Cinco años han tardado A Veces Ciclón en lanzar su segundo disco «Cumbayá»… Así que ya va siendo hora de entrevistarles en profundidad, ¿no?
Post-rock. Slowcore. Texturas cristalinas. Ritmos comatosos. Espirales hipnóticas. Desarrollo parsimonioso. Efecto envolvente. Estos son los principales ingredientes que componen la fórmula estilística que manejan A Veces Ciclón y que llevan hasta las últimas consecuencias: las sosegadas y cuidadas progresiones que marcan el tempo de sus canciones se trasladan al avance de la banda galaico-valenciana integrada por Óscar Vilariño (voz y guitarra), Xavier Muñoz (bajo, guitarra, teclados y coros) y Marcos Junquera (batería, percusiones y coros), igual de calmado y meditado. ¿Por obligación o voluntad propia? Por una combinación de ambos factores. Así se explica que el trío tardase cinco años en editar su segundo álbum, “Cumbayá” (Acuarela, 2018), continuación de su debut homónimo, “A Veces Ciclón” (Acuarela, 2013).
Aquel primer disco colocó a A Veces Ciclón en el mapa musical alternativo nacional como grandes intérpretes de un subgénero exigente -tanto en su ejecución como en su asimilación- cuyas barreras lograban derribar a base de calidez eléctrica y una melancolía contenida. Sin embargo, ese muro invisible que habían tirado abajo se levantó en la realidad en forma de obstáculos que dificultaron que publicaran “Cumbayá” antes de lo deseado. En este sentido, debemos reconocer que, en el fondo, somos unos egoístas: no hemos pensado en las circunstancias con las que el trío debió lidiar para sacar adelante sus esfuerzos artísticos compartidos. Las de la vida misma, básicamente.
Aunque no nos pongamos tan prosaicos como para olvidar que todo disco requiere pasar por un proceso de construcción y maduración adecuado. Y el de “Cumbayá” tenía el objetivo de ofrecer una versión enriquecida y más luminosa de su predecesor. De hecho, hace poco más de tres años, cuando vimos a A Veces Ciclón en directo en Vigo, bastó una sola canción que funcionó como señal de lo que iba a ofrecer el grupo en el futuro para empezar a percibir que estaba dispuesto a dar un paso adelante.
De este modo, “Cumbayá” es el siguiente peldaño natural en la evolución de A Veces Ciclón, cuya identidad sonora y narrativa se mantiene intacta pese a que los límites de su post-rock se han expandido hacia el pop, hasta el punto de creer que, realmente, su influencia siempre ha estado latente en sus composiciones. Esta impresión tiene mucho que ver con las sensaciones que desprende el disco (empezando por su portada, salida de la inquieta mente de Dorian Wood), unas veces ensoñadoras y otras evocadoras, en algunas fases magnéticas y en otras incluso psicodélicas.
No hay duda: con respecto a “A Veces Ciclón”, “Cumbayá” es una obra diferente, desde su concepción y grabación -realizada por Rafael Martínez del Pozo en Castro de Cepeda (León)- hasta su elaboración -en la que intervinieron Jose Luis García y Fany Álvarez (Elle Belga), Rubén Abad, Marc Clos, Ibán Pérez y Fernando Junquera-, pasando por el poso sensitivo que deja en el cuerpo una vez escuchado. Óscar Vilariño desmenuza esos cambios y los entresijos de “Cumbayá” con la misma sinceridad que vuelca en el disco a través de sus trasparentes letras. Por eso resulta tan fácil conectar con sus palabras y sentir cómo la música de A Veces Ciclón penetra cada poro a cámara lenta.
Vuestro primer disco se grabó y mezcló, como se lee en sus créditos, “en tres tardes de julio y agosto de 2012”. Con “Cumbayá”, sin embargo, parece que tuvisteis la oportunidad de tomároslo con algo más de calma con Rafael Martínez en León. ¿Cuáles fueron la principales diferencias entre los procesos de grabación de ambos discos? Los procesos de grabación de nuestros dos discos fueron diametralmente opuestos. El primero lo grabamos en dos tardes en los estudios de la Radio Galega en Santiago con Toño Vázquez a los mandos y empleamos otra tarde para mezclarlo todo. Nosotros íbamos con la idea de grabar una maqueta. Hasta esa fecha, Marcos y yo habíamos hecho un par de sesiones de ensayos en Valencia y Madrid. Xavi se incorporó al grupo dos días antes de ir a Santiago. Era amigo de Marcos y lo conocí en un concierto de Low. Congeniamos, charlamos mucho por el chat de una conocida red social y, al final, se unió a Marcos para venir a Lugo y preparar la maqueta entre picnics y baños en el río Miño. Acabó quedándose en el grupo, claro.
Las canciones, aunque ya estaban escritas, se abrieron mucho con la incorporación del bajo y los teclados de Xavi. Esa mezcla se volcó en una cinta DAT (o algo así, estoy muy pez en temas de registro de audio) que hizo que esa grabación quedase estanca, imposible añadirle nada más. Pero a Jesús Llorente de Acuarela le encantó, así que se publicó así. Con “Cumbayá” ya teníamos la idea de hacer un disco más complejo, con más arreglos. Estuvimos cinco días en casa de Rafa grabando y mezclando. De allí nos fuimos con las canciones ya listas para editar. Pero queríamos hacer más arreglos, así que fue Xavi quien tranquilamente en su casa de Castellón se encargó de escribir y grabar el grueso de los arreglos del disco.
Entre la edición de un álbum y otro pasaron cinco años. ¿Qué condicionantes influyeron en que tuviese que transcurrir ese tiempo hasta poder publicar “Cumbayá”? El primer disco lo grabamos en el verano de 2012 y salió un año después. Entre que lo masterizas y entras en la escaleta de ediciones del sello, ¡el tiempo pasa volando! Esto es lo de siempre. Durante estos años, ninguno se ha dedicado profesionalmente a la música. Últimamente Xavi sí: toca con muchos músicos diferentes y produce a otros tantos. A veces es duro encontrar hueco hasta para responder un email. “Cumbayá” se grabó en enero de 2015. El proceso de posproducción se alargó un poco más de lo esperado debido a que Xavi tuvo bastante trabajo con Laetitia Sadier y Dorian Wood estos años y, claro, on the road no se puede trabajar en estas cosas. También tuvimos la mala suerte de que se le estropeó el ordenador una vez que ya había hecho todo y tuvo que escuchar los mp3 que nos había pasado para volver a grabar todo de nuevo. Después vino lo de contactar con los amigos que colaboraron y que encontrasen un huequecito para grabar. Fue Xavi quien mezcló todos esos arreglos. Y luego otra vez lo de siempre: masterizar, escaleta de ediciones, retrasos en fábrica, etc.
¿Existió mayor cohesión como grupo entre vosotros con respecto al primer LP, a pesar de la distancia geográfica existente entre Marcos, Xavi y tú? Definitivamente. Cuando grabamos el primer disco, no habíamos hecho ni diez ensayos en total. Bueno, Xavi realmente hizo dos. Cuando grabamos el segundo ya habíamos hecho alguna gira, y esa es la herramienta definitiva de cohesión en el seno de un grupo.
Como has comentado, en “Cumbayá” intervinieron múltiples colaboradores. ¿Cómo los fuisteis eligiendo? Fue un proceso muy natural. Con Fany y José Luis de Elle Belga fue extremadamente natural, de hecho. Somos amigos y nos admiramos mucho mutuamente. Se nos ocurrió que colaborasen, así que les enviamos el disco entero para que escogiesen donde querían hacerlo, si es que lo veían claro. Josele metió guitarras en dos canciones, “Campeón” y “Kontuz”; y Fany hizo coros en “Huracán”. Las otras colaboraciones fueron surgiendo al ver las necesidades que tenían las canciones. Fernando Junquera ‘Negro’, hermano de Marcos, es tan fan de todo el rollo Chicago como nosotros, así que tenía que colaborar en “Cacahuete” sí o sí. Para “Romaría” queríamos algo parecido a un solo de guitarra bonito para la coda final, ¿y quién mejor que Rubén Abad de Cró y Trilitrate? Cuando grabamos “Devalo” en León metimos unos arreglitos con una marimba pequeña que tenía Rafa por allí. Nos gustó lo bien que entraban en ese ¾ machacón de la canción, así que Marcos habló con su amigo Marc Clos, percusionista profesional, y este grabó los arreglos que se pueden escuchar. Lo de la trompeta de Ibán Pérez se me ocurrió a mí. Había que vestir un poco el final y la trompeta es uno de mis instrumentos favoritos. Ibán es amigo mío y accedió amablemente a grabar un arreglo.
Esas colaboraciones hacen ver que la construcción del disco ha sido coral, pero el resultado final suena compacto y unitario… Contactamos con gente afín a nosotros, tanto en lo musical como en lo espiritual. Es normal que su música se haya integrado perfectamente en la nuestra. Todo fluyó con naturalidad. Ha sido un auténtico lujo contar con todos estos colaboradores.
En esa lista también aparece Dorian Wood, autor de la portada de “Cumbayá”. ¿Qué es y qué significa su ilustración? Conocemos a Dorian porque siempre que viene a Europa de gira Xavi y Marcos tocan con él. De hecho, ellos han sido los dos únicos músicos que le han acompañado en la grabación de su fantástico último disco, “Xalá”. Dorian, además de músico, es ilustrador. Todas las noches cuelga en sus redes sociales unos dibujos muy escatológicos que nos encantan. Puedes ver a Micky Mouse en una orgía o a Donald Trump con un pene saliéndole de la frente. Es absolutamente arrebatador. No dudamos ni un segundo en que tenía que ser él el que hiciese la imagen de portada. ¿El significado de la ilustración? Habrá que preguntarle a Dorian…
Habéis recurrido de nuevo a una paleta sonora austera, sin necesidad de utilizar demasiados instrumentos en apariencia, pero esta vez habéis incluido en ella numerosos detalles en los arreglos y la habéis enriquecido… La verdad es que hay un despliegue bastante grande en muchas de las canciones. En “Devalo” debe haber como diez pistas de instrumentos entre la base rítmica, guitarras, sintes varios, marimba y trompeta. Y así con varias canciones más, por ejemplo “Silencio”, en la que Xavi hizo un trabajo increíble con los teclados y sintetizadores. El disco tiene muchos rincones a los que no llegas en la primera escucha. Hay que sentarse en el sofá con una Fanta y unos cacaos para entender bien el disco.
Ese sonido, en algunos puntos del disco, roza la psicodelia y tiene un efecto duermevela. ¿Era el camino más natural que podía seguir para evolucionar sin que se corrompiera vuestro estilo? Me alegra mucho esta observación. El concepto de psicodelia lleva décadas siendo violado. La psicodelia es algo pop, no los macho-desarrollos progresivos a los que se la asocia hoy en día. Supongo que sí, que hay varios momentos muy psicodélicos en el disco, sobre todo a raíz del trabajo de sintes que hizo Xavi.
Según la nota de prensa del sello Acuarela, “es el disco menos amable del año”. ¿Estás de acuerdo con esa descripción? Desde luego, “Cumbayá” es mucho más amable, más pop si prefieres, que el primer disco, que era un poco más experimental. Yo no veo que sea excesivamente poco amable. Pero, claro, en el mundo en el que vivimos ahora, en el que si te mandan un vídeo por Whatsapp que dure más de 30 segundos ya te parece un mundo, es cada vez más difícil encontrar momentos para sentarte a escuchar un disco y sólo hacer eso, escuchar el disco. Está claro que lo nuestro no son los hits, pero tampoco buscamos otra cosa que no sea hacer la música que nos apetece en cada momento, sin concesiones al indiemainstream o a las modas. Suena a tópico, pero no podemos decir otra cosa. Tampoco somos nihilistas, como se empeñan en decir por ahí siempre que hablan de nosotros. El tono general de las letras, y ya no hablemos de nuestra actitud vital, es de positivo a muy positivo, así que seguimos sin entender esta asociación. Si nosotros somos nihilistas, entonces Ricardo Lezón es el mismísimo Friedrich Nietzsche.
Entonces es posible afirmar que “Cumbayá”, por su accesibilidad, es un gran disco para que los que no son demasiado aficionados al post-rock (y similares) den una oportunidad al género. ¿Lo ves de esa manera? Yo veo “Cumbayá” como un disco prácticamente pop. Excepto “Kontuz”, que sí que es abiertamente post-rock, el resto son canciones pop. Muchas tienen estribillos reconocibles, cosa que no ocurría en el primer disco, que solamente teníamos un estribillo en “Amén”. Y no hay nada más pop que un estribillo. Creo que “Cumbayá” puede gustar a muchas personas distintas. No hace mucho, entre bromas, llegamos a la conclusión de que dentro de cinco años tocará revisitar el lonchismo post-rock de principios de siglo y ahí es cuando nos forraremos. Bromas aparte, al final todo se reduce a eso: ciclos, modas, nostalgia de otros tiempos… Nosotros hemos decidido no entrar en ese juego, por lo que no estamos excesivamente preocupados por el alcance que nuestra música pueda tener más allá de lo razonable. Sería estúpido.
Una de las cualidades más destacadas del disco son las letras, que se mueven entre el ruralismo, la naturaleza, la nostalgia, la morriña… Da la sensación de que, además de A Veces Ciclón, cada vez hay más grupos gallegos (como Malandrómeda, Boyanka Kostova, Esposa, Oh! Ayatollah…) que incluyen temáticas autóctonas en sus letras, como si quisiesen reforzar su identidad y darle a su mundo más cercano el valor que se merece. ¿Cómo observas esa situación? Nunca he concebido hacer las cosas de otra forma. Siempre me ha parecido ridículo, aunque respetable, esto de cantar en inglés sobre “Sally” o “London” y cosas así. Ese es el juego del que hablaba antes. Yo soy de A Coruña y vivo en Lugo. Mi familia es de un pueblo llamado Curtis, donde pasé todos los veranos y fines de semana de mi infancia y adolescencia. Mi aldea y mis amigos de allí son mi patria. Además soy ingeniero forestal y lo que más me gusta es echarme al monte en cuanto puedo. Huyo del postureo urbanita como de la peste. Es lógico que mis letras hablen sobre las cosas que me preocupan de verdad, como el despoblamiento rural y la estigmatización que sufre por parte del mundo urbano y cosas así. Cosas que no les interesan, como es lógico, a los asistentes del Sonorama o del FIV de Vilalba… No los juzgo por ello.
En “Cumbayá” no todas las canciones son nuevas. Por ejemplo, “Silencio” fue el primer tema que compusiste en tu vida. ¿Cómo fue ese proceso de rescate y recuperación? Sí, allá por el año 2004 o así. Fue la primera canción que hice con la guitarra. Hasta ese momento solamente tocaba el bajo en Triquinoise, un grupo muy ruidoso que compartía con varios amigos en Coruña. Tenía una letra que cogí de un libro sobre música country y después la aparqué durante muchos años. En cuanto empecé a tocar con Marcos la recuperamos, hice la letra actual y le ajustamos un poco la estructura, que tenía bastante paja
“Romaría” o “Xabriño” poseen ese poso pop que has mencionado antes, como si hubieses pensado en el sonido de tu otro proyecto, Musel, aunque ejecutado con mayor reposo… “Xabriño” es una canción que tenía desde 2009 o por ahí. No encajaba en Vale Tudo, el grupo que tenía entonces, así que no tuvo mucha trascendencia más allá de las cuatro paredes de mi casa. “Romaría” partió de un arpegio que tenía desde hacía años y con el que nunca conseguí hacer nada decente. Ensayando con Marcos y Xavi surgieron las otras dos partes y la estructura final. Para mí es A Veces Ciclón 100% esa canción. ¡Ves como somos más pop de lo que piensas! [Risas].
Por la forma en que proyectas la voz y por detalles como la lírica relativamente alegre de la mencionada “Xabriño” o la dulzura (harmónica incluida) de “Huracán”, ¿“Cumbayá” es un disco más luminoso que “A Veces Ciclón”? Lo cierto es que, con la perspectiva que dan los años, sí que veo que “A Veces Ciclón” es un disco bastante oscuro, sobre todo a nivel lírico. Muchas canciones van sobre decepciones y demás vicisitudes de las relaciones humanas. “Cumbayá” es todo lo contrario: nostalgia riquiña, aprendizaje, deseo y amor.
¿También se puede decir que es más ensoñador y evocador por cortes como “Campeón”, “Kontuz” o la propia “Romaría”? Siempre me ha gustado jugar con las palabras, los dobles sentidos. Por ejemplo, “Servilletas”, del primer disco, es directamente un juego de palabras. Supongo que me gustan mucho los cuatro primeros discos de Sr. Chinarro.
Una vez editado el disco, relataste a través del perfil en Facebook de Acuarela muchos detalles sobre sus canciones. Por ejemplo, de ellas afirmas que “están escritas con un alto contenido emo”. ¿Emo en qué sentido? Eso es una broma interna que tenemos. A todos nos gusta el post-rock, que es lo más emo del mundo, y todo eso. Pero, claro, por ejemplo Marcos tocaba en Betunizer, que eran lo opuesto a eso. Muchas veces yo llegaba con ideas a los ensayos que sabía que me iban a suponer un puteo. Todo por las risas.
Por otra parte dices que “mi ilusión es que alguien haga remezclas bailables de nuestras canciones”. ¿Hasta qué punto sería posible? ¿Quién te gustaría que se encargase de esa tarea? Lo cierto es que eso es bastante posible que ocurra, pero no podemos adelantar nada para no gafarlo. A mí personalmente me encantaría trabajar con Baiuca, cuyo disco “Solpor” me parece una auténtica obra maestra. Hablé con Álex [Casanova], pero está desbordado de trabajo y muy sensatamente me ha dicho que mejor retomar el tema más adelante para no crear falsas expectativas.
Cuando hablas de “Devalo”, me surge la duda: ¿la consideras la canción más comercial de “Cumbayá”? ¿Y de la trayectoria de A Veces Ciclón? Todo lo contrario. Cuando íbamos a escoger la canción a la que hacerle un videoclip, a mí se me ocurrió “Silencio”, que es la más comercial, entre mil comillas. Pero Xavi y Marcos dijeron que “Devalo” era la mejor, cosa con la que estoy de acuerdo. Lo bueno de ser un número impar de miembros es que los procesos democráticos son muy llevaderos.
Y sobre “Huracán”, sorprende la honestidad con la que cuentas su gestación, entre repartos de Telepizza y anotaciones en móvil dentro de ascensores. No es fácil ni habitual que un músico muestre tan abiertamente su realidad mientras intenta no olvidarse de su parte artística… ¿Volvemos a hablar del postureo? Creo que no es necesario. Cada uno es sus circunstancias. Todo por la música. [FOTO: Celeste Barria] [Más información en el Facebook de A Veces Ciclón // Escucha «Cumbayá» en Apple Music y en Spotify]