¿Una ficción histórica tipo «true crime» que es como si las Kardashian habitaran Downton Abbey? Sí, existe. Y se titula «Los Crímenes de Mitford»
Desde que Quentin Tarantino reescribiera la Historia en «Inglorious Basterds» para aniquilar a Hitler en el interior de un cine en llamas, ya nada nos sorprende. La Historia, esa asignatura que en el colegio elemental aprendimos a escribir con la inicial en mayúscula, se ha convertido en algo líquido, maleable y, sobre todo, cuestionable. Siempre se había dicho que la Historia la escriben los vencedores y que, por lo tanto, lo que llega hasta nosotros es tan solo la versión oficial de todo un conjunto de versiones no oficiales que se perdieron en el tiempo… Entonces, ¿por qué no fantasear con otras Historias posibles?
Ese es el punto de partida de la reciente fiebre por el «true crime» dentro de la literatura. Una fiebre que Jessica Fellowes practica de forma más concreta todavía al emparejarlo con la ficción histórica. Su libro «Los Crímenes de Mitford«, editado en nuestro país por la editorial Roca, parte de un crimen verdadero: el asesinato de la enfermera Florence Nightingale Shore en un vagón de tren a la vista de todo el mundo en la Inglaterra del año 1919 (es decir, justo en la puerta de salida de la Primera Guerra Mundial). Un acto truculento e inexplicable que Fellowes liga a otra realidad histórica menos criminal y más de papel cuché: la historia de las hermanas Mitford.
Muchas son las voces que, desde el periodismo de tendencias, llevan bastante tiempo reivindicando a esta familia como una especie de Kardashians de principios del siglo XX. (Algo que, por cierto, se reivindica desde el periodismo de tendencias porque ¿cómo carajo va a saber un historiador serio quién es Kim Kardashian?) No es para menos: las Mitford fueron unas socialités natas que, usando sus armas de mujer pero también un intelecto preclaro, consiguieron estar presentes en muchas de las esferas culturales, sociales y políticas que definieron su época. Ah, claro, y todo el mundo hablaba de ellas. Todo el rato. En eso también se parecían a las Kardashian. Y no necesitaron aburrirnos con sus Instagram Stories para conseguirlo.
La gran pregunta aquí es: ¿cómo unir a las Mitford con el asesinato nunca resulto de una enfermera en un tren? La respuesta tiene nombre propio, Louisa Cannon, y es la herramienta de ficción con la que Jessica Fellowes se introduce en la realidad histórica de principios de siglo XX. Cannon es una chica humilde que consigue escapar de una vida de ratera (e incluso de la prostitución) cuando la familia Mitford la contrata como niñera. Su conexión con Nancy Mitford es inmediata y profunda, sobre todo porque ambas se toman muy a pecho la investigación (amateur pero dedicada) sobre el asesinato de Florence Nightingale.
Nancy se siente directamente involucrada en los acontecimientos porque la investigación aporta un poco de color y locura a su estirado entorno de mediana burguesía obsesionada con las relaciones y con los posibles matrimonios (muy a la manera de Jane Austen), también porque la asesinada era alguien unida de forma tangencial a su familia. Louisa, por su parte, se ve arrastrada por el entusiasmo de Nancy, pero también porque viajaba en el mismo tren que Florence y eso une su destino irremediablemente a Guy Sullivan, un policía del ferrocarril que se toma el caso tan a pecho como para sobrepasar continuamente lo que se espera de alguien en su posición (laboral y social).
De esta forma, Fellowes hace avanzar «Los Crímenes de Mitford» con la ligereza y agilidad que se le supone a todo «true crime»: los engranajes de la novela negra funcionan más a la manera expositiva del siglo 21 y menos a la forma de Agatha Christie. Es decir, sin buscar la rocambola efectista y priorizando la verosimilitud pura y dura. Hay que reconocer que los engranajes de la novela funcionan perfectamente engrasados a ese nivel… Pero que donde realmente brilla es en otro nivel muy diferente.
Y es que Fellowes consigue elevar su propuesta y sublimarla por la vía de la cultura: «Los Crímenes de Mitford» no pretende ser tan solo una recreación histórica que dé sentido a unos hechos inexplicables usando las herramientas de la ficción. Pretende ser, sobre todo, un retrato de una época fascinante que aquí se ve representada por un buen corpus de pistas culteranas que pueden ir desde «Una Vuelta De Tuerca» de Henry James hasta las «Iluminaciones» de Rimbaud. El tejido social de principios del siglo XX se explica insertando a los personajes en una complejísima red de relaciones que es precisamente la que habitaron las Mitford y que, de repente, recibe cargas de realidad tan concretas como emparentar a un personaje con Churchill. Y, por si Rimbaud no hubiera dado suficientes pistas al respecto, la historia secreta de la comunidad LGBTIQ también aparece ampliamente representada a través de una subtrama que no destaparé aquí y ahora para no caer en spoilers innecesarios.
Curiosamente, «Los Crímenes de Mitford» es la primera novela de una serie en la que, con Louisa Cannon como protagonista, Jessica Fellowes irá dedicando un libro a cada una de las hermanas de esta afamada familia. Y las ligará, obviamente, a un crimen de la época. Una mezcla de «true crime» y ficción histórica que en esta primera entrega funciona de forma sublime y que, más que probablemente, irá mejorando novela a novela a medida que la autora explore esta especie de «Downton Abbey» protagonizado por las Kardashian.
No sé qué os ocurre a vosotros, pero desde los libros de Harry Potter no he conseguido engancharme a ninguna saga literaria… Eso era porque a nadie se le había ocurrido antes esta bendita locura que es «Los Crímenes de Mitford«. Así que aquí estoy, esperando ya la segunda entrega como si no hubiera un mañana. [Más información en la web de la editorial Roca]