Esta segunda crónica del Festival de Cine de San Sebastián 2018 vuelve a ser una carta a Ainhoa (que debería haberse titulado «Un Vermut aguado»).
Querida Ainhoa:
Te comento: estoy mazo de triste.
Primero, porque quería que me gustara mucho la nueva película de Carlos Vermut. Y no. Y, segundo, porque quería encontrar alguna voz amiga que me acompañase en mi expresión crítica hacia “Quién te Cantará”. Y la verdad que tampoco. Bueno, apenas Guille, Willhermo, ya sabes. Y quizás también Dani Valdivia, pero solo quizás, porque como es tan privado este muchacho en sus gestos y palabras pues no sé qué decirte.
Con todo ello, empiezo a entender que el problema debe ser mío y solo mío. Ya me debí equivocar en su día cuando mostré ciertas reticencias hacia la universalmente aclamada “Magical Girl”, y ahora debo estar aún más errado cuando echo en falta un cierto sentido de la lógica interna en el desarrollo de la historia y los personajes en “Quién te Cantará”. Fíjate, es que comentaba antes, medio en serio, medio en sátira, que cómo puede creerse nadie que una artista multiplatino tenga unas canciones que los propios Amaral hubiera desechado como descartes de su peor disco. Y me replicaba Daniel Pàmies –Dani, si me lees, no recuerdo las palabras exactas, pero venían a ser algo así- que no había que preguntarse nada, ¡que esa era la magia del asunto! Je, ha sido un choque de opiniones divertido, en plena calle, con muchos aspavientos, a lo “Chiringuito de Jugones”. Parecíamos Loco Gatti y Cristóbal Soria. Él, claro, ha salido exultante de la película. Como Alain. Como casi todos. Me dan envidia, realmente.
El caso es que con Carlos Vermut me pasa siempre que acabo preguntándome: ¿por qué hacen esto estas personas? ¿Qué quieren, qué buscan? ¿De dónde vienen y hacia dónde quieren ir? Quizás con este cineasta soy especialmente exigente por las expectativas que desde el minuto uno de su filmografía nos creó todo el entorno mediático. No lo sé, de verdad que no. Sí le concedo una aplaudible habilidad a la hora de crear algunas imágenes fascinantes, diría que más en “Magical Girl” que aquí, aunque hay una escena hacia el final de “Quién te Cantará” en plano sostenido de Eva Llorach mientras all hell breaks loose a su alrededor que es verdaderamente portentosa. No te cuento más porque spoilers.
Estoy triste, sí. ¿Por qué no puedo disfrutar de las cosas con las que todo el mundo a mi alrededor está disfrutando? Quizás he perdido la pasión por ese cine que me habla en una lengua que ya no puedo o no me apetece entender, ¿sabes?
Uf. Además he tropezado antes con unos cables en casa, tirando al suelo el disco duro externo de Manu, destrozando su carcasa. La del disco duro, no la de Manu. Así que imagínate. Triste, muy triste.
Como triste, hundido más bien, me dejó ayer la epopeya nihilista “An Elephant Sitting Still”. No soy especialmente partidario de prestar mucha atención a detalles que podrían considerarse circundantes a una película, pero en esta ocasión son cuestiones que me parecen importantes de cara a valorarla. El primer detalle es que se trata del debut pero también la obra póstuma de Hu Bo, su director, puesto que se suicidó con 29 años tras terminar su rodaje. El segundo detalle es que su duración es de aproximadamente cuatro horas. Esa duración resulta clave a la hora de amordazar al espectador inmerso en el seguimiento de los cuatro personajes principales, que viven en un suburbio urbano empobrecido en el norte de China y que buscan una vía de escape lejos de una realidad inmisericorde.
Hu Bo se reveló aquí como un virtuoso a la hora de componer las imágenes que, envueltas en una casi permanente bruma grisácea, dan cuerpo a la película, en forma de largos planos que siguen de cerca, casi grotescamente íntimos, a los protagonistas de la historia: dos compañeros de instituto, un jubilado y un joven delincuente, que en un mismo día se ven abocados hacia una huida hacia delante donde nada parece tener sentido. Recuerda esto que te voy a decir ahora, por si la ves próximamente, que espero que sí: fíjate bien en la escena en la que el muchacho delincuente y una amiga pasan a través de un túnel; fíjate en el manejo de la luz y de la sombra, el movimiento y el foco de la cámara, la posición de los actores, los diálogos y la cadencia de los mismos. De verdad, un milagro. Jo, Ainhoa, es que hay en “An Elephant Sitting Still” un dolor en sus imágenes, en los gritos con los que se comunican sus personajes, que uno como espectador no puede quedarse inmune. A mí desde luego me afectó profundamente; y, de hecho, yo al menos no recuerdo una autopsia tan precisa de la desesperación.
¿Te puedo comentar así rapidito varias cositas más que pueden merecer la pena?
Mira, ¿te acuerdas de todo lo que nos gustó aquella “Happy Hour” que vimos en el D’A? Sí, donde nos dieron unas galletitas para merendar a mitad de proyección de cara a paliar la eventual hipoglucemia inherente a ver una película de cinco horas. Bueno, pues Ryusuke Hamaguchi, su director, se queda un poco en terreno de nadie en “Asako I & II”, que vendría a ser una historia de amor post-teen con un tono rarísimo, a veces casi autoparódico, a propósito de los desvelos y desvaríos del corazón y la razón. Me gustó, pero quizás tú la vas a apreciar más y mejor. No deja de ser un shojo de carne y hueso, un dorama esquizoide no totalmente satisfactorio.
Más frío me ha dejado “In Fabric” de Peter Strickland. Mira que me gustó en su momento “The Duke of Burgundy” (algo menos, pero también, su hypeada “Berberian Sound Studio”), pero aquí Strickland deja un poco de lado el estudio en profundidad de la sinestesia llevada a la gran pantalla para tomar la brocha gorda y seguir poniendo al día la serie B. Y mira que la historia de un vestido que adquiere poderes sobrenaturales causando el mal sobre quien lo lleva puesto bien podría haber dado lugar al festín de los sentidos que era su anterior película. Pero aquí prima un humor groserito con el que no conecto en absoluto (que, atención, tiene su clímax en un bebé haciendo una peineta, haha, lol) y un exploit del terror del de toda la vida (elemento maldito no controlado por las fuerzas humanas que busca expandirse) que hacen que la broma se me agote pronto. Cuidado, es una película interesante ciertamente y que puede causar gran gozo al fan del género, pero por desgracia yo no congenio del todo con ella.
La que sí es totalmente mi taza de té es “Viaje al Cuarto de una Madre”, primer largometraje de Celia Rico. Alain suele tener un lapsus llamándola “Viaje al Centro de una Madre”, pero qué va, esto no es una video-grabación de una fibrogastroscopia de Lola Dueñas. No, en serio, qué película tan bonita. Se trata de un dramita suave, intimista, en voz baja, muy contenido (todo ello para bien) sobre la gestión de la pérdida y, de algún modo, también del encuentro. Lola Dueñas está como siempre: muy bien. Pero Anna Castillo. Ay, Anna Castillo. ¿Me explicas lo de Anna Castillo? ¿Podríamos considerarla hoy la mejor actriz viva? A tenor de lo visto en esta película, nadie debería negarle ese título honorífico. Hay una escena donde se come un trozo generosísimo de tarta que es sencillamente de una belleza prerrafaelita inenarrable.
Y en tanto que inenarrable, aquí me callo.
Bueno, a ver, es que te hablaría de “Tiempo Después”, de José Luis Cuerda, pero confieso que me salí un poco antes de que terminase porque yo para ver un extended de “La Hora de José Mota” pues como que me quedo en mi casa. O te diría cuatro cosas sobre la apreciable “Girl” de Lukas Dhont, pero su cierta torpeza y cierta truculencia en su segmento final hicieron que se me fastidiara lo que en su primera hora había sido un dechado de sutileza y sensibilidad. O te comentaría el bajón de “First Man” de Damien Chazelle, a propósito de la preparación de la primera misión espacial a la Luna, pero es que hubiera disfrutado mucho más si la hubieran convertido en un “National Lampoon’s Journey to the Moon” que en España habrían traducido libre y acertadamente como “Esta NASA es una ruina”, en vez de tanta intensidad y tanta épica de baratillo.
El viernes te escribo otro poquito, ¿vale? Y te hablo de “Pájaros de Verano”, de Ciro Guerra, que, esta sí, me ha gustado mucho. Y de mi esperadísima “Roma” de Alfonso Cuarón. Y quizás de la gala de “Operación Triunfo”. ¿Lo estás viendo? Síguelo, porfa, y así nos juntamos para ver alguna gala cuando estemos todos de vuelta en Barcelona.
Hoy no me he quejado del calor porque, chaval, cómo han bajado las temperaturas. Hasta le he dicho a una señora mayor en el ascensor que se abrigue si salía a pasear, que este vientecito es traicionero a según qué horas y a según qué edades. Ya ves tú, Laura Merlo se ha hecho amiga del “macizo” (dicho por ella) del 2º izquierda y yo de la abuelita que pasea con andador del 1º derecha. La vida, hehe.
Ah, te seguimos echando de menos.
Un beso, cuídate pila.
P.S: Con este formato de crónica no he podido usar el titular “Un Vermut aguado” para lo de “Quién te cantará”. Una pena, ¿verdad?