¿Has notado que hay muchas pelis y libros que tratan sobre el arte? Pues, ojo, porque ninguno lo hace mejor que «Fred Cabeza de Vaca» de Vicente Luis Mora.
Hace unas semanas, el estreno en las grandes pantallas españolas de «The Square«, la nueva película de Ruben Ostlund (que, por cierto, fue una de las grandes triunfadoras del Festival de Cannes 2017), causaba un considerable revuelo mediático que llevó a crítica y a público a debatir en torno al arte como espacio en el que hablar de cosas que no son arte. Cosas como, en este caso concreto, el contrato social y la percepción del prójimo en una sociedad que alimenta la desconfianza a partir de aquello de «el hombre es un lobo para el hombre».
Unas semanas después, la editorial Roca publicaba «Sadbøi«, un cómic que parte de la máxima «¿puede el crimen ser arte?» y en el que Berliac habla del arte como espacio para debatir sobre cómo las clases altas necesitan que los inmigrantes jueguen el papel de lumpen y, a su vez, cómo los inmigrantes usan el «crimen» como única herramienta posible para pertenecer a la comunidad a la que acaban de llegar… En este marco cultural, ¿cómo encajar el lanzamiento de un libro como «Fred Cabeza de Vaca» de Vicente Luis Mora (que, de hecho, fue editado en nuestro país por Sexto Piso meses antes incluso que las obras de Ostlund y Berliac)?
Pues, primero, ponderándolo en su propio formato. Al fin y al cabo, no es lo mismo una película (con dos horas de duración de media) o un cómic (con una lectura mucho más veloz que obliga a discursos, si no más superficiales, sí más directos y al grano) que un libro como el de Vicente Luis Mora, en el que el autor se extiende a lo largo y ancho de más de 300 páginas para hablar del arte no como espacio para un debate en concreto, sino como lienzo gigantesco en el que pintar, directamente, todos los colores de la vida humana moderna en pleno siglo 21.
Lo hace a través de la historia de Fred Cabeza de Vaca, «el mayor artista español desde Picasso» (como se le define en cierto momento del libro) que, sin embargo, resulta ser un misterio absoluto para el público. El libro se estructura como un «work in progress» de biografía de Fred por parte de una colega y amiga, Natalia Santiago Fermi, que es la que firma el prólogo aclarando qué es lo que podemos esperar a continuación: una recuperación de sus propios apuntes para la biografía completados con el diario personal de Fred Cabeza de Vaca, críticas artísticas de su obra, el intercambio de notitas con una de sus amantes (intercambio, por cierto, que se lee en el libro en orden cronológico inverso en un delicioso juego narrativo), cualquier texto periodístico que alumbre parte de su vida, fragmentos de una entrevista en profundidad en la que el biografiado se abrió por completo (o no, puesto que en cierto momento se nos aclarará que el propio Fred «editó» la versión final de la entrevista en un afán de controlar siempre la visión que los demás tenían de él)…
Todo ordenado de tal forma que vaya cubriendo las diferentes etapas en la vida de Cabeza de Vaca: el origen (humilde, del que huyó avergonzado toda su vida), los aprendizajes, su etapa como crítico de arte, su carrera artística, las rupturas personales, la consolidación internacional y, finalmente, la consagración post-mortem. Vicente Luis Mora, sin embargo, le rompe el espinazo por completo a lo que podría haber sido una biografía lineal: los fragmentos de textos son cortos, caóticos, como un puzzle desordenado que el lector ha de ensamblar en su cabeza para hacerse una idea de cómo era el verdadero Fred (¿no es así, por cierto, como percibimos realmente a todos los que nos rodean?). En un retruécano final magistral, además, la propia Natalia abandonará la tarea de biógrafa, dejando el último capítulo a la deriva que un amigo del artista intenta reconducir con mano de mantequilla.
«Work in progress», ucronía (pronto vemos que la obra de Fred Cabeza de Vaca se desarrolla, sobre todo, en un futuro próximo ficcionado pero muy reconocible), múltiples voces (a veces contradictorias), puzzle narrativo, post-verdad… Definitivamente, si hay un libro que tenga la forma pluscuamperfecta para representar el punto en el que se encuentra la literatura mundial en el siglo 2017, ese es «Fred Cabeza de Vaca«. Pero es que, además, Vicente Luis Mora no se limita a resultar elocuente exclusivamente en la forma, sino que es el fondo lo que convierte a este libro en una de las lecturas más pertinentes y necesarias de la actualidad (no solo literaria).
Para empezar, «Fred Cabeza de Vaca» es un retrato realmente apasionante de lo que significa ser artista en el siglo 21, de las luces y las sombras de un oficio que hace muchos años que se pone en tela de juicio y que, a día de hoy, es más ambiguo que nunca. Sería muy fácil convertir a Fred en un impostor, reforzando la idea de que la impostura atiborrada de actitud pomposa es la única salida para triunfar en la escena artística. Y, de hecho, las múltiples voces de la biografía se contradicen unas a otras de tal forma que nunca sabemos si Cabeza de Vaca es un genio o un oportunista, un visionario o un ladrón de ideas ajenas, un generador de ideas o una máquina de humo. Pero así es el mundo del arte en el año 2017… y así lo retrata el autor.
De hecho, Vicente Luis Mora acierta de pleno al contravenir la propia opinión de su personaje cuando Fred afirma: «Uno de los mayores errores críticos que pueden cometerse es la “falacia biográfica”: pensar que las obras artísticas vienen impulsadas siempre por vivencias personales del autor, o por resortes secretos de su periplo vital o afectivo. Nunca me han interesado las interpretaciones psicoanalíticas o psicobiográficas, ya sean de otros hacia otros, ya sean de otros hacia mí. La filosofía me ha protegido siempre de esas zarandajas esotéricas«. Por mucho que Fred opine esto, el autor sabe que necesita ofrecerle al lector algo, aunque sea mínimo, del ser humano que late debajo del artista, por lo que dota a la biógrafa, Natalia, de una curiosidad innata por destapar qué hay debajo de uno de los misterios más apasionantes del libro.
Un misterio que nace precisamente de uno de los rasgos menos complacientes de Fred: «Uno de los peores defectos de Cabeza de Vaca fue su intolerable machismo. Una tara terrible, que a veces controlaba en público o en sus relaciones, pero que jamás consideró necesario limitar en privado, especialmente en sus escritos, lo que demuestra que su machismo era radical y orgulloso«. Un machismo que hace que las mujeres no aparezcan en su diario personal con nombre propio, sino con números que Natalia intentará conectar con personas reales, lo que la conducirá derecha hacia las fauces del lobo de la voracidad sexual de Fred Cabeza de Vaca, tan aficionado a los trofeos femeninos como al sexo en grupo o el intercambio de parejas.
Vicente Luis Mora muestra una pluma magnánima a la hora de retratar al hombre y al artista… Y, a la vez, «Fred Cabeza de Vaca» no se queda ahí, sino que acaba sirviéndose de la biografía de este artista ficticio para demostrar que el arte es y debe ser espejo de cualquier problemática que exista en nuestra sociedad. El propio Cabeza de Vaca va concatenando proyectos en disciplinas muy diversas que, de esta forma, ponen al descubierto muchos de los sinsentidos de nuestra sociedad y nuestra cultura actual. Siempre a través de las obras o de las vivencias del propio Fred, Vicente Luis Mora habla del culto a las celebrities, de Internet como lugar para formar rebaños en vez de para alimentar individualidades artísticas, de gastronomía, de arquitectura, de tecnología, de economía, de política e incluso de un concepto tan problemático como el de «autor» en un paradigma cultural como el de nuestro nuevo siglo.
Ahí radica la genialidad subyugante de «Fred Cabeza de Vaca«: en que, al usar el arte contemporáneo como herramienta para destapar problemáticas en todas las áreas de nuestra vida cotidiana, en verdad está usando la literatura para hacer exactamente lo mismo… Un apasionante e inteligente juego de espejos en el que es muy fácil quedarse atrapado porque, al fin y al cabo, está haciendo aquello que muchos siempre hemos creído que ha de hacer el arte (y la literatura, recordemos, es un arte): abrirnos la percepción al respecto de absolutamente todo lo que nos rodea. Sobre todo en un momento como el actual, en el que los árboles de la era de la sobreinformación no nos dejan ver el bosque de los problemas cenagosos en los que tenemos las piernas hundidas hasta la rodilla. [Más información en la web de Sexto Piso] [Lee aquí un avance de «Fred Cabeza de Vaca»]