Todo el mundo ha pasado por alguna ruptura de pareja particularmente dolorosa… Y por eso mismo todo el mundo debería leer «Feliz Final» de Isaac Rosa.
«Nosotros íbamos a envejecer juntos. Lo digo en voz alta por escucharme, y compruebo lo melodramático que suena: nosotros íbamos a envejecer juntos. Lo repito con más fuerza, buscando el eco en el dormitorio vacío, exclamatorio: ¡nosotros íbamos a envejecer juntos!» Estas son las palabras con las que se abre «Feliz Final«, el libro de Isaac Rosa (editado por Seix Barral) que, si no es la ficción definitiva sobre el proceso de ruptura de una pareja, poco le falta.
El punto de partida lo hemos leído mil veces: una pareja se separa. Lo habitual, sin embargo, sería asistir a lo que viene después, a los desencuentros de la separación de bienes y al esfuerzo de desenredar dos vidas para que cada una de las partes pueda seguir con su existencia. También a la negociación de la pena, la gestión del duelo, la asunción de la pérdida. Y lo cierto es que, de alguna forma u otra, todo esto está presente en «Feliz Final«, pero no de la forma esperada, sino más bien recurriendo a una forma literaria inesperada.
El libro de Rosa se abre cuando el protagonista está en la casa que su ex-mujer acaba de abandonar. «Por el piso vacío mi cuerpo esquiva los muebles que ya no están. En las paredes, el cerco polvoriento dejado por estanterías y armarios, fotografías y carteles que sigo viendo en cada escarpia. Por toda la casa identifico manchas, trozos de rotulador infantil, arañazos en la madera del suelo, huellas negruzcas alrededor de los interruptores, un pomo destrozado a martillazos para abrir una puerta atrancada. Podría fechar y describir cada marca de vida. Te reías de mí cuando las llamaba así: marcas de vida. Fantasmas que desaparecerán bajo la brocha y el estropajo del próximo inquilino«.
Pero, entonces, el protagonista le escribe un mensaje a su ex-pareja y arranca un diálogo a dos voces, la de él y la de ella, que inician una conversación en forma de relato inverso de la pareja: urge encontrar no a la persona culpable, sino aislar los hechos culpables de la ruptura. Cada una de las dos partes, sin embargo, tiene su punto de vista. Así que, capítulo a capítulo, al principio con largos parlamentos que separan sus posiciones (como ocurre en toda ruptura), cada vez con dimes y diretes más entrelazados (más de pareja), el diálogo entre las dos voces describe una parábola cámara atrás que va desde la ruptura hasta el principio de todo, cuando el chico conoció a la chica, a la búsqueda de respuestas, claro, pero también en una especie de ratificación de ambas posiciones.
Rebuscando en la arqueología del pasado, cada una de las voces se erige como una de las múltiples caras posibles del amor, como diferentes formas de enfocar una relación de pareja (y una ruptura) que conversan no para llegar a ningún acuerdo, porque los acuerdos ya no son posibles, sino simple y llanamente para volver a coger las riendas cada uno de su propio relato. Múltiples son las conversaciones que pueblan este «Feliz Final» en torno al amor, conversaciones con grupos de amigos que multiplican las voces y, en consecuencia, multiplican también las visiones que Isaac Rosa ofrece sobre el amor en los tiempos modernos.
Uno de los grandes aciertos del autor, además, es partir de la certeza de que, en una ruptura, no hay culpables absolutos y nadie tiene la razón de forma incontestable. La propia intra-historia inversa de «Feliz Final» contiene varios twists que cambian por completo la percepción del lector de lo que ha ocurrido… Y más todavía: a fuerza de transferir las culpabilidades de un campo al otro hasta que quedan en tierra de nadie, Rosa viene a decirnos que la culpa es de ambos y de ninguno de los dos. Algo que, tratándose este un libro de ruptura, resulta particularmente valiente.
Porque no tengo ni idea de hasta dónde es autobiográfico este «Feliz Final«. Al fin y al cabo, todos hemos pasado por rupturas amorosas y todos hemos aprendido algo en ese via crucis. Pero es que, a poco que el protagonista del libro suponga un volcado de las experiencias del propio autor, es de loar lo poco autocomplaciente que resulta. Un libro de ruptura puede ser una herramienta pluscuamperfecta para exorcizar los fantasmas y para reescribir la historia en unos términos absolutistas que arrojen una luz favorecedora sobre uno mismo.
Pero está claro que el primero que aparece de forma desfavorecedora es el propio protagonista, tan repleto de neuras y tics absurdos que su ex-pareja deja al descubierto constantemente. Algunas de esas neuras y tics (la «gestión» de las emociones, por ejemplo) son las boyas a las que aferrarse en esta caída libre de espaldas y hacia atrás. «Feliz Final«, de hecho, más que jugar al rebobinado, apuesta por derribar los tiempos. El relato no corre hacia atrás, sino que se narra desde un presente en el que no hay tiempo y desde el que resulta más estimulante todavía advertir que toda historia de amor está repleta de bucles y ecos de los que resulta totalmente imposible escapar.
La historia de la pareja de «Feliz Final» tiene presencias constantes como la de «Te Querré Siempre» de Rossellini, pero también reflejos en el espejo entre escenas duplicadas. La pareja adulta en el metro cuyo desencuentro choca contra la pareja joven repleta de amor. «Nosotros nunca seremos así«. «Nosotros fuimos así«. Dos caras de una misma moneda, dos puntos separados en el tiempo que toda pareja vive por mucho que se esfuerce en alimentar el espacio que hay entre ambas posiciones para que se alejen cuanto más, mejor.
«Una separación es también, es sobre todo, la pérdida de un relato común«, escribe Isaac Rosa en este «Feliz Final» cuyo orden inverso ya aparece insinuado en el desorden del habitual «final feliz». Porque aquí no hay final feliz que valga. Como en la vida misma. Y, por eso mismo, por mucho que esto sea una ficción, está cargado de una verdad tan supurante que al final te acabará tocando mucho más hondo que cualquier historia real o que cualquier ensayo o libro de autoayuda entorno a la ruptura de una pareja. [Más información en el Twitter de Isaac Rosa y en la web de Seix Barral]