Esta entrevista con Marfil hace que nuestra serie de artículos sobre las diferentes caras del drag llegue al punto inevitable del más es más.
En esta serie de artículos con los que Jon Gómez de la Peña (al cargo de las fotos y las entrevistas) y yo mismo (dando forma a los textos finales) nos hemos propuesto dar visibilidad a las diferentes caras del drag, siempre ha habido algo que ha estado claro pero que no se ha abordado de forma directa. A lo mejor porque precisamente es algo que se da por supuesto. O a lo mejor no. Quién sabe. La cuestión es que, si te lo paras a pensar, a todos nos gusta el drag porque es una apuesta directa por el maximalismo absoluto, por ese más es más que inevitablemente nos da la vida en estos tiempos en los que el menos es menos no es una opción, sino una imposición (¡maldita crisis!).
El drag es más. Y eso es algo que queda realmente claro desde el primer instante en el que Marfil abre la boca para explicárnoslo todo sobre su nacimiento: “Marfil nace por el cumpleaños de Raven. Organizamos una fiesta y ahí apareció. Era la primera vez que hacía drag. Pero, en realidad en realidad, cuando yo digo que nace es la primera vez que actúo en la fiesta Pluma. Ahí sí que ya es full package: ahí ya está Marfil. Nace un poco por la necesidad de crear otras cosas. Cuando lo hice la primera vez me picó la curiosidad. Ya me picaba de antes, evidentemente. Conocía a mil drag queen y todos mis referentes son queer, así que quería saber más, probarlo sobre mí mismo también”. De hecho, y como otros casos que hemos visto en esta serie de artículos, Marfil nace ligado a la propia profesión de su alter ego Rubén: “Yo soy maquillador y peluquero, y mi trabajo es muy creativo, pero al final estás en un punto currando que es muy monótono porque lo que te piden no es esto [Marfil señala su maquillaje]. La gente quiere cosas que pueda llevar a diario casi siempre. Uno de cada diez es guay, pero los demás son muy tranquilitos. Necesitaba maquillar, necesitaba peinar, necesitaba hacer cosas sin pensar, y en una editorial está todo muy marcado”.
¿No te encantaría encontrar una especie de válvula de escape para todo eso que querrías hacer en tu trabajo pero que, por a o por b, no te dejan hacer? Pues eso es lo que ocurre en este caso: “Con Marfil nadie me marca, estoy solo yo, me dejo llevar y hago lo que me da la gana. Nace también de esa necesidad de bailar, de actuar, del teatro, de necesidad de que te vean. Tiene un poco de tema de autoestima, o de baja o de alta. Nace sobre todo por eso. Supongo que ya estaba dentro desde pequeño, pero cuando lo haces es súper liberador”. Sí, Marfil también es más liberación. Obvio.
Más Marfil es más Rubén
“La primera actuación en Pluma hice “Bon Appétit” de Katy Perry. Iba bastante sexy, cosa que por ejemplo ahora Marfil ya no es tanto. Ha mutado. Y eso es muy guay, que va mutando y vas viendo quién es. Me encantó, fue muy divertido. Todo el proceso creativo del look, de la cara, el pelo, de explicar algo, hacerlo tú como creador y ya está. Es algo muy honesto”. Sin embargo, la construcción de Marfil es un proceso creativo que no es tan habitual para Rubén por diferentes motivos: “Me encantaría actuar mucho más, que no soy de las que más actúan. Siempre estoy en la Familia de los Pluma, y con las Vichys siempre estamos a tope, pero no actúo tanto porque para mí es un parte tan interna… Yo soy muy dramático y ella también. Cuando explico algo me supone muchas cosas, y me gusta contar cosas que sean honestas hacia mí y hacia Marfil. No me es tan sencillo como subir al escenario y a bailar”.
Pero entonces, ¿dónde podemos ver a Marfil? “¡En Barcelona! No hay una agenda cerrada. Hace unos días hicimos un show en La Federica. Luego en Futuroa, Pluma… Valoro mucho cómo se luce en Futuroa, está muy bien organizado. Y Pluma es súper ravalera: viene de Londres y tiene otro estilo”. Si marfil encaja en todas estas fiestas (y en muchas otras que encajará, vistas las posibilidades de su aproximación al drag), es precisamente porque ese más es más no es algo gratuito, no es llevar las cosas hasta el extremo para hacer el papagayo, sino para expresar algo muy íntimo e intrínseco a Rubén.
Por eso mismo le preguntamos cuándo es el momento en el que en su cabeza sueña un pequeño “click” que da paso de Rubén a Marfil: “Cuando me estoy haciendo la cara lo noto enseguida: me empieza a cambiar hasta la manera de moverme. Cuando estoy solo, no tanto. Pero, con Raven, cuando me maquillo empiezo a cambiar. Y, cuando me pongo la peluca, ya no estoy yo: es Marfil completamente. Me cambia todo, sale directamente sin pausa, ¡fum! A tope. Es una sensación que me gusta muchísimo: noto que puedo hacer mil cosas”.
El drag como (más) libertad, como (más) posibilidades, como (más) territorios creativos que explorar. El drag como un (más) que, al elevar al cuadrado tu propia personalidad, te permita conocerla en mayor profundidad: “Marfil es yo 2.0 o elevado al cuadrado. No es mejor que yo, sino que soy yo elevado al cuadrado. Si yo soy intenso, ella es más. Si yo soy sexy, ella es más. Es guay ver una parte tuya, y enseñarlo; pero a la vez es ella, que es otra cosa. Todo el mundo me pregunta por el Instagram de Marfil, y no hay porque soy yo. Es una persona, y los dos tenemos dos caminos que luego van juntos. Marfil es muy melancólica, teatral, tiene un punto japonés porque tiene mucha influencia manga. Me gusta este rollo del teatro, de pierrot, renacentista, barroco, incluso medieval. Cuando lo pienso, es como si la reina y el bufón de la corte tuvieran una hija. Es Marfil, que es graciosa y es bella”.
Más drag es más libertad
¿Cuándo siente Rubén que Marfil alcanza su máxima expresión? “¡Teatro! También me encanta y me emociona el club, el momento comunidad LGTBI: hay una energía tremenda y me flipa, Pero sobre todo me gusta el teatro, poner a Marfil en un teatro. Me la imagino haciendo una obra, una historia real de más de cuatro minutos, sin música. Eso me encantaría. Si hiciera eso, sería mi “Black Swan”, ya está. Hago teatro como muy terapéutico, muy de expresión y de improvisación y de mostrar cosas tuyas, que al final es un poco Marfil eso. Como fin de curso tenemos que proyectar un espectáculo propio, y yo quiero hacer algo sobre la dualidad: Rubén y Marfil en el mismo cuerpo, quién necesita a quién, quién puede más que quién. Esa lucha, que al final es que uno sin el otro no hacen nada. Llevo poco, pero en estos dos años Marfil me ha enseñado mogollón de cosas: a tener más desparpajo, a no ser tan tímido. Sin ella no estaría, y ella sin mí tampoco, porque necesita mi cuerpo y que sea yo… Eso sería mi obra en el teatro”. Pues es una obra de teatro que nos morimos de ganas de ver. La verdad.
Porque, a la vez, sería una obra de teatro que vendría a probar que Marfil ha llegado a donde se merece estar, que es bien alto. Por ahora, el camino se va andando pasito a pasito: “Marfil empezó como un juego, y sigue siendo un juego. Yo no pretendo ganar dinero. Si me pagan, mejor, pero cuando entra el dinero se corta la creatividad. Como es un juego, me gustaría que pasaran cosas. ¡Me flipa cuando de repente nos llaman de Estocolmo! Nos llamaron para actuar y nos pagaron. Incluso nos pagaron vuelos, ¡y estuvo muy bien! No cortó mi creatividad, así que eso es muy guay. Me encantaría viajar. Cuando vamos a Canarias o a Londres nos los pasamos muy bien. Ahora vamos a Londres otra vez con todos los Pluma a un festival. Me apetecen estas cosas: los vídeos como el que hicimos para Navidad, ¡crear personajes!”.
Fascinados como vivimos con el drag, es normal que lo imaginemos como un mundo de altos vuelos repleto de ese bling-bling al que “RuPaul’s Drag Race” a veces nos induce a pensar. Por eso a lo mejor a alguien pueda parecerle sorprendente que Marfil se ilusione con un viaje a Londres en el que lo más impactante fuera que le pagaran… ¿No es oro todo lo que reluce? Le preguntamos qué opina de la explosión drag que estamos viviendo en los últimos años: “Me encanta. En septiembre estuve en Nueva York y el drag era una cosa tan normalizada. La Dragcon fue lo máximo. En Nueva York, la ciudad se mueve de forma muy orgánica, van pasando cosas todo el rato. Debido a RuPaul, el drag es muy mainstream, algo que puede ser contraproducente porque parece una fábrica de hacer drag queens. Pero, a la vez, a esto hay que darle visibilidad. Si hay personas como Courtney, Adore o Bianca que llevan su drag muy arriba gracias a una programa así, mola. Anima a la gente más joven a probar, también. Hay drags muy jóvenes, y eso es guay. En comparación, lo de aquí es una tontería. Yo tengo que ir en taxi montada, pero en Nueva York van en el metro. Aquí todavía es muy de casa al club. No es que haya que ser más mainstream, sino que la gente que empieza ahora no debería tenga ese miedo”.
Y lo cierto es que, si nos basamos en su caso y solo en su caso, debemos pensar que las nuevas drags ya no tienen ese miedo: “Hasta aquí ya hemos recorrido camino y, ese camino que falta, nos toca a los nuevos. Vayamos más adelante, ya estamos hasta aquí, ya es normal que haya una drag queen en un club. Eso motiva, como comunidad es muy guay. Pienso en mi madre, en mis sobrinos que siempre quieren que venga Marfil. Que un niño de seis años quiera eso es muy guay. Antes solo estaba en el colectivo, en la noche y para nosotros. Ahora no importa ni género ni orientación sexual. Mis colegas heteros ven “RuPaul’s Drag Race” y vienen a nuestros shows. Eso es lo que me motiva: ver crecer a la gente que hace drag y a los que estaban fuera, que entran a disfrutarlo. La cosa punk y underground es guay, pero si se abre, se abre, siempre y cuando no se desvirtúe. Nos preguntan: ¿pero hay drag queens chicas? Y la respuesta es que ¡ahora sí! Igual antes no había, pero ahora sí hay. Es una cosa nueva y puede estar dentro, ¿por qué no? Y si además estamos todos ondeando la bandera de libertad, no puede coartar a nadie porque eres tu propio asesino”. Más drag es más banderas de libertad. ¿Cómo no comprar la teoría de Marfil? [FOTOS Y ENTREVISTA: Jon Gómez de la Peña] [DISEÑO GRÁFICO: Miguel Cano] [TEXTO: Raül De Tena] [Más información en el Instagram de Rubén Marmol y en el de Jon Gómez de la Peña]