefacción), consiguen atrapar llamativamente al público del SonarHall con esa investigación perpetua de las armonías vocales, que, minimizando los componentes filosóficos, es finalmente la propuesta última en el plano musical que vertebra la obra de Holly Herndon.
En mitad del concierto, un grupito de gañanes cuñadean jocosamente y sueltan “ajajaj ya no saben qué inventar”. ¡Ah, amigos! ¡Evitad esos desmanes a la ciencia cuando sin ella no podrías meteros todo eso que vuestro lenguaje corporal sugiere que os habéis metido!
En fin, si existió la noche de los cristales rotos, esto es la tarde de los abanicos abiertos. El frío es el bien más precioso y preciado de la humanidad. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Y si los grandes triunfadores del Sónar 2019 son los abanicos, los grandes perdedores son los valores estéticos, esos valores que lloran y lloran por las esquinas al ver que el body paint no era solo un atrezo para ver la actuación de Dengue Dengue Dengue en la jornada inaugural, sino que ha venido para quedarse.
El highlight de la jornada promete ser la actuación de la debutante Káryyn (estilizado K Á R Y Y N), así que dejamos atrás a un sosias de Ramón Trecet (¿o sería él realmente buscando la belleza en este asqueroso mundo durante el concierto de Holly Herndon?) y a Tomás Fernando Flores (este sí era él, fijo), pasamos de refilón por lo de Masego que pinta bien pero sin pasarse y nos plantamos en la cola del SonarComplex para ver a la autora de “The Quanta Series”.
Y Káryyn bien. Muy bien, incluso. La narrativa del concierto evoca a la apertura como logro último, antítesis de la timidez extrema. Así, la joven artista de origen sirio empieza el espectáculo desde la ausencia para ir mostrándose fugazmente tras el aparataje que la acompaña en el escenario y terminar finalmente abriéndose ante el público, ante el mundo. Si a una narrativa interesante le sumamos canciones preciosas como las de “The Quanta Series”, unos tratamientos vocales maravillosos y una presencia que se intuye bastante mágica, pues tenemos uno de los conciertos del festival, qué duda cabe. Si además como broche final abordas tu mejor canción, la fascinante “Ever”, por la vía de la solemnidad íntima, pues apaga y vámonos.
Vámonos para el SonarVillage, donde DJ Krush está pinchando su colección de discos de hip-hop semiabstracto para devoción de un sorprendentemente nutrido grupo de admiradores o, por qué no admitirlo, fiesteros casuales e incansables que te bailarían lo mismo el “Crispy Bacon” que “Paquito el Chocolatero”. Me dice mi compañera Ainhoa Marzol que es lo más hetero que ha escuchado en su vida. Lo que le gusta exagerar.
Tras Cabiria DJ Krush, turno para la diosa Maya Jane Coles. Ella, quién me dice si era ella, porque en las proyecciones se la vio fugazmente al principio pero después nada de nada. Bueno, pues ella bastante bien. Sorteando la pequeña diáspora del sector poblacional que tras Krush decide optar por otras propuestas como las de Dellafuente o SebastiAn, Coles presenta su nuevo disco “Nocturnal Sunshine” y se marca una gozosa dosis de techno rotito con variantes dub, áspero pero sin pasarse que aún no se ha puesto el sol en Montjuïc y no es plan de ponerse excesivamente duro.
Quince minutos de descanso reglamentario, pitido y vuelta al campo para mantener el resultado, aunque el rival saca a su más temible figura, ese auténtico killer del área llamado Sónar de Noche.
El primer gol llega de la mano de Stormzy. El artista del sur de Londres arremete con la fiereza que le suponíamos el inicio de su set: “Cold”, “First Things First”, palabras de recuerdo a A$AP ROCKY celebradas por la audiencia… Todo ello con su característica metralleta vocal. El SonarClub en estos momentos no está ni mucho menos lleno, pero lo parece, tal es la energía. Me pregunto si todo el mundo está en sintonía con mis pensamientos y le pido a Raül de Tena, director de fantasticmag, sus impresiones del show. Cito textualmente: “todas las canciones hablan de comer coños, lleva unos pantacas de Riccardo Tisci para Burberry, está muy bueno, ESTÁ AQUÍ PARA PERFORARTE”. Vale, no es lo que yo pensaba exactamente, pero adivino que sí está en sintonía.
Después, minutos de juego embarrado, aproximación (es un decir porque la zona de prensa del SonarPub está a tomar por culo) al set de Acid Arab y ni tan mal con su house desde los márgenes. Paseo por la carpa de los autos de choque, patrocinada por úurex con un cartel que reza en grande “CHOQUES INOLVIDABLES #SONARbyDUREX”. Mis aplausos van para ese publicista, cerebro galaxia. Luego DJ Seinfeld con un set bastante menos sutil que los cambios de sentido de José María Gutiérrez Hernández “Guti”, pero llevándose el aplauso del respetable, del cual a esas alturas de la noche ya podemos decir que crowd se escribe con C de cogorza.
Ahí llega momento de parar: toca aceptar el resultado, bajar la cabeza, asumir la derrota y dar la cara ante los nuestros. En el fútbol, lo importante es el marcador y a veces la pelota no quiere entrar. En el Sónar pasa igual. Duchita, descanso y a pensar en las posibles debilidades del rival que puedan llevarnos a la victoria. En unas horas, partido de vuelta. Quizás, solo quizás, una nueva crónica de una muerte anunciada.
Un viernes de Sónar como una Boyberry
[AINHOA MARZOL] Empiezo mi jornada con DJ Krush y sus vinilos. El veterano de Tokyo, capital de este formato, se mueve como pez en el agua creando hip hop abstracto y siendo el genio del scratch que esperábamos. Junto con DJ Shadow, peces gordos en pecera pequeña, son los titanes en un estilo con pocos supervivientes después de casi 30 años. Hora y media es un poco demasiado trallazo para mí, pero me sigue fascinando. Un absoluto acierto.
Después de estar un rato dando vueltas y esperando a mis amigos que prometían llegar para SebastiAn, me meto en la XS. Tenía algo muy pendiente por ver: a la Virgen Maria.
Si algo odio más que a la gente rica es a la gente rica que intenta tomarme el pelo. Virgen Maria tiene una payasada de discurso, entre invents (“[la Virgen Maria] ha tenido menos peso que otras figuras masculinas de la religión”, niña, no hemos tenido 300 años de Renacimiento para que vengas con estas o “yo tuve un pasado de stripper”, niña, que sabemos que eres la hija de Veronica Forqué y saliste en el anuncio de Loewe 2012, hacerle un lapdance a un ligue que se llamaba Bosco no es ser stripper) y un empoderamiento basado en el culto al cuerpo femenino normativísimo y al sexo que ya lo desgastaron las Kardashian en su momento. Y su actuación ha resultado lo que esperaba, un hardcore ravero random cambiando la letra por “GOD GOD SEX GOD SEX SEX BLESS SEX BLEX”. Mientras, da piruetas en una barra de pole dancing que tiene al lado, como perfecta escenificación de las piruetas mentales que hay que dar para entender esto como empoderamiento de la mujer. En fin.
Artwork (y una cerveza, todo sea dicho) es capaz de ponerme a bailar en medio de mi cabreo. El DJ londinense, que suele hacer un repaso de todas las épocas de la electrónica que ha vivido, empieza el set al más puro estilo disco: con saxos, sirenas y beats bailables. El Village, que es el punto de encuentro de un montón de gente que no sabe a dónde ir (y les da igual), empieza a moverse al unísono. Debo decir que el Village no es mi sitio de cabecera, pero pocas veces que he pasado por ahí había visto este compromiso unánime del público. Empiezo a ver que hay una regla, y es que el número de gente bailando es proporcional a la cantidad de saxos que hay en la canción. Tomen nota futuros productores.
Sin embargo, en cuanto empieza a pasarse al tecno más normalito y menos orgánico, la gente se va parando. Los motivados de las filas de adelante siguen, por supuesto, pero el cacareo de la gente se apodera de la zona de atrás. Me da cada vez más la sensación de que esto es música para cerrar las discotecas y para que vayamos rindiéndonos gradualmente al bus lanzadera que lleva al Sonar Noche.
Llego al Sónar Noche. No, hablemos de Sónar Noche. Hablemos de los vibes de purgatorio que tiene el sitio. Con menos gente de la que se espera el sábado, las luces rojas, la electrónica sorda de fondo mientras cruzo los pasillos y el olor a kebab por zonas, hacen que sea una experiencia única. La decadencia se suma a no entender muy bien cómo está organizado el recinto, por pasarelas extrañas para prensa que cruzan los escenarios por arriba: es como me imagino un Boyberry a una escala en la que yo mido 10 centímetros. Me ha traído un bus desde el Sonar Día pero no tengo ni idea de dónde estoy, y estoy convencida que si abro una puerta equivocada voy a encontrar las puertas del infierno. Y me pregunto: si un árbol se cae en el Sónar Noche, ¿ese árbol existe en nuestro mismo espacio tiempo?
Con la ayuda de colegas más experimentados empiezo a peinar la zona, de Stormzy a Acid Arab a los autos de choque (estos deberían haberlos metido en la actuación de Dellafuente) a DJ Seinfeld. Entiendo que de noche la Fira Montjuic es inabarcable, pero me tengo que quedar con el Sonar Día.
Empieza Octavian. Moviéndose de un lado del escenario al otro, en directo suena mucho menos impecable que en disco. Grita que “Free A$AP”. Que con cómo ha avanzado la noche con los tweets de Donald Trump diciendo que Kanye West le ha pedido que dialogue con Suecia igual ya prefiere quedarse dentro de la cárcel y tal, pero bueno, no me meto. Ganó el sonido del 2019 por la BBC, pero si quiere quedarse en el panorama musical a la larga, deberá hacer algo con su performance.
Y es que, al final de la noche, el talento no necesita de ganchos estúpidos o de modas: nace en los márgenes de ellas. El Sónar que más me gusta es el que hace eco de estos márgenes pasados, aquellos que son capaces de sobrevivir al paso del tiempo, y de sonar frescos pinchando con vinilos a los 56 años. Y es que quien vale, vale. Y quien no a ADE está condenado a ser estrella un Sónar, máximo dos, y luego desaparecer en el olvido. Da igual cuánto dinero tienen tus padres para financiarte todos los intentos de dar la nota musical. No volverán en 30 años, tomad mi palabra.
Un viernes de Sónar a bordo de la Apolo 11
[ALBERT] Un astronauta pegando brincos por una supuesta superficie lunar y una bandera de Estados Unidos ondeando al viento. Se cumplen 50 años de la misión en la luna de Neil Armstrong and the Queens y yo aterrizo en el SónarHall (Sónar de Día) un poco cómo la Apolo 11, alunizando y luego alucinando. Me hacía ilusión ver a SebastiAn, la verdad, uno de los titulares clásicos de Ed Banger Records. Y además que va a sacar un nuevo LP este otoño, por fin, después del «Total» de 2011.
Creo que había dudas sobre cómo podía ser el directo, porque el tío se ha dedicado los últimos años a ayudar a artistas en gran parte fuera de la órbita del French House. Pero SebastiAn cumplió con creces y bailé y grité y vinieron reminiscencias de ese concierto de Justice unos años atrás con unos buenos amigos que últimamente veo menos. Salí embarazado de allí.
Al ritmo de un celebrado Artwork en el SonarVillage, entré en el portal intergaláctico que te dejaba en el Sonar de Noche, en medio de L’Hospitalet, la cara oculta de la luna del Sónar en la que es difícil documentar todo lo que sucede.
El primer artista que veo es DJ Seinfeld, al que considero un poco cómo el Bon Iver de la electrónica: después de una época dura en su vida, se retira a Barcelona un tiempo (su Wisconsin) y moldea un álbum lo-fi inspiradísimo que lo propulsa a la fama. Lejos del sonido melódico del «Time Spent Away From U«, DJ Seinfeld no acierta en este set en L’Hospitalet y consigue un público apático y poca conexión. Esto no es Londres, y algunos no se han enterado aún. Al productor sueco se le agradece de todas formas el guiño al Apolo 11 en sus visuales de viajes espaciales, o eso quiero pensar yo.
Tengo el placer de participar en la propuesta de 6 horas que Floating Points estaba cocinando en el SonarCar. Lo que tenía que ser una expedición científica para ver el ambiente, acaba siendo un bailoteo sideral de más de una hora, con cada vez más gente luchando por entrar a esa sala de baile que Sam controla desde sus vinilos, tal vez porque es el único refugio de house en una jornada dominada por el (t)rap y el techno. Pero mucha de la gente ha venido a bailar.
Vuelvo al SónarClub a ver a Mall Grab, y en este caso el australiano sí que afina más con una sesión más acorde a la hora y el estado de los asistentes. El set es muy rítmico y de una dulce monotonía que consigue el beneplácito de fans y no-muertos.
Después de la cancelación de A$AP Rocky, opino que el mayor cabeza del cartel del viernes era Disclosure, y podría haber salido mal pero se alinearon los astros y acabó siendo un milagro. Lo que consigue el dúo inglés creo que pocos artistas pueden soñar con hacerlo, se pueden permitir hacer un dj set pinchando únicamente sus propios temas y mantener al público eufórico todo el concierto a horas ya indecentes. Además el apoteósico final de «Latch» + «Help Me Lose My Mind» + «You & Me (Flume Remix)» significa una vuelta al ruedo, dejando a miles indefensos e incapaces de salir del recinto para seguir bailando en otros escenarios. Y todo esto a las 5 de la mañana.
La gente satisfecha cómo un comensal después un festín se mueve a otros escenarios y yo me uno a la marea que va a Four Tet, que está dando un recital a oscuras y por lo visto es otro de los triunfadores del día. El gran perdedor son mis pobres pies, que han sufrido mi mala elección de llevar sandalias toda la noche. La próxima que vaya a pisar la luna me pillo botas.
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[OSKAR FANJUL] ¡Por fin es viernes! Aunque el jueves ya me dejé ver por el recinto de Montjuic, necesitaba concentrar todas mis energías en el fin de semana que acaba de comenzar. Me quedo libre a mediodía y cumplo con los trámites corporales obligatorios. ¡A ver que os pensáis! Se resumen en un bocadillo XXL y el cambio de modelo para ir fresco y cómodo. Llego justo a la hora que necesitaba.
Aleesha comenzó mega puntual su directo, que nos dejó a todos más bien pegados al espacio del SónarXS. El carisma que tiene esta mujer no se puede negar ni esconder, y nos ganó a todos con cuatro palabritas. Aunque hayamos sido compañeros de abanico a la noche, juro por lo que queráis que soy lo más objetivo del mundo, y para prueba os cuento el único detalle que no me gustó del concierto: el vestuario. Está claro que muchas marcas hablan con los artistas para colaborar, pero cuando esto ocurre, creo que hay que ir más allá y ofrecerle distinción, y no dejar que Aleesha se ponga una chaqueta y unos pantalones que llevamos semanas viendo en los perfiles de Instagram que tienen más seguidores de la cuenta. Pero lo importante es la música, la voz, el baile y el foco. Matrícula de honor en todo, es más le hubiera dado un horario y un escenario más grande. Se lo merece y no hay más demostración que la reacción del público con «Peligrosa» o «Si Tú Quieres«. ¿Escucho la palabra bucle al fondo?
Salimos fuera, que nos dé un poco el sol, Mari Carmen. Nos encontramos la fiesta del pop-house bien sencillo y que entra como la cerveza cuando llega el calor. Había sitio suficiente para bailar y el contacto con el responsable al mando de los platos era casi personalizado. Cascales supo quitar el sopor de la digestión y ganarse el aplauso cerrado, con ganas de más del personal que iba creciendo por minutos. ¡Por fin un artista que baila, pincha disfruta, y se encariña con la mesa de mezclas!
¿Qué? ¿Cómo? ¿Really? ‘O nos movemos o no entramos’ Es la frase que más se repite, y es que no me equivoco cuando digo que el directo más esperado de la tarde del friday era el de Dellafuente. Una cuenta atrás en el escenario SónarDome sirvió para terminar de redondear el hype. Hay hypes que se cumplen y superan expectativas y hay otros… Hay otros de los que no vamos a hablar porque el granadino está en esta primera categoría. Un show ameno, ágil y conciso con el objetivo claro: mostrarse tal y como es para hacernos llegar su esencia. El público salió sorprendido y saciado, descubriendo un artista que va más allá de one hit wonder con C. Tangana o Novedades Carminha.
Cerramos la tarde con la controversia y el costumbrismo hecho uno. Era el turno de Virgen Maria. Es de esas artistas que o te gustan o sales corriendo, pero cuando ves cómo combina el arte del pole dance y te da tralla por un tubo, pues te quedas. Me quedo con las caras de disfrute de Barcelona, cuando deja claro que tiene valor suficiente para unir techno y «La Gasolina» enlazando con Enrique Iglesias para su cierre. ¿Dónde está el costumbrismo? Pues que su madre, Verónica Forqué, se quedó extasiada al verla desde el foso como su aura de luces led iluminaba a su hija que posaba como una esfinge al lado de una mesa de mezclas.
Alcanzamos la noche, y el ecuador del festival. Plato fuerte, grande y con esfuerzos para recoger todo ese chorro de energía que es, y que suelta Stormzy. El rapero de la respiración perfecta hizo que la noche se encarrilara desde el primer momento. No faltó un homenaje a ASAP Rocky, más que merecido ¿Qué no te gusta el rap? Con el show, los músculos brillantes y los visuales al día siguientes eres rapero de libro.
La conexión con Sónar +D llegó de la mano de Murlo. La fiesta que se vivía en las pistas que se escuchaban se completaban con los visuales de la pantalla del escenario. No queda aquí la cosa, una pantalla transparente en la parte delantera, mostraba personajes en forma de láser que conseguía la sensación 3D perfecta para volar. Me recordó totalmente a la gira «Electric» de Pet Shop Boys, actualizada y enfrascada en house fresco. Murlo, aquí va un aplauso para ti.
Voy completando la noche con la sesión Acid Arab, donde me quedé boquiabierto con la música tradicional y mega vieja que salía de teclados que vivieron hace siglos y bases vanguardistas. Tenían razón Las Bistecs: cuando se te empieza a solapar todo, corriendo a Disclosoure. Con ellos me queda claro que para disfrutar del Sónar hay que hacer bien los deberes en casa. Los pies empiezan a resentirse, pero si tienes delante a Peggy Gou & Palms Trax para cerrar el día pues se aguanta un poco. Parece que todo fue perfecto, quizá todo era exquisito, o la selección previa me hizo descartar artistas con los que no caso, y no sería objetivo. Para gustos, colores. Y el Sónar tiene la paleta de Pantone completa.