«Con El Traje De Los Domingos» es una novela negra de 1971 protagonizada por un hombre al que le gusta vestirse de mujer… Toca preguntar: ¿su lectura resulta revolucionaria o más bien carca?
Uno de los grandes problemas de la cultura es que las revoluciones se suceden demasiado deprisa. La principal consecuencia, evidentemente, es que lo que ayer nos parecía revolucionario hoy nos resulta completamente prescindible y obsoleto… Y es que, una vez la revolución sube un nuevo peldaño en su escalada hacia su propia cúspide, el escalón de abajo nos parece incluso más insultante que la propia realidad inicial.
Tomemos, por ejemplo, la lucha de la comunidad LGBTIQ: si se estrenara ahora mismo una película española de los 70 como, por ejemplo, «No Desearás Al Vecino del Quinto» de Tito Fernández, más que probablemente se le tirarían encima unas trescientas asociaciones diferentes que exigirían su prohibición por resultar totalmente hiriente para la visión que la sociedad tiene de los homosexuales. En su momento, sin embargo, había que reconocer que «No Desearás Al Vecino del Quinto» suponía una «mejoría» en el status quo: por lo menos, el hombre gay empezaba a tener visibilidad en el cine más allá de los papeles de villano bondiano traumatizado por su propia sexualidad.
Una vez el rol homosexual empieza no solo a circular de forma más natural a lo largo y ancho de las ficciones habituales (e incluso a tener sus propias ficciones), sin embargo, el cliché pasa a ser totalmente inaceptable. Pasa a ser, de hecho, totalmente vilipendiable… Ahora bien, hagamos un ejercicio práctico. Coge a un chaval gay de 20 años y oblígale a que vea «No Desearás Al Vecino del Quinto«. ¿Qué ocurrirá? ¿Se indignará por la representación políticamente incorrecta y clichetera del protagonista homosexual? ¿O interiorizará que es una película 70 y valorará su valía en el marco en el que fue estrenada, no en el marco en el que él la está viendo? Depende del chaval, ¿no?
Algo similar ocurre con «Con El Traje De Los Domingos«, libro escrito por Bernice Rubens en el lejano año 1971 y que ahora la editorial Alba ha recuperado para publicar en nuestro país de forma totalmente pertinente. Eso no lo niega nadie. Al fin y al cabo, pensar que en el año 1971 se pudiera escribir y publicar un libro con un argumento como este tiene su guasa… A saber: «Con El Traje De Los Domingos» está protagonizado por George Verrey-Smith, un profesor de escuela que vive tranquilo con su mujer en la periferia de Londres. Esa «tranquilidad», sin embargo, contiene una peculiaridad ligeramente extravagante: en la casa de George y su mujer Joy hay una habitación a la que él acude religiosamente todos los domingos para, a puerta cerrada y lejos de las miradas de todo el mundo (incluida su esposa), vestirse y pintarse como una mujer.
El punto de partida es mucho más que elocuente, y más todavía si lo consideramos en el año 1971: ese espacio secreto en la casa de George y Joy es más bien una pieza igualmente secreta en el puzzle de la identidad de él. Más interesante todavía: Bernice Rubens entrelaza esta extravagancia en la vida de su protagonista en el seno de una trama de novela negra… Por una vez, sin embargo, el gay no es el villano de la función. Es, más bien, el falso sospechoso que solía habitar las películas de Hitchcock: un hombre corriente (con una pequeña extravagancia) que ve cómo su vida se pone del revés cuando todo su entorno empieza a sospechar que ha asesinado a un compañero profesor y que, para más inri, es el padre del hijo de una vecina.
Rubens estructura su novela de forma realmente inteligente: dividida en tres partes bien diferenciadas, George narra en primera persona el primer y el último tramo de «Con El Traje De Los Domingos«. En el primer acto, su punto de vista es el que nos guía a través de la trama, pero también a través de su propio proceso de transformación mental y, finalmente, física: a medida que las sospechas ajenas hacen más y más incómodo vivir dentro del cuerpo de George, es normal que su afición escapista vaya tomando más y más protagonismo hasta que decide pasarse al otro lado y convertirse en mujer.
En este punto, «Con El Traje De Los Domingos» deja de ser guiado por los ojos de George y, con el protagonista en búsqueda y captura, el punto de vista se multiplica para que conozcamos un poco más a los personajes colindantes… Al final, sin embargo, volvemos a George. Y, de hecho, volvemos a George y no a ese alter ego femenino que ha tomado las riendas durante varios días. Una vez aclarado el malentendido, George vuelve al redil, a su mujer, a su casa, a su trabajo y aparta la extravagancia de su vida alegando que todo fue una locura transitoria causada por el estrés de verse en el rol de falso culpable. (Eso sí, permitidme el spoiler: Rubens tiene el acierto de no ser moralista y deja la puerta abierta al hecho de que la personalidad femenina de George sigue ahí, agazapada, a la espera de cualquier excusa para volver a brotar hacia la superficie.)
Y aquí es cuando el lector tiene que hacerse la misma pregunta que le hicimos más arriba al chaval de 21 años que veía «No Desearás Al Vecino Del Quinto«… ¿Consideramos «Con El Traje De Los Domingos» un libro carca que puede resultar incluso retrógrado por el hecho de plantear la necesidad de vestirse de mujer como una extravagancia transitoria en vez de como algo natural, aceptable y deseable (sobre todo en la era en la que por fin hemos aprendido que lo mejor del mundo es que todos fuéramos personas de género fluido)? O, por el contrario, ¿ponderamos el libro de Bernice Rubens en el marco en el que fue publicado (recordamos: año 1971) y valoramos más bien el hecho revolucionario de incluir a una persona con dudas de género que no es relegada al rol de villano, sino que más bien se profundiza en su psique de forma realmente incisiva?
Una cosa os digo: yo he sido capaz de leerme el libro considerando y sintiendo en mis carnes ambas posturas. Y, por encima de todo, lo he disfrutado como un enano… ¿Por qué no os iba a ocurrir a vosotros exactamente lo mismo? [Más información en la web de la editorial Alba]