«Poulou» es el abuelo de Camille Vannier, el protagonista de este cómic… Y también somos un poco todos nosotros y nuestras propias familias.
Hay cosas que solo entiendes cuando te vas haciendo mayor… Cosas como, por ejemplo, el interés suscitado por la historia de tu propia familia. Cuando eres joven, sueles mirar con desconfianza y extrañeza todas esas películas y libros y cómics en los que sus autores se entregan a la indulgencia y la autocomplacencia de mirar el ombligo de su propio árbol genealógico a la búsqueda de historias interesantes y, sobre todo, de justificaciones que den explicación a su propia (normalmente algo tarada) identidad.
Para un niño e incluso para un adolescente, su familia siempre ha sido igual y, por lo tanto, infiere que siempre será igual. La juventud es un momento de la vida en el que, como ser humano, solo existe el eterno presente y no has vivido lo suficiente como para aprender a apreciar el regusto agridulce de la nostalgia en el paladar. Tampoco has visto cómo la gente a tu alrededor envejece, cambia, se fractura, se recompone, se acerca, se aleja e incluso desaparece para siempre. No sabes lo que es echar de menos porque, para echar de menos, algo ha tenido que estar presente durante un cierto tiempo en tu existencia… Pero, claro, luego empiezas a hacerte mayor, y es entonces cuando entiendes y aprecias el encanto de obras como «Poulou y el Resto de mi Familia«.
El cómic de Camille Vannier es, tal y como anuncia su propio título, una especie de biografía oral de su abuelo Poulou. En la portada del tomo, el título resalta a «Poulou» en grande y relega a «y el Resto de mi Familia» a un tamaño de letra menor. La propia ilustración de portada es la cabeza gigante de Poulou sobre un fondo rojo y las cabecitas pequeñas del resto de familiares de Vannier flotando a su alrededor, como satélites que orbitan alrededor de un planeta que se sabe el centro de su propio cosmos. Y es que, por mucho que los primeros capítulos de «Poulou y el Resto de mi Familia» presten atención a la totalidad de la genealogía de Vannier, a partir del tercer episodio el cómic se centra en Poulou… y, de forma colateral, en la abuela de la autora, Claude.
Al principio de todo, Camille Vannier reconoce que este cómic nace de unas cartas perdidas de Poulou a Claude que, de repente, aparecen donde nadie las espera, motivando así una conversación de la autora con su propia madre en la que esta le explica toda la historia familia… Repito algo que he dicho anteriormente: «Poulou y el Resto de mi Familia» es pura historia oral y, como tal, Vannier estructura su cómic con el caos que habita dentro de la cabeza de todos nosotros. No hay viñetas, sino que sus ilustraciones (a medio camino entre Matisse y Picasso en una versión simplificada por el gusto por el trazo pueril del cómic de nueva generación) flotan en la página sin respetar ningún tipo de coherencia estructural, trenzándose a menudo con un texto igual de caótico que puede empezar y acabar en los lugares más inesperados.
La experiencia de lectura de «Poulou y el Resto de mi Familia» es como meterse en la cabeza de alguien que está intentando asimilar una historia que le están explicando… No es, por lo tanto, una ordenación de unos datos biográficos para darles un sentido íntimo a la vez que se le reviste de intencionalidad artística. No nos encontramos ante un «Fun Home» de Alison Bechdel, ni mucho menos: la intencionalidad de Vannier no es de altos vuelos artísticos, pero eso no implica que sí que alcance altos vuelos emocionales.
Y es que puede que la historia de Poulou y Claude no explique la identidad de la familia en general (aunque sí que explica su estado económico actual) ni la identidad de Camille Vannier en concreto, pero resulta mucho más humana y accesible porque, al fin y al cabo, es una acumulación de intrahistorias y sinsentidos que cualquiera con familia lleva también en su mochila. Estas historias están tocadas por lo excepcional no en la profundidad psicológica, sino en la visión humorística que la propia autora vierte sobre ellas. Claro que lo de la familia Vannier no tiene nombre: vivieron la explosión de la libertad sexual a su manera, fueron nuevos ricos (atados cortos por la tacañería de Poulou, eso sí) durante un tiempo, exprimieron la vida loco a una manera francesa que se parece bastante a la manera española…
Puede que alguien joven no entienda el magnetismo de la historia de la familia Vannier por lo que tiene de caso concreto que ocurre en cierta Francia del bienestar de los 70 y los 80… Pero cualquiera que haya superado la treintena seguro que encuentra en «Poulou y el Resto de mi Familia» un buen bizcocho cocinado con la mejor azúcar nostálgica, sino que también se topará con un espejo que, inevitablemente, te lleva a una pregunta: ¿y si explico la historia del Poulou de mi familia? [Más información en la web de Camille Vannier y en la de la editorial Sapristi]