La alfombra roja de los Golden Globes 2019 vuelve a brillar en una edición que bien podría servir de piedra filosofal para la identidad de esta red carpet.
El año pasado, la alfombra roja de los Golden Globes seguía siendo roja, pero el único color que vistieron las estrellas que por ella pasaron fue uno y solo uno: el negro. Era una medida reivindicativa que, en pleno apogeo del movimiento #metoo, no apostaba por este color como luto, sino como celebración de una elegancia fuera de los cánones habituales de un circuito de red carpets que priorizan la delgadez, la exuberancia y la sexualidad. Contra todo pronóstico, la alfombra de los Golden Globes 2018 fue la mejor que se recordaba en décadas de este evento cuya red carpet se había convertido en un popurrí sin sentido alguno.
Y, de nuevo contra todo pronóstico, la alfombra roja de los Golden Globes 2019 ha conseguido incluso superar la de la edición anterior. ¿Cómo lo ha hecho? Fundamentalmente, conservando el discurso del año pasado (es decir: abajo con los cánones hiper-sensuados, arriba la celebración de la belleza en todas sus caras pero sobre todo en un minimalismo que pone el acento en la feminidad y no en la sexualidad) pero diversificando los colores. Curiosamente, la mayor parte de asistentes no optaron por «colores», sino por un único bloque de color. Y, de hecho, tampoco hubieron grandes estridencias en la elección de la paleta cromática de la noche.
Las asistentes a los Golden Globes 2019 mostraron una feminidad comodísima dentro de su propia piel, sobre todo ahora que parece que el canon hipersexual se ha extirpado de la alfombra roja. Solo así se explican grandes aciertos como la princesa millennial de Lady Gaga (enfundada en un inesperado Valentino), el estudio en torno a la figura de Nicole Kidman (Michael Kors), la fisicidad rotunda de Elisabet Moss (Dior), el porte nobiliario de Glenn Close (Armani Privé), la aniquilación del concepto de «edad» en el blanco pletórico de Jamie Lee Curtis (Alexander Wang) y Judith Light (Christian Siriano), el duotono principesco de Amber Heard (Monique Lhuillier) o el multicapas arriesgado pero delicioso de Rosamund Pike (Givenchy).
Pero es que bien podría decirse que, exceptuando un par o tres de casos (que no vestirían bien ni aunque pusieran a su servicio al estilista más reputado de París), el nivel de la alfombra roja de los Golden Globes 2019 fue elevado y elegante. Se intuyeron tendencias interesantes como los volúmenes arriesgados, ya fuera en la forma de los pliegues art decó de Catherine Zeta-Jones (Elie Saab), la falda imperial de Heidi Klum (Monique Lhuillier), la bellísima arruga de Sandra Oh (Versace) o los volantes de Rachel Weisz. También una visión de futuro en materiales brillantes como el vestido de espejos de Thandie Newton (Michael Kors), el escote plateado de Keri Russell (Monique Lhuillier), el rojo metalizado de Phoebe Waller-Bridge (Galvan) o, por encima de todas, una espectacular Indya Moore con la silueta más arriesgada de toda la noche.
Hubo, como mandan las formas, mucho corte de princesa y muchas vueltas a la silueta de toga. Hubo encaje y blonda y perlas, pero también una reducción de los complementos y la joyería a su mínima expresión. Y, en general, podría decirse que lo que hubo en la alfombra roja de los Golden Globes 2019 fue un buen gusto sólido que, quién sabe, a lo mejor ha llegado para quedarse y por fin podremos decir que la red carpet de los Globos de Oro ha encontrado su propia identidad. Basta ya de popurrís y de ser el hermano joven (y hortera) de los Oscars. A este paso, los Golden Globes van a superar a su hermano mayor. [Más información en la web de los Golden Globes 2019]