Aldous Harding podría haber sido la nueva PJ Harvey… Pero su nuevo disco «Designer» demuestra que es la única capaz de hacerle sombra a Weyes Blood.
Aldous Harding no es lo que parece. El productor junto al que ha impulsado su carrera ha sido John Parish, pero la neozelandesa poco tiene que ver con la gran camarada del británico, PJ Harvey. Cuando compartió el vídeo de “Blend”, uno de sus singles más conocidos, resultaba sencillo pensar que buscaba la provocación fácil, aunque la simbología y el subtexto que escondía invitaban a todo lo contrario. Y la forma del grueso de su cancionero empujaba a encasillarla en el folk gótico, género que ella misma ha esquivado siguiendo otros puntos de fuga.
Su segundo álbum, “Party” (4AD, 2017), inició esa especie de juego de sombras chinescas en el que, para ver a la verdadera Aldous Harding -de nombre de pila Hannah-, bastaba con dejarse atrapar por un conjunto de composiciones atravesadas por su característica y ondulante voz y una narrativa que también engañaba a primera vista: para entenderla en toda su extensión, había que profundizar en ella con tiento. Dada la exitosa ejecución de esa maniobra, en su nuevo trabajo, “Designer” (4AD, 2019), Harding repite esos movimientos ‘tramposos’.
Primero, ha contado otra vez con Parish tras la mesa de grabación (y como instrumentista). Y, después, ha dibujado otro paralelismo con respecto a “Blend” en la traslación a imágenes y en el molde de su sencillo de cabecera: “The Barrel”. En el clip vemos a una Aldous Harding disfrazada de peregrina colonial y calzada con plataformas practicando una extraña coreografía mientras observa al espectador con su penetrante mirada. Luego se pone una siniestra máscara y, al acabar su peculiar danza, se quita de encima sus ropajes. El producto final es una píldora visual magnética y sorprendente, que ilustra una pieza folk-pop que exhibe la cara más groovy -por denominarla del algún modo- de Harding.
Algo similar sucede con “Fixture Picture”, el otro pilar de “Designer”, ejemplo de la oscilación entre el agudo nasal y la gravedad (junto a “Zoo Eyes”) de las cuerdas vocales de Aldous Harding y reflejo de su imaginario estético, profundamente enraizado en el surrealismo psico-mágico de Alejandro Jodorowsky. Aquí se escucha cómo, en medio de una dulce melodía adornada con cuerdas de violín, la neozelandesa pregunta a su amante cómo es el vino del lugar donde vive y le invita a pasear sobre las dunas, elementos a los que se añaden a lo largo del disco Dubai, néctar, abejas, un barril, melocotones, un hurón, un huevo, un laberinto, una pandereta, una grulla, una erección, Camus… Lugares, líquidos, animales, objetos, frutas y un escritor: si los colocásemos todos en un cuadro, podría salirnos un dalí. Aunque, en función de su plasmación en el lienzo, también obtendríamos un picasso.
Así es la concepción compositiva de Harding, unas veces onírica y, otras, cubista, que va más allá de lo considerado simplemente como críptico. De hecho, sus letras admiten interpretaciones múltiples en función de la idiosincrasia de cada receptor, hasta el punto de que, lo que en algunos oídos produce un hechizo inmediato, en otros genera rechazo. Estos son los efectos extremos que provoca una artista teatral y carismática, que navega entre lo absurdo, lo dadaísta y lo abstracto en frases de significado, en muchas ocasiones, indescifrable y construidas con un pensamiento automático muy ordenado, aunque parezca paradójico.
Con todo, el aura enigmática que rodea a Aldous Harding no se manifiesta artificial ni impostada, sino que resulta muy natural: esa es su forma de estructurar su cabeza (y su corazón) para expresar su visión sobre el amor, las relaciones sentimentales y otros asuntos vitales apoyada en su personalísimo folk, que en “Designer” se extiende hacia el pop de aspecto fresco y luminoso (la titular “Designer”, por momentos una parodia de Sheryl Crow), el chamber pop (“Treasure”), la introspección minimalista (“Damn”, “Heaven Is Empty”) e incluso la bossa nova, pasada por su particular filtro (“Weight Of The Planets”).
La evolución de la propuesta sonora, discursiva y visual de Harding la sitúa en la cabeza de las cantautoras anglosajonas, casi a la altura de Weyes Blood. En un mundo paralelo en el que no existiese Natalie Mering y en el que no hubiese espacio para embustes, trampantojos ni caretas, la neozelandesa se sentaría en el trono. Pero estamos hablando de Aldous Harding, y en su universo nada es lo que parece… [Más información en la web de Aldous Harding // Escucha «Designer» en Apple Music y en Spotify]