Antes de que Hazte Lapón se despidan del mundo de la música con su nuevo doble disco, les entrevistamos con devoción y profundidad.
Despedirse por entregas no es mala forma de despedirse. De alguna forma, viene a minimizar el componente abrupto del adiós mientras se realza su componente trágico. Así es como han decidido empezar a decir adiós Hazte Lapón, con un disco en forma de díptico llamado “Tú Siempre Ganas” (El Genio Equivocado, 2018), del que ya podemos escuchar su primera parte (“La Vida Adulta: Instrucciones de Uso” -El Genio Equivocado, 2018-) y que se completará con una segunda y última entrega a finales de este año.
Este primer tramo de “Tú Siempre Ganas” trae consigo trazas de las obras previas de Hazte Lapón. Encontramos parte del post-punk enmarañado de “Bromas Privadas En Lugares Públicos” (2013), correctamente puesto al día para la ocasión. Hallamos también la lúdica disgregación estilística que traía consigo el EP “El Traje Del Emperador” (2014). Y, finalmente, volvemos a recibir las soluciones habitacionales emocionales de “No Son Tu Marido” (2015). Infancia, puericia, adolescencia. Y ahora, supongo, imagino, madurez.
Para hablar de este nuevo disco, pero también, por extensión, de la banda, de la escena independiente, de la música pop y de la sociedad occidental, me reúno con Manuel González (Lolo para los amigos), cabeza visible de Hazte Lapón, en una mañana primaveral de sábado en la céntrica Plaça dels Àngels en Barcelona, en esa franja horaria donde los amigos de los excesos ya se han retirado a dormir el pedo y los skaters aún están desayunando en casa.
Estas son las verdades que me contó…
Tú siempre ganas. ¿Yo siempre pierdo? Fundamentos y principios básicos sobre el punto final de Hazte Lapón. El título del disco es realmente una frase tomada de la sintonía de la serie de TV “Doraemon, El Gato Cósmico”. Es una cosa que yo le cantaba a Saray [ndr: Saray Botella, esposa de Lolo y también componente de Hazte Lapón]; en una discusión, ella siempre gana y yo al final cedo… Aunque esto Saray seguramente no lo perciba así.
En un punto en el que se genera una tensión dialéctica, yo cedo porque no la quiero perder. Lo que quiero decir es que estoy dispuesto a renunciar a todo por seguir con ella, incluido al grupo de música, que ha sido durante muchos años un cierto placer pero también un cierto trastorno a la hora de dar pasos en otras direcciones vitales. Esto al final es como el mito bíblico: “tráeme la cabeza de Juan Bautista”. “Si realmente me amas, entrégame la cabeza de Hazte Lapón”. Pues aquí está, este es el último disco: tú siempre ganas.
En realidad, el disco es una gran carta de amor a Saray. No todas las canciones van sobre ella (alguna canción está dedicada a mi madre, otras a unos amigos). Pero, sí, es una gran carta de amor a mi mujer. En realidad, a nivel edípico, el amor a la madre y el amor a la pareja no es algo tan diferente…
La música pop desde el prisma lapón: parodia y confesión. Yo siempre he hablado en primera persona de nuestras historias, pero con un matiz. De ahí viene el título “No Son Tu Marido” [ndr: título del segundo LP de Hazte Lapón], que tomé prestado de un cuento de Raymond Carver, pero que era una forma de decirle a Saray que, ojo, las canciones no son tu marido. Aunque las canciones hablan esencialmente de nosotros, no son completamente nosotros: son una ficción de nosotros. Esta es una parte por la que le veo sentido a enterrar a Hazte Lapón -aunque quizás en un futuro haga música, pero será con otro nombre-. Hazte Lapón es la ficción de una pareja donde estamos obligados a interpretar a unos personajes, Saray Lapona y Lolo Lapón, que somos parcialmente nosotros, pero no del todo nosotros.
Esto es algo que quizás se pueda ver más ahora, pero estaba ahí desde el primer disco. “Carne Tártara” por ejemplo se parece mucho a “Suiza”, ya que ambas analizan la tensión dialéctica entre nosotros, pero ficcionadas para que, de algún modo, hagan gracia. Lo decía Manolo Martínez (Astrud) sobre “Caridad”: si alguien me identifica como el protagonista de esta canción, va a asumir que soy un cabronazo. Seguramente hay algo de Manolo en esa canción, pero es una broma. Pues nosotros hacemos algo parecido: sí, una parodia de nosotros.
Jotas, verdiales, minués, rumbas. Heterodoxos, haberlos haylos. En la primera entrevista que hice, que fue para la web Astredupop allá por 2009 o 2010, ya comenté que a mí me interesan los grupos incoherentes. Me interesaban un tipo de grupos en los que cada canción era imprevisible. Si lo ves desde ese prisma, hay un montón de grupos así: los mismos Blur, que te meten un baladón como “To the End” en el mismo disco que un hit de pop bailable como “Girls and Boys” o te ponen un coro góspel en “Tender”; o The Magnetic Fields… Y, si te vas para atrás, los mismos Beatles, de quienes mis discos favoritos son justamente “Revolver” y el disco blanco, que tiene un punto disparatado, con una canción infantil como “The Continuing Story of Bungalow Bill” o el que debe ser primer el cut & paste de la historia con “Revolution 9” o la vuelta al rock primigenio con “Back in the U.S.S.R.”.
Esto, en España, en la escena independiente, lo ha hecho menos gente. Astrud, por ejemplo. Pero especialmente Klaus & Kinski, que tenían un modelo de canción shoegaze pero luego tenían “Mengele y el Amor” o “Carne de Bakunin”, donde hacían un ragtime, o “Mamá, No Quiero ir al Colegio” y “El Rey del Mambo y la Reina de Saba”, que era un bolero… O sea, que heterodoxos haberlos haylos, pero hay que buscarlos. No es lo que se estila, cierto, pero es que a mí me da bastante pereza ese punto de comodidad donde un grupo decide que va a homenajear un estilo determinado de música y lo sigue a pies juntillas.
Me interesan estos otros grupos: The Magnetic Fields, XTC, They Might Be Giants… Grupos que tienen algo ecléctico pero que intentan hacer suyas las cosas más variopintas. Como yo no tengo grandes dotes compositivas pues lo hago todo un poco bastardo.
Cómo funciona un corazón. Por qué somos lo que somos. No soy fan, lo que se dice fan, de nada en realidad. Tengo una posición despegada. No creo que haya escuchado ni una sola discografía de forma completista; con sus caras B, sus rarezas, sus proyectos paralelos; de ningún grupo… De Family en todo caso (risas). Me cuesta mucho implicarme a ese nivel con los grupos, incluso con aquellos a los que profeso mucha admiración, como The Smiths o Magnetic Fields. Será cosa del TDAH, quizás.
Pero es que claro, yo soy de 1982, entonces estoy en la frontera de esa generación que se implicaba con la música a nivel de formato físico y la siguiente. Yo sí llegué a la música comprando CDs y haciendo cintas, pero el acceso a la música que me interesaba y no encontraba es por Napster, que surge cuando tengo 18 años. Yo vengo de Málaga, una ciudad en la que algunos discos eran difíciles de encontrar, por lo que hay grupos a los que accedo directamente por la vía digital. Soy un oyente bastante digital en ese sentido, mi modo de escuchar es un poco ese.
Piensa que los grandes grupos, los grandes discos de los 90, yo los escucho a partir de resúmenes en la prensa. Rockdelux en el año 98-99 empieza a hacer unos especiales revisando la década, y ahí es cuando empiezo a conocer la década. Antes de eso, escuchaba Pulp, The Verve, Los Planetas… Cosas que llegaban en cierta medida a la TV. Pero cuando empiezo a conocer a Disco Inferno, a Sr. Chinarro, a Belle & Sebastian, todo eso es ya con resúmenes de la década en la prensa.
El primer disco que compré con la conciencia de “este es mi primer disco” es el “Adore” de Smashing Pumpkins, que eran el grupo de mi vida. Ahora ya estoy un poco desapegado de ellos, pero por ejemplo “Mellon Collie & The Infinite Sadness” lo escuché hasta la saciedad. “Siamese Dream” es quizás el disco que ha envejecido mejor, pero “Mellon Collie”, aunque tiene canciones que ahora escucho y no soporto, sí tiene ese punto que yo he querido dar a mi música, donde podía saltar de una canción como “33” a “We Only Come Out at Night” o “Lily”, que es como parte de un musical de Broadway.
Tres adelantos que se contradicen entre sí. “La Vida Adulta”, “Sabes la Noche”, “Walter Disney Corp.” El sentido narrativo para mí siempre es muy importante. Hay que arrancar de algún modo con algo que anticipa lo que vas a hacer después. Y “La Vida Adulta” tiene sentido ahí porque resume un poco el porqué de la despedida. En cuanto a sonido, puedo alinearla con “Carne Tártara”, con ese punto post-punk, un género por el que ya habíamos transitado pero que últimamente estaba menos presente. Es una canción a dos voces, explicando por qué la vida adulta viene en tu rescate… Al final es el resumen del disco: viene la vida adulta con sus responsabilidades y te parece una mierda, pero cuando ves gente que no ha dado ese paso y que siguen siendo adolescentes eternos piensas “hostia, menos mal que me he librado de eso”. Se trataba de cazar esa ambigüedad. No es “qué genial hacernos mayores y tener un hijo”, que es una cosa entre maravillosa y agónica, pero cuando ves gente que se ha quedado atascada….
No obstante, no estamos pontificando desde una atalaya moral, porque tiene su punto cómico. Es una canción casi paródica que intenta retratar a una generación que ha dado un paso tardío hacia la paternidad, y por eso están un poco espantados. Si lo piensas, nosotros somos la primera generación en la que ese paso de casarse, asentarse, formar una familia, etc. es un paso tambaleante. Esto viene resumido en la frase “los viejos conceptos se tambalean, las nuevas lenguas se balbucean”. Es la lengua de la paternidad, que no sabemos muy bien cómo hablarla. No es un juicio moral, habla de una crisis de ambos grupos generacionales, los que dieron el paso y están inseguros con él y los que no lo han dado y ven como el mundo que conocían se cae a trozos.
“Sabes la Noche” ha sido un sorprendente éxito: es el adelanto más escuchado, la canción que entró en más listas, la que gustó a más gente… Es una canción bonita y melancólica que sí coge ese lado folk que el grupo tiene y cuya producción tiene ese punto que tú la escuchas y dices “ok, esto no lo hace cualquiera”. “La Vida Adulta” sí es una canción bastante estándar, pero “Sabes la Noche”, con esas trompetas, esos cambios, ese final tan a lo Boo Radleys… Eso es muy nuestro y daba una cierta marca de identidad.
Y “Walter Disney Corp.” es una concesión a lo que los oyentes de Hazte Lapón, que son muy majos y muy peculiares, esperan de nosotros: esa cosa un poco romántica y triste. A mí me sorprende mucho a lo largo de este tiempo la cantidad de gente que me ha dicho que llora con mis canciones. Me sorprende, porque no soy Enric Montefusco precisamente, e intento darle un poco de ligereza a lo que digo, ¡pero la gente se echa a llorar! Es cierto que tengo un poco ese lenguaje Apatow, por así decirlo, entre cómico y melancólico. Un punto que no es completamente serio ni completamente broma, que no es irónico…
A mí la ironía me da mucha rabia, me gusta ese humor que no es despegado y que está metido emocionalmente hasta las cejas en el chiste. Me gusta mucho por ejemplo esa canción, “I Started a Joke” de los Bee Gees, que además de ser muy bonita tiene ese concepto que me encanta, con esa épica en la que yo empiezo una broma y al final yo soy el objeto de la broma. Me fascina, es una canción de esas atípicas, que se adelantan a su tiempo y se convierten en contemporáneas mucho después de publicarse.
Lo que la gente espera de nosotros, o lo que yo he creído adivinar que espera de nosotros, es reírse y llorar a la vez. Entonces “Walter Disney Corp.” creo que tiene un puntito de humor (esa cosa de “gano peso y pierdo pelo, me dicen que es normal”) hablando de cómo empiezas a dejar de identificarte con tu imagen juvenil al mirarte en el espejo, por esos cambios físicos drásticos que ocurren en el hombre. Esos cambios también los experimenta la mujer, cierto, pero me parecen algo más sutiles y más tardíos. Y eso de algún modo nos distancia, que es un poco en lo que ahonda la canción. Aunque Saray tiene la teoría de que estoy más guapo ahora que antes, una teoría loca que se desmonta viendo fotos de ahora y de antes, pero supongo que eso es el amor. No tiene ningún sentido, pero es el amor lo que lo sostiene.
Los Nabókov, las posiciones masculina y femenina en el siglo XX y el siglo XXI. “Como Véra y Vladimir”: explicaciones. Intento que las canciones tengan un mensaje explícito bastante obvio, pero luego tienen dos o tres lecturas más, y las últimas probablemente solo las conozco yo. Entonces utilizo la historia de Véra y Vladimir Nabókov para elucubrar sobre qué hace que una pareja dure para siempre. Ellos estuvieron toda la vida juntos. Imagínate, sobrevivieron a la revolución bolchevique, a los años 30 en Berlín, siendo ella judía…
Piensa que la idea que nos ha llegado de Vladimir Nabókov es casi una ficción construida por Véra, que era quien se encargaba de contestar las cartas, de saber a quién dirigirse, con quién relacionarse… Hay que dejar de ver a Véra Nabókov como una pobre mujer: ella era una especie de manager que, además, estaba muy enamorada de ese hombre, creía mucho en él, pero tenía la confianza para poder decirle “esto es una mierda” o “por aquí no sigas”. También había temporadas en que le dejaba de hablar o le hacía ver que algo de lo que hacía no era lo suficientemente bueno o lo suficientemente elegante. Eso es algo que queda plasmado en sus correspondencias (“Cartas a Véra”).
Ese papel me hace gracia porque es un poco el rol que tiene Saray en Hazte Lapón y que para mí es crucial. Si algo no pasa el filtro de Saray, yo no saco una canción adelante (o la tengo que pelear mucho). Me fío mucho de su criterio y, a veces, soy yo el que no sabe si lo que estoy haciendo está bien. En definitiva, creo que hay que dejar de pensar en señoras como Véra Nabókov como pobres mujeres. Además, tampoco se puede juzgar a una pareja de principios del siglo XX a la luz de la sociedad de ahora, que es algo que se tiende a hacer, revisar todo desde coordenadas actuales, y eso me parece un poco injusto.
La descomposición del heteropatriarcado. Fascinación y temor. “Las Mujeres que No Amaban a los Hhombres” son en realidad todas las mujeres. Hay gente que me ha planteado que puede ser un himno a la homosexualidad femenina, y esa es una posibilidad, claro. Pero la canción habla de esas mujeres que se quedan a tu lado y a la vez no se sienten subyugadas por el hombre; que mantienen una posición de no dependencia… Esto a la vez tiene un cierto efecto magnético para los hombres, pero también de terror, porque de alguna forma refleja la caída del heteropatriarcado que, aunque la gente no lo crea, se está cayendo a trozos, y lo patriarcal está en su máxima decadencia histórica en Occidente. Fíjate que en estos momentos de decadencia, las dictaduras ultrapatriarcales emergen porque saben que está habiendo un cambio social y aparecen parodias del padre, como Donald Trump en Estados Unidos.
Uno tiene que aprender a relacionarse con las mujeres de otro modo: ya no son mujeres fascinadas por el hombre, no son mujeres que no se vayan a separar porque no sepan vivir sin ti, y eso genera momentos muy angustiosos e inciertos, donde piensas “oye, esta mujer realmente ya no me necesita”. Hay que aprender a relacionarse de un modo que ya no está basado en la necesidad. Y Saray es una mujer muy fuerte y muy capaz, que me quiere mucho, pero que podría vivir sin mí perfectamente y hay momentos en los que siento que le soy completamente indiferente y tengo que sobrevivir a esos momentos.
Ahí está el quid de la canción, con un título que intenta subvertir el título de la novela “Los Hombres que No Amaban a las Mujeres”, esta cosa mucho más trillada y más explotada en el pop como es el despecho, que es algo que también me interesa, pero que es mucho más rancia. En resumen, estoy hablando de la atracción que pueden despertar en nosotros esas mujeres que se mantienen en un sí pero no y que nos mantienen a la vez fascinados y aterrados.
El derecho a réplica de Saray. Suiza y la neutralidad. En “Suiza” es la primera vez que Saray hace de voz solista. La he tenido que convencer, porque ella se siente más cómoda si yo hago un soporte con la voz grave. Creo que era necesario que ella cantara una sola, ya que además esta es una canción escrita desde su perspectiva. Sí, tiene ese punto que puede sonar a Lush, pero nosotros nos fijamos mucho en “Letter From an Occupant” de The New Pornographers, que es un grupo que hace canciones con tres estribillos: cada estrofa parece un estribillo, luego el puente es más estribillo y el estribillo es un requetestribillo. ¡Una cosa súper intensa de tan pop!
La letra es como un reverso de “Carne Tártara”. Hay parejas que tienen una discusión eterna, siempre la misma, como la parodia de Ross y Rachel en “Friends”, una discusión cíclica en la que, cada vez que aparece cierto tema, las personas toman la misma posición de siempre, perpetuando todo. Entonces aquí Saray dice “NO, no me vas a llevar a ese papel, voy a mantener la neutralidad”. Como Suiza.
Su título también obedece a un reloj de cuco suizo, en el que cíclicamente, cuando da la hora, aparecen unos muñecos y toman unas determinadas posiciones, siempre las mismas. Es como en los conflictos políticos recientes: suele ganar el que no actúa. Ese “no voy a hacer nada hasta que seas tú el que agreda”, lo cual es otro modo de agresividad, claro. “Suiza” es entonces una batalla de dos pasivos-agresivos, un poco como un juego de BDSM, pero donde la palabra de seguridad en este caso es la palabra que activa; si digo esa palabra, entonces no hay marcha atrás y si no la menciono, nos vamos a quedar atascados en esta neutralidad agresiva.
Madrid. Barcelona. El Clásico. Empate sin goles. Las dos escenas, la de Madrid y Barcelona, son muy interesantes. Se da un fenómeno peculiar por el que ambas escenas creen que la otra tiene más facilidades. En Madrid creen que a los grupos de Barcelona les va mejor porque mucha prensa especializada es de allí, está el Primavera Sound, está Rockdelux… En Madrid se percibe que Barcelona funciona mejor y en Barcelona se percibe justo lo contrario, cuando la realidad es que el indie funciona mal en todos sitios.
Ha habido grupos muy buenos en ambas escenas y, a la vez, nadie ha tenido la posibilidad de desarrollar una carrera, porque el medio es muy pobre. Si tuviéramos la consciencia de pobreza que tenían las escenas en los primeros momentos de su creación, por ejemplo en los primeros movimientos hardcore de EEUU, una escena paupérrima que se construyó a pesar de eso, y en algún momento dado alguien pudo transitar por ahí y luego más allá… Lo nuestro, como es una escena en decadencia, la gente ya tiene asumido que lo que sucedió nunca va a volver a suceder.
Porque, al final, los grupos que están teniendo éxito, tipo Izal, toman el indie prestado pero nada tienen que ver con los presupuestos del indie. Izal de entrada no son indies, porque de serlo, sus polémicas tendrían muy poco recorrido, no interesarían mucho… Es que además es muy raro que un tipo guapo sea indie. El indie tiene algo que ver con ser perdedor. Los guapos, en general, no hacen indie, y mucho menos le llaman a su grupo como su apellido, que es algo que te acerca más a Bon Jovi. Aunque en el ámbito de la conquista, hemos visto que se puede ser un perdedor, y comportarse como un baboso (risas), aún teniendo éxito.
Lo auténticamente indie no tiene mercado. Los últimos grupos que han logrado hacer una cierta carrera ya tienen muchos años. Hubo un boom cuando MySpace, donde despuntan diez o doce grupos que sí han tenido una carrera, con público, con dinero (no mucho, pero suficiente) como La Bien Querida, Joe Crepúsculo, Los Punsetes, Triángulo de Amor Bizarro, Pony Bravo, en menor medida Tulsa… Pero desde esa generación no ha habido un solo éxito. Lo más parecido en mi quinta podría ser El Último Vecino, que es una cosa bastante más modesta. No ha habido éxito porque no ha habido ningún factor que empuje. Al revés, ha habido una atomización; una posibilidad de supervivencia, sí, porque llegas a muchos sitios, pero concretar eso en una carrera que se pueda sostener es muy difícil.
Yo nunca he querido dedicarme profesionalmente, pero creo que hay grupos que lo han querido y no han podido. En ese sentido, somos más indies que nadie, el post-indie ha vuelto a la casilla de salida del indie de los 90. Ya lo dice David Rodríguez (Beef, La Estrella de David): el gran mito del indie de los 90 es que había público. No había público, el público llegó mucho después, durante años se tocaba para los amigos y para treinta personas. En eso somos completamente indies, tanto los de Barcelona como los de Madrid.
Tácticas sucias de acoso y derribo. No me gusta entrar en polémicas contemporáneas porque, al final, siempre te pillas los dedos. No puedo hacer un juicio de valor sobre algo de lo que desconozco los detalles. En todo caso, a propósito del artículo de Juan Soto Ivars, puedo afirmar que, si bien no sé si sabe lo que es una zorra, ¡desde luego, lo que parece que no sabe es qué es una groupie! Porque una groupie a la que tienes que escribirle por Instagram a darle la murga no es tal groupie…
Hay un video por ahí de Leonard Cohen donde le vienen unas mujeres maduras, perfectamente conscientes, que aparentemente tienen un deseo sexual hacia su ídolo y se acercan a ver si lo pueden conseguir; y el tío, un reconocido mujeriego, por otro lado, se comporta de forma completamente elegante: “Hoy no puedo quedar, mañana a ver si nos vemos, desayunamos juntos…”. Son mujeres completamente fascinadas, que tienen el derecho a querer tener relaciones sexuales con su ídolo. Lo que no tiene lógica es que tú hagas un barrido en cada ciudad para buscar chicas que te atraen físicamente y darles la murga… Y a algunas chicas les habrá parecido maravilloso que este chico intente ligar con ellas, pero otras pueden haberse sentido incómodas, porque quizá querían conocerle pero no tener relaciones con él, y eso no las hace histéricas ni zorras.
Otra cosa es que me parezca bien que se publiquen pantallazos de conversaciones privadas, que es una cosa muy contemporánea, pero bastante peliaguda. Estamos viviendo por tanto un momento donde, efectivamente, los viejos conceptos se tambalean. La gente puede meter la pata y puede enmendarlo, pero lo que no puede ser es que uno pretenda irse de rositas con según qué cosas. Procuro no dejarme llevar por los linchamientos, pero creo que también hay que asumir responsabilidades, y si uno hace cosas que a día de hoy producen incomodidad, a lo mejor tiene que replantearse el modo de relacionarse con el otro sexo.
Un espejo en el que reflejarse. Luke Haines era un tío un poco caótico, pero con muchísimo talento, y sería un buen modelo en el que reflejarse, primero porque él ha seguido haciendo música pero no ha repescado a los Auteurs, que fue un grupo muy avanzado a su época y que tuvieron muy poco éxito. Es un músico por el que siento muchísima empatía, pero ahora mismo no me veo haciendo unos Baader Meinhoff o unos Black Box Recorder. Seguramente lo que vamos a hacer ahora es descansar, dejar que la gente nos eche de menos, y si vuelvo a sentir la pulsión de escribir canciones, las escribiré, pero no antes. No me siento demasiado incómodo con la idea de no volver a hacer una sola canción más. No vivo eso como una necesidad. Tengo otros modos de sacar adelante mi creatividad, creo, y puedo probar por otras vías. O incluso descansaré y haré otras cosas que nada tengan que ver con el esfuerzo creativo.
De la misma manera, es importante insistir en que la gente no debería ser tan obtusa a la hora de valorar a un artista solo como alguien que produce sin parar. Tenemos múltiples demostraciones de mucha gente que nunca vivió de su arte, que pasó por largas épocas donde no producía… Por ejemplo, Jaime Gil de Biedma, que era un tipo que durante muchos periodos no escribía absolutamente nada y se dedicaba a vivir del negocio familiar; y luego, diez años después, escribía algo porque le apetecía. O J. D. Salinger. O Juan Rulfo. O Boris Vian, un tipo que era ingeniero, un tipo muy activo que nunca vivió de la literatura y cuya obra se ha reclamado después. En cuanto a la música, Kevin Shields tuvo aparcados a My Bloody Valentine durante muchos años, con todo el mundo pidiéndole que sacara nuevas canciones. Y aunque el disco que sacó finalmente veinte años después no está mal, tampoco era algo completamente necesario. The Smiths no han vuelto a reunirse y no pasa nada. El Niño Gusano no se reunirán nunca y solo tendremos sus discos. Y no pasa nada.
No hay que obsesionarse con que solo es artista el que vive de eso y produce sin parar. Hay infinitos ejemplos de gente que hace una contribución al arte importantísima sin haber dedicado su vida a ello, habiendo hecho una aportación temporal crucial. No digo que yo vaya a ser uno de ellos, pero hay que poder contemplar también esa posibilidad en músicos que solo se dedican a esto durante un tiempo. El modelo Astrud me gusta, donde Manolo no ha vuelto a dedicarse a la música porque tiene cosas mejores que hacer, y si vuelve será porque realmente tenga ganas, no porque todos le pidamos que vuelva. Es a quien más tomo como modelo, se dedica a dar clases en la universidad, a investigar sobre el lenguaje, cosas bastante creativas. Si lo piensas, un buen artículo sobre teoría del lenguaje puede ser más importante que una canción nueva de Astrud, aunque muchos no lo entiendan así. Manolo cree que sí, y por eso tiene sus energías puestas en otra cosa. En resumen, que hay vida más allá del indie. [FOTOS: Dani Cantó] [Más información en el Twitter de Hazte Lapón]