Si las futuras generaciones crecen leyendo una serie de cómics como «Leñadoras», podemos estar seguros: va a ser un mundo futuro maravilloso.
“Leñadoras” está protagonizado por un grupo de adolescentes que viven aventuras en un campamento de verano en cuya puerta de entrada está escarbado uno de esos lemas que, más que un lema, es un grito de guerra: “¡Amistad a tope!”. Y, evidentemente, en este cómic ocurre lo que acaba ocurriendo cuando juntas a cualquier grupo de adolescentes: hay amor, hay amistad (¡a tope!) y hay aventuras de esas que solo son posibles cuando todavía no has entrado de lleno en el mundo de los adultos pero, a la vez, conservas la mirada de la infancia, esa mirada capaz de creer en Santa Claus pero incapaz de concebir la existencia de algo como las hipotecas a plazo fijo.
Y habrá quien piense: “Ah, vale, este es uno de esos cómics que molan porque plantean un mundo de fantasía multicolor repleto de seres entrañables, criaturas extrañas y peligros diversos que a los niños les flipan pero que a los adultos también nos toca la fibra de lo cool”. Como “Hora de Aventuras”, por poner un ejemplo célebre. Como “Steven Universe”, como “El Increíble Mundo de Gumball” o como cualquier otro libro, cómic o película destinados a estimular ese género que se ha dado en llamar “kiddult” y que no es más que nuestra voluntad eterna de seguir disfrutando de la vida como unos críos (por mucho que, si nos guiamos por nuestra edad real, nos toque más bien leer a Philip Roth para aprender un poquito cómo va eso de envejecer como persona culta que, con sus más y sus menos, lidia con los traumas acumulados durante toda su vida).
Pero no. Nosotros seguimos prefiriendo ficciones como estas “Leñadoras” que contienen un mundo basto y fascinante y que, además, nos brindan la coartada pluscuamperfecta para que no se nos caiga la cara de vergüenza cuando alguien nos pille leyéndolo en el metro. En este caso, por cierto, la coartada viene dada por el hecho de que el “grupo de adolescentes” mencionado en el primer párrafo está íntegramente formado por chicas en un campamento de verano también de chicas. Pero, ojo, porque ahí está la maestría de este cómic: no nos encontramos ante un campamento en el que todas se comporten como si estuvieran en un episodio de “Gossip Girl” ni en el que las chicas mimeticen el comportamiento de los chicos.
Más bien todo lo contrario. “Leñadoras” explora una sensibilidad femenina poco representada en la cultura de este siglo por mucho que, al fin y al cabo, sea precisamente la feminidad más real. Una representación femenina que, de hecho, brota como suelen brotar todo este tipo de revoluciones: de la voluntad de sus autoras de crear unos personajes con los que sentirse verdaderamente identificadas. Desde un buen principio, las autoras de este cómic han puesto el dedo en la llaga al dejar al descubierto el hecho de que, en este tipo de ficciones aventureras protagonizadas por grupos de adolescentes, siempre hay un personaje con el que las lectoras han de empatizar por el mero hecho de ser la chica del grupo. Los chicos pueden elegir entre todo un bonito abanico de tipologías: el cabecilla inteligente, el chaval fuerte con buen corazón pero poco seso, el manitas con alma de McGyver, el guapo y popular que acaba mezclándose con los descastados, el asocial que acaba encontrando su familia de colegas, el gótico que acaba mostrando su luz interior, el súperdotado desconectado de sus emociones pero con buen fondo…
La chica, sin embargo, suele ser única y exclusivamente eso: la chica. La que está ahí para enamorarse del protagonista y para decir cosas de chicas (que duelen por lo que tienen de cliché). Entonces, ¿qué ocurre si, de repente, más que con esa chica, la lectora se siente identificada con el chaval fuerte, con el asocial o, Dios no lo quiera, con el cabecilla inteligente? Eso es lo que se preguntaron Noelle Stevenson, Grace Ellis y Shannon Watters. Y la respuesta a la pregunta fue “Leñadoras”, un cómic de espíritu tan aperturista que resulta francamente incorrecto asegurar que las tres mujeres mencionadas unas líneas más arriba sean realmente sus autoras. Ellas son el corazón y el alma, pero suelen trabajar con otras artistas y escritoras que aportan su visión a este universo cuya principal regla es la siguiente: este es un cómic escrito, dibujado, coloreado y editado por mujeres. Pero no solo para mujeres. Claro. Que ya hemos dicho que esto va de aperturismo.
En una industria tan profundamente dominada por lo masculino (ya sabes: cómics, superhéroes musculados, superheroínas macizas…), las autoras de “Leñadoras” se están esforzando por abrir una nueva -y necesaria- vía. De hecho, es esta una vía que ya escarban desde hace tiempo. Noelle Stevenson, por ejemplo, es la creadora de otro cómic habitualmente tachado de revolucionario: “Nimona”, una ficción medieval protagonizada por una chica donde, de repente, se debaten temáticas como la homosexualidad, el feminismo o la corrupción política. O Shannon Watters, editora dentro de Boom Studios, donde se publican “Leñadoras” y muchos otros cómics empeñados en demostrar que otros mundos (de viñeta) son posibles.
Encuadrado en semejante marco industrial, resulta sorprendente el éxito fulminante de un cómic como “Leñadoras”, cuya primera imagen publicada en Tumblr fue capaz de conseguir más de veinte mil shares en escasos días sin conocerse todavía nada de la historia ni de sus personajes. El mero hecho de conceder el protagonismo a estas “Lumberjanes” (intraducible título original que juega con el término “lumberjack”, que significa “leñador”) fue suficiente para despertar un interés inmediato en redes sociales. Y es que sus autoras lo tenían claro desde el principio: este debía ser un cómic que creciera fuera de los caminos marcados por la industria del cómic tradicional. Crecería en Internet, crecería con un marketing directo en el que las autoras se volcaron como si no hubiera un mañana, crecería del boca a oreja… O no crecería.
Por suerte, “Leñadoras” creció. En 2015, los reputadísimos Premios Eisner concederían a la serie dos galardones tan ansiados como el de Mejor Nueva Serie y Mejor Serie Adolescente. Un año después, recibiría también el primer Premio Glaad 2016 al cómic que mejor retrata perfiles de género gay, lesbiano, bisexual y transgénero… Y resulta que “Leñadoras” no solo creció, sino que sigue creciendo y crecerá más todavía, ya que hace unos meses se anunció que 20th Century Fox producirá una película dirigida por Emily Carmichael (responsable, por ejemplo, del guión de “Pacific Rim: Insurrección”).
No es difícil prever que, a partir de aquí, estas “Leñadoras” solo pueden convertirse en icono del siglo XXI… Icono mucho más que necesario. Contra la simplificación de líneas psicológicas del mainstream cultural, son necesarias más “Leñadoras”. Contra los clichés de la feminidad clásica, una feminidad aperturista, diversa e inclusiva. Contra las concesiones a la cuota mínima de lo femenino para evitar protestas feministas, son necesarios más gestos como el de Stevenson, Ellis, Watters y su equipo de colaboradoras.
En resumidas cuentas: contra todas esas ficciones aventureras de grupos de adolescentes que están de vuelta desde que el cine vuelve a fomentar productos como “Super 8” o “It”, necesitamos más “Leñadoras” (por suerte, en nuestro país Sapristi ya ha editado tres tomos recopilatorios de sus aventuras e incluso un libro). Más grupos de chicas que vivan aventuras como chicas de este siglo y con personalidades tan diversas que cualquier lectora podrá encontrar una protagonista que le represente de forma apasionada. Porque este grupo está formado por una cabra loca que se siempre mete en líos, por un prototipo de chica ultra femenina que -curiosamente- tiene una fuerza descomunal, una outsider que por fin encuentra su lugar en el mundo, otra chica valiente y resolutiva y, claro, la cabecilla (o algo así).
Sus dinámicas internas, como se afirmaba en el primer párrafo de este artículo, son las habituales en cualquier grupo de adolescentes: hay amor (sí, entre dos chicas), hay amistad (¡a tope!, como solo se puede vivir en torno a los 15 años) y hay aventuras. Y lo mejor de todo es que las autoras de “Leñadoras” vuelcan todo lo dicho dentro de sus viñetas con una naturalidad pasmosa que no hace más que crecer y crecer. Al principio, puede sorprender la inclusión de una trama amorosa entre dos chicas sin que se viva en secreto, ni estigmatizada, ni erotizada ni nada parecido; pero es que pronto nos encontramos con el hecho de que, por ejemplo, lejos de demonizar la figura masculina, las “Leñadoras” no solo se topan con un grupo de boy scouts, sino que incluso entablan una bonita amistad con un niño que prefiere pasar más tiempo con las niñas que con sus compañeros. Y si esto no es de traca, el final del segundo tomo de la serie abre camino hacia una revolución que se aborda igual de natural que todas las de este cómic: una de las protagonistas se revela, sin grandes gestos ni dramas, como una chica trans. Y ya.
¿Es “Leñadoras”, entonces, el cómic que necesitamos en pleno año 2018? ¿El cómic que no solo debemos leer y gozar nosotros, sino pasar a las nuevas generaciones para que lean y gocen y crezcan en un clima de diversidad e inclusividad en el que nosotros no tuvimos la suerte de crecer? Va a ser que sí. Y va a ser que sí, sobre todo, porque sus autoras no olvidan nunca que “Leñadoras” es un cómic y no un panfleto feminista. El discurso revolucionario está ahí, como la capa interior de una cebolla con miles de capas. Pero, en la superficie, no deja de ser una vibrante ficción repleta de misterios, aventuras, criaturas fantásticas, referencias culturales deliciosas y una trama que se va haciendo cada vez más y más compleja. Si nosotros no hemos salido tan mal habiendo crecido con “Los Cinco” y con “Los Goonies”, imagina el maravilloso futuro que nos espera con generaciones que hayan crecido queriendo ser “Leñadoras”. [Más información en la web de Sapristi]