«La Casa de Jack» es la obra maestra definitiva de Lars Von Trier… Lo que obliga a preguntar: después de este descenso a los infierno, ¿se retira o sigue?
Hace tiempo que Lars Von Trier solo habla de absolutos y que, de hecho, concibe cada una de sus películas como ataque concreto y en profundidad a alguno de los Grandes Temas de la Humanidad. «Anticristo» fue su film sobre el empoderamiento femenino y su contraposición a la masculinidad crepuscular del siglo XXI; «Melancolía» fue un estudio sobre la naturaleza humana contrapuesta al fin de la humanidad (¿cómo no dejar escapar al verdadero yo que todos atamos bien corto cuando sabemos que el fin del mundo está cerca?); «Nymphomaniac» fue su particular exploración en torno al sexo como cimiento de la identidad de todo ser humano… Entonces, ¿qué gran tema aborda «La Casa de Jack«?
Podría decirse que esta es la película en la que Lars Von Trier diserta sobre la creación artística: «La Casa de Jack» es un diálogo abierto en torno a qué consideramos Arte y, sobre todo, a la (siempre violenta) relación del artista con su propia obra. No resulta casual, entonces, que esta sea la primera gran película del director con un protagonista masculino: las protagonistas del cine de Von Trier hasta el momento, siempre sufridoras, dan paso a un protagonista masculino que, de nuevo de forma poco casual, no sufre… sino que inflige sufrimiento.
El Jack del título es un arquitecto frustrado por la idea de que nunca creará su casa soñada, su Opera Magna en forma de edificio en el que volcar su alma y su propia personalidad. El film se estructura en una concatenación de capítulos, y cada capítulo aborda la historia de un asesinato que, tal y como afirma la voz en off del propio Jack, siempre milimétrica e hiper-descriptiva hasta el nivel del TOC absoluto (que, de hecho, padece el protagonista), está elegido un poco al azar para ofrecer una panorámica en la obra de este arquitecto frustrado que se convierte en maestro del asesinato sin frustración alguna, más bien de forma pletórica.
De hecho, cada nuevo capítulo aleja de Jack de sus aspiraciones arquitectónicas y lo meten más hasta las trancas en su carrera como asesino… Cada asesinato se expone con el tono que Lars Von Trier ya exploró en «Nymphomaniac«, con esos discursos literalizados que de repente son capaces de introducir digresiones esclarecedoras (como la secuencia Fibonacci en aquel caso o aquí el hongo que se introduce en ciertas uvas para producir un tipo específico de bebida) que se representan con esquemas, efectos de post-producción, banda sonora y juegos de montaje cercanos a cierta actitud juguetona de la Nouvelle Vague más pop. La novedad es que el humor que en «Nymphomaniac» aparecía de forma tímida, en «La Casa de Jack» se abraza de forma gozosa y espectacular.
Es imposible tomarse esta película en serio, como un dramón al nivel de «Bailar en la Oscuridad«, porque ni el director ni el protagonista se la toman en serio. La narración se ve sobrevolada por una socarronería que resulta inevitable cuando consideramos que nos encontramos ante un realizador dirigiendo una película que habla de la relación entre un autor y su obra a partir de la historia de un asesino cuya obra son los propios asesinatos. Y, ojo, porque el mise en abyme de «La Casa de Jack» va mucho más allá del primer nivel de chascarrillo que supone el juego de espejos entre un asesino y un director cuyas actrices siempre han tildado de sádico a niveles criminales.
Esta es, más bien, la Capilla Sixtina de Lars Von Trier: una historia en la que se ha dejado literalmente las entrañas porque, al fin y al cabo, habla de él en una primerísima persona disimulada. El primer asesinato de una mujer como reflejo involuntario ante la evidente provocación de ella. La suerte extrema como acto divino para enmascarar sus crímenes. El TOC que le ayuda a encubrir sus pistas a la vez que le mete en líos involuntarios. El barroquismo ultra-sofisticado que cada vez va perfeccionando en obras tan brutales como el asesinato de la madre y los dos hijos usando unas devastadoras metáforas de caza. Y, sobre todo, ese momento final en el que Jack cree que está creando su Opera Magna pero, con la policía pisándole los talones, acaba abandonándola para crear la que realmente es su obra definitiva… Que no es otra cosa que una casa creada a partir de cadáveres en rigor mortis. «La Casa de Jack«.
Una casa que, de hecho, tiene un agujero en el suelo por el que el protagonista se deja caer y por el que la película se escurre hacia un tramo final sorprendente e inesperado. Cuando el espectador cree que ya ha llegado al final del camino de esta historia, se abre toda una nueva narrativa que, de hecho, ha estado presente a lo largo de toda la película en el diálogo que la voz en off de Jack mantiene con otro personaje al que llama Verge y que no es otro que el mismísimo Virgilio. El Virgilio de «La Eneida«, sí, pero sobre todo el Virgilio que actúa a modo de guía a través de los círculos del Infierno en «La Divina Comedia» de Dante.
¿Un agujero en el suelo de la Opera Magna de un artista que le conduce directamente hacia el Infierno? ¿Puede ser la imagen más poderosa y a la vez elocuente en lo que respecta a representación del calvario de todo creador? Mejor todavía (si no has visto la película, deja de leer porque esto es un spoiler máximo): la visita al Infierno concluye en su nivel más bajo, ese a partir del que hay la nada más absoluta en forma de agujero negro de caída infinita. Por encima de él, pasa un puente que en un tiempo pasado condujo hacia un pasadizo de salida del Infierno hacia el mundo de los humanos. Un puente que usaron muchos creadores, según confiesa Verge, pero que ahora está destruido. Así que Jack tiene dos opciones: quedarse en el Infierno, que es lo que sabe que merece, o intentar escalar las paredes de este pozo sin fondo para llegar al otro lado del puente y volver a salir a la superficie. Ni que decir tiene que la opción de escalar las paredes parece conducir a la caída libre irremediable.
Y aquí es donde cabe preguntarse: si «La Casa de Jack» es la película en la que Lars Von Trier habla de su propia carrera como realizador / asesino y, a la vez, es la Capilla Sixtina que le ha abierto camino hacia el definitivo descenso a los infiernos, ¿qué va a hacer el director ahora que se encuentra delante del puente derruido? ¿Se quedará en el Infierno por siempre jamás? ¿Se arriesgará a escalar las paredes del pozo para volver a la superficie? ¿Seguirá haciendo películas o aquí se acaba la visita al Averno en la que el propio Von Trier ha sido nuestro Virgilio particular? ¿Le espera a Lars el mismo destino que a Jack?
Solo el realizador sabe las respuestas a estas preguntas. Pero, si me preguntáis a mi, dadme los pompones y la minifalda, que me voy al Infierno a hacerle de cheerleader para animarle a que, después de esta obra maestra que es «La Casa de Jack«, escale las paredes del pozo sin fondo del Infierno, llegue al otro lado del puente derruido y vuelva a nuestro mundo para seguir entregándonos maravillas como esta. [Más información en el Facebook de «La Casa de Jack»]