El Moritz Feed Dog 2018 ha celebrado una edición en la que este festival de cine documental sobre moda ha conquistado su primera cima… Y aquí te explicamos por qué necesitamos más fenómenos como este.
Que el Moritz Feed Dog 2018 ha sido un éxito es una afirmación que no necesita de la pluma de ningún periodista como yo para probarse como una gran verdad. Solo hace falta haber estado atento durante este Festival de Cine Documental sobre Moda (que se ha celebrado en Barcelona entre los días 22 y 25 de marzo) para haber observado cómo la organización iba respondiendo con celeridad ante la necesidad de aumentar el número de sesiones para satisfacer la alta demanda de entradas de varios de los títulos de su programación.
¿Pecó el Mortiz Feed Dog 2018 de exceso de humildad al estructurar su programación con tan solo un pase para exhibir la mayor parte de las nueve cintas de su programación? En los tiempos que corren, nunca se peca de exceso de humildad: la organización de eventos en la Ciudad Condal se ha revelado (sobre todo en los últimos meses) como un deporte de alto riesgo debido a una volubilidad realmente preocupante. Y, así las cosas, no es de extrañar que el Moritz Feed Dog encarara su cuarta edición con la cabeza fría y los pies de plomo: mejor que falte que no que sobre, tal y como suele decir mi madre. ¡Y vaya que si ha faltado!
Por suerte, la organización del festival reaccionó con solvencia y velocidad ante los «sold out» de las sesiones más demandadas… Lo de los documentales sobre Vivienne Westwood y Maison Martin Margiela estaba cantado de alguna forma u otra. Ahora bien, más sorprendente fue lo de la cinta sobre Antonio López, solo explicable ante el veloz boca / oreja que siempre causa una personalidad tan bigger than life como la de este ilustrador. Y solo como «marciano» puede catalogarse que el festival se viera en la necesidad de añadir una nueva sesión de algo tan específico como «Pierre Bergé abriendo las puertas a los archivos de bocetos de Yves Saint Laurent«.
Pero, ojo, porque el título de esta crónica del Moritz Feed Dog 2018 no pregunta si el mundo de la moda necesita más fenómenos como este basándonos exclusivamente en su evidente éxito de público (un éxito que, es de suponer, se traduce en una solvencia económica que asegure su continuidad en futuras ediciones). Eso está fuera de toda duda. Un elevado número de personas -algunos de ellos verdaderos fans que estaban allá para verlo TODO- decidieron pasar el fin de semana entre documental y documental sobre moda, lo que es un logro sublime si tenemos en cuenta que ha llovido como si no hubiera un mañana y que el clima político no era el más favorable (apunte: si crees que esto no es algo relevante, es porque no has querido ver cómo el clima político dejaba literalmente desiertos muchos de los eventos de Barcelona en los últimos meses).
Lo realmente magistral en el caso del Moritz Feed Dog 2018 es que esta ha sido la edición en la que el festival ha dinamitado sus propias fronteras y ha conseguido traspasar los muros de contención que podían hacer pensar a ciertas personas que esto era un evento exclusivamente pensado para la gente del mundo de la moda. El hashtag oficial del festival es #ModaEsCultura, y lo cierto es que un vistazo en panorámica a la programación de esta edición confirma que lo del hashtag no es broma y que hay una voluntad real de ratificar la moda como cultura a la vez que se tienden puentes hacia otras áreas, lo que siempre atraerá a un número mayor de espectadores.
En «Kevyn Aucoin: Beauty and the Beast in Me» (de Lori Kaye), el documental sobre el mítico maquillador de las estrellas, hay alguien que afirma que Aucoin fue precisamente una de las primeras personalidades del mundo de la moda en practicar esa misma transversalidad que las supermodelos impusieron en los años 90. De repente, la moda no era algo exclusivo de los desfiles y las maisons y las revistas femeninas, sino que se desparramaba más allá de sus propios límites: las supermodelos fueron las embajadoras que llevaron la moda a la música, al cine, a la televisión y a otros campos que hasta entonces se habían mostrado impermeables ante el encanto de este mundo
Aquella transversalidad es hoy más poderosa que nunca, y eso es algo que se ha podido ver -y sentir- en el Mortiz Feed Dog 2018 gracias a una selección de documentales que no solo hablan de moda, sino que reflexionan sobre todo un conjunto de temáticas y problemáticas que pueden tocar e interesar incluso a alguien que no sepa quién es ese tal Virgil Abloh que acaban de nombrar director creativo de Louis Vuitton para hombre. En el festival acudimos a varias historias de Ícaro fundiendo sus alas por acercarse demasiado al sol, tal y como la del mencionado Kevyn Aucoin o la de Zac Posen (protagonista de «House of Z» -de Sandy Chronopoulos-)… ¿Y quién no puede estar interesado en fábulas de exceso de ambición castigado por los dioses en un mundo como el nuestro, regido precisamente por las ambiciones laborales (ya sean en la escena de la moda o en cualquier otra escena)?
También hubo espacio para la reflexión sobre la sostenibilidad del mundo industrial moderno («Machines«, de Rahul Jain) y para la inspiración, que es básicamente lo que sientes al entrar en contacto con figuras tan inspiracionales como André Leon Talley (el ex-editor de moda de Vogue protagonista de «The Gospel According to André» -de Kate Novack-, que llega a admitir que nunca ha estado enamorado porque su amor ha sido su trabajo) o Antonio López (ilustrador imprescindible de los 70 que brilla en «Antonio López 1970: Sex, Fashion & Disco» -de James Crump– y que es epítome absoluto de la rock-star panacultural).
Pero si hubo una temática realmente urgente en el Moritz Feed Dog 2018, esa fue la complejísima relación entre creatividad y economía sobre la que se basa la frágil industria de la moda. Esta temática no resulta exclusiva del mundo de la moda, sino que es un hecho coyuntural de este siglo 21 que nos ha tocado vivir en el que desde pequeños nos venden la falacia de vivir de un trabajo creativo en el que podamos ser nosotros mismos a nuestra máxima potencia para encontrarnos más tarde con una realidad en la que se impone el capitalismo salvaje, la necesidad de generar siempre más y más dinero pese a que eso implique sacrificios a nivel humano y artístico.
En la moda, sin embargo, esta falacia resulta ser algo más sangrante que en otras áreas: un músico o un pintor, por poner dos ejemplos, puede decidir dejar de producir arte porque, al fin y al cabo, es SU arte, de tal forma que los afectados económicamente por ello serán pocos allegados (el mánager, etc.). Un diseñador de moda, por su parte, necesita una casa, y una casa es realmente una empresa: un conjunto de personas que trabajan al unísono en pos de un éxito comercial.
El problema aparece cuando la casa / empresa quiere crecer y el diseñador no está por la labor. Esto es algo que ocurre en «Vivienne Westwood: Punk, Icon, Activist» (de Lorna Tuck) y en «We Margiela» (de Menna Laura Meijer), aunque la segunda incluso va un poco más allá disertando sobre otra de las grandes temáticas del cambio de siglo: la identidad. ¿Qué es una firma de moda? ¿Solo la creatividad del diseñador? ¿O también la de toda la gente que hace posible que esa creatividad se convierta en ropa?
De esta forma, entre unas preguntas y otras, el Moritz Feed Dog 2018 podría haber sido un festival de cine sobre moda que solo hablara sobre moda y solo interesara a los fashion heads. Por el contrario, la programación sibarita comisariada por Charo Mora ha sabido establecer todo un conjunto de espacios para el diálogo que no solo demuestran que la moda es cultura, sino que directamente ponen en evidencia que la moda está entrelazada en el tejido de todas las áreas de nuestra vida. Esta es, sin lugar a dudas, la primera cima conquistada por el Moritz Feed Dog… Pero, la verdad, resulta francamente delicioso fantasear con el futuro que le espera a este festival. [Más información en la web del Moritz Feed Dog 2018]