The xx ofrecieron un concierto para 400 personas como preludio del Bilbao BBK Live 2018… Y aquí te explicamos cómo fue esta experiencia tan especial.
Decía Flaubert que «Dios está en los detalles«… Y, mirad, si el mítico escritor tenía razón, va a resultar que el Bilbao BBK Live 2018 va a estar bien preñadito de Dios, porque todavía no ha empezado el festival y ya hemos tenido una buena ración de detalles de esos que son los que diferencian un buen festival de un festival divino. Ya se había anunciado que, como preludio del BBK de este año, The xx importarían su formato «Night + Day» a Bilbao. Esto implica que, desde el viernes pasado, en la ciudad vasca se están celebrando todo un conjunto de actividades culturales (no exclusivamente musicales) que celebraran la creatividad local y la trenzan con otras creatividades comisariadas por los propios The xx y su equipo.
El gran culmen de este «Night + Day» será la sucesión de sesiones que veremos en el mismísimo Guggenheim hoy miércoles 11 de junio a cargo de Jamie xx y sus amigos… Pero, ojo, porque ayer martes 10 de junio hubo un canapé de esos que parecen minúsculos pero que son una verdadera bomba de sabor. Algo así como las olivas esferificadas de Ferran Adrià, pero en versión musical. Y es que The xx cogieron los megalómanos fastos de su actual «I See You Tour» (que, de hecho, serán uno de los platos principales del Bilbao BBK Live 2018) y los jibarizaron para conseguir que cupieran ni más ni menos que en el Kafe Antzokia ante una audiencia de 400 afortunadas almas.
Al fin y al cabo, esta es una de las grandes tendencias de los festivales actuales: recordar que las salas pequeñas con aforos controlados suelen intensificar la experiencia musical y, por lo tanto, ofrecer actividades paralelas y muy pero que muy especiales. De ahí vienen las hidden experiences y los intra-eventos premium que estamos viviendo en los principales festivales de nuestro país: de la voluntad de que el festivalero se sienta parte integrante y especial de un todo que puede ser muy grande, a veces abominablemente grande, pero que tiene un alma capaz de mimar a sus visitantes uno a uno.
En esa tendencia se encuadra el concierto de The xx en el Kafe Antzokia… Y aquí viene, eso sí cuando me voy a permitir la licencia de explicar mi propia experiencia con esta banda en concreto y con los festivales en general para ejemplificar lo que quiero decir más adelante. Vamos allá: la primera vez que vi a The xx fue ni más ni menos que en el Loft de la Sala Razzmatazz de Barcelona. No más de mil personas. La propia estructura de la sala sirvió, entonces, para amplificar la principal virtud de la música de estos tres chavales: que la practican como si fuera un deporte de contacto. Dicho de otra forma: la depuración de los elementos en sus canciones hasta un minimalismo despojado pero cálido consigue que el uso de los graves en sus conciertos sea lo más parecido que encontrarás nunca a una piscina de olas.
Olas artificiales que mueven a la audiencia, pero que sobre todo consiguen impactar directamente en el cuerpo de cada uno de los bañistas. Las canciones de The xx no solo se escuchan en sus conciertos, sino que se sienten vibrar dentro del propio organismo, usado por la banda como caja de resonancia para sus trucos musicales y su magia emocional. Puede que el único que se les acercase a este respecto fuera James Blake en sus mejores momentos… Pero, de forma similar a lo que ocurrió con este hombre, los festivales mataron un poquito la propuesta de The xx.
No es de extrañar: cuando tu propuesta suena mejor al reverberar contra tres paredes, un suelo y un techo, los espacios abiertos de los festivales harán que parte de esa fisicidad se disipe literalmente en el aire. Más todavía: las yoyas de un deporte de contacto son más efectivas cuando el cuerpo que las recibe está cerca del que las reparte, y eso en un festival a veces es prácticamente imposible. Resumiendo: que nunca (¡nunca!) había vuelto a encontrarme a The xx en tanta plenitud musical como aquella vez en el Loft… hasta ayer en el Kafe Antzokia.
Lo más interesante es que, por otra parte, entre aquellos polvos y este lodo han transcurrido diez años en los que la banda ha ido madurando y perfeccionando su propia concepción de la música… ¿Consecuencia? Que el concierto de ayer de The xx en Bilbao fue incluso mil veces más efectivo, más directo al hueso que el de Barcelona. El repertorio, focalizado en su último disco «I See You» (Young Turks, 2017) pero con continuas concesiones a himnos clásicos de la banda, es ahora mucho más exuberante, hipnótico, vigorizante y estimulante. Es, fundamentalmente, un no parar en el que resulta totalmente imposible no corear las canciones una detrás de otra. Y, en serio, decidme: ¿con qué otro grupo de esta generación ocurre algo así?
Os respondo yo: con ninguno. Porque, para más inri, The xx rizaron el rizo de la excelencia cuando, tras una hora de concierto, enfocaron la última media hora del set a la música electrónica pura y dura. Fue el momento de Jamie xx, claro: un tramo en el que las canciones se mezclaban entre sí como si fuera un set de dj y que incluso nos condujo arteramente hacia un pico inexplicable de ¿drum’n’bass? Mira, me da igual. Fuera lo que fuera, The xx demostraron en el Kafe Antzokia que nadie les gana a la hora de poner sobre el escenario la banda sonora de todo una generación que ha crecido llorando por sus extravíos amorosos amparados en la oscuridad nocturna de una habitación en la que la única luz que existe es la del laptop o el móvil que nos conecta con el mundo exterior.
A esto sigue resumiéndose la propuesta de The xx: a recordarnos que podemos llorar por amor como un quinceañero aunque tengamos 40 años… Lo único que hay que hacer es ponerse en manos de la alucinante química entre Romy y Oliver y dejarnos llevar por ese maestro de ceremonias que es Jamie xx. Porque, al fin y al cabo, como Flaubert, ellos saben que «Dios está en los detalles«. [FOTO: Oskar González @ Deia] [Más información en la web de The xx y en la del Bilbao BBK Live 2018]