«Trapicheos en la Segunda Avenida» no es solo una novela gráfica de lectura obligada: es un rendidísimo homenaje a la primera generación que luchó contra el sida.
Si le preguntas a cualquiera que viviera los 90 siendo medianamente (o plenamente) adulto sobre cómo ve la situación del sida actualmente, su respuesta seguramente será de pura alarma. Y es que, al fin y al cabo, a día de hoy no se habla de esta enfermedad tanto como se debería; y, de hecho, resulta francamente alarmante observar cómo las generaciones más jóvenes actúan como si fueran inmunes al sida… ¿Qué es lo que suele decirse? ¿Que para que asegurar un futuro próspero, siempre hay que conocer el pasado? Pues precisamente por eso nos parece tan importante la existencia de un cómic como «Trapicheos en la Segunda Avenida«.
Esta novela gráfica de Joyce Brabner y Mark Zingarelli, publicada ahora en nuestro país de la mano de la editorial Dos Bigotes, viene avalada por distinciones tan impresionantes como el Premio Lambda 2015 a la Mejor Novela Gráfica o el hecho de que el Village Voice la seleccionara como una de las mejores novelas gráficas de 2014. No es para menos, ya que «Trapicheos en la Segunda Avenida» narra la historia real de todo un conjunto de artistas y activistas que, como toda buena familia, estrecharon filas para enfrentarse a una amenaza de proporciones tan devastadoras como el sida.
Juntos, decidieron plantarle cara al sistema que estaba dejando desvalidos a la primera generación de enfermos de esta plaga, que sufrieron no solo por culpa de la enfermedad, sino también por el hecho de que la sanidad no supo cómo lidiar con este problema. El guión de Brabner (autora especializada en cómics de temática social y viuda de Harvey Pekar) plasma lo dicho a través de las aventuras y desventuras de unos personajes que tendrán que negociar con la mafia e incluso marcarse un viaje ilegal para conseguir medicamentos efectivos.
El argumento suena a dramón, pero ahí está lo interesante de «Trapicheos en la Segunda Avenida«: que, gracias al guión desprejuiciado de Brabner y al estilo gráfico de Zingarelli, el cómic no se acaba escurriendo por el sumidero de la tragedia, sino que es una verdadera celebración de la vida… De la que deberían aprender las nuevas generaciones. Por su bien.
Más información en la web de Dios Bigotes.