¿Tú también sientes una fascinación profunda al respecto del «homo sovieticus»? Pues entones necesitas leer los «Diarios de Kolimá» de Jacek Hugo-Bader.
Existe en la Rusia oriental una autopista de 2025 km. Algo irrelevante si no supiéramos que fue construida por prisioneros del Gulag por orden de Stalin. Primer dato. Popularmente se la conoce como la “Carretera de los Huesos”, porque bajo ella están enterrados miles de prisioneros que murieron en el intento. Se dice que costó un muerto por cada metro de carretera construido. Segundo dato. Insaciable, a día de hoy sigue cobrándose muertes: es una de las carreteras más peligrosas del mundo, sobre todo en primavera cuando comienza el deshielo. Tercer dato.
En esta tierra lejana e inhóspita se adentra el autor Jacek Hugo-Bader para recorrer toda su extensión en autostop. «Diarios de Kolimá«, publicado en nuestro país de la mano de La Caja Books, es el libro fruto de ese viaje, de esa idea peregrina, loca y kamikaze, de ir a un sitio en el que nadie querría vivir. O en palabras del mismo autor: “En ocasiones es descrita como la peor pesadilla del siglo XX, la isla más terrible y maldita o la más remota del Archipiélago Gulag, su polo más gélido, el Gólgota ruso, el crematorio blanco, el infierno ártico, un campo de concentración sin hornos, o incluso se la llega a comparar con una máquina de picar carne y machacar huesos a escala industrial”.
En Kolimá todo es extremo y brutal. Desde su fauna, con shatunes, osos solitarios y asesinos, o los laikas, una raza de perros capaces de hacer frente a esos osos feroces; su flora, con arbustos que te avisan de la llegada del invierno a pesar de estar todo nevado desde hace meses: se tumban y esconden bajo la nieve para no erguirse hasta la llegada de la primavera; o el omnipresente permafrost, parte del suelo que no se descongela nunca, ni siquiera en verano; y, por supuesto, el clima, el invierno kolimiano, frío polar que puede alcanzar los 70 grados bajo cero, haciendo gala de tener una de las zonas habitadas más frías del planeta.
¿Qué lleva entonces a alguien a querer habitar este lugar en la tierra? Esa es la pregunta que lleva a su autor a Kolimá. Saber cómo se vive en el cementerio más grande del mundo. Por este diario desfila un cabaret humano del horror, de la soledad y la incomprensión. Por las páginas de los «Diarios de Kolimá» desfilan los “popútchik”, compañeros de viaje en ruso, y sus historias: exiliados, supervivientes de aquella pesadilla, familiares que buscaban a familiares ya muertos y se quedaron, oligarcas, buscadores de oro, oficiales de Seguridad, mafiosos, funcionarios corruptos que trafican con las licencias de pesca y juegan a las cartas como si les fuera la vida en ello, transportistas con una familia en cada extremo de la ruta, almas solitarias que lo bañan todo con vodka, mucho vodka, a veces incluso con alcohol de 90 grados. Alcohol para sobrevivir, metafórica y literalmente, para ahogar las penas pero también para poder contarlo al día siguiente.
La resilencia como factor común denominador. Gente que lo tiene todo en contra: el clima, la Historia, una naturaleza indomable, la inercia incluso de los tiempos, con la despoblación sistemática y constante de la zona. «Diarios de Kolimá» es una enciclopedia del “homo sovieticus, un individuo sin la más mínima pizca de rebeldía, (…) un ser sin voluntad, temeroso, indolente, afectado por el síndrome del silencio y del popútchik. Un ser que no aúlla cuando le duele el alma, sino que susurra su dolor a algún desconocido compañero de viaje. O lo anestesia con vodka”.
Avaricia y nostalgia como motor. Pasado y futuro que mueven a sus habitantes. Extraer el oro, trapichear con él, venderlo de contrabando, dejarse la vida cavando, transportarlo por una de las carreteras más peligrosas del mundo, gastarse todo el sueldo de la temporada en una borrachera de fin de semana hasta caer inconsciente… O hacer ese mismo ejercicio arqueológico con la memoria, individual y colectiva, con el mismo ahínco con el que se aferra el buscador de oro a su pala. Olvidarse del mundo también, exilio físico y mental voluntario… Una región a la que llegan los que no tienen nada que perder o ninguna otra salida.
Jacek Hugo-Bader, premiado con el English Pen Award, observa y escucha atentamente a todo el que conoce, hace las preguntas pertinentes, está en el lugar adecuado, incluso cuando no lo parece, espera pacientemente a que su compañero de viaje le cuente su historia, su verdad, hurga en su alma, y, como muchos de los personajes de estas páginas, toma todo eso, lo pule y lo convierte en oro. [Más información en la web de la editorial La Caja Books]