Lo sentimos, pero tanto la Taylor Swift enamorada como la Taylor Swift malota de «Reputation» aburren… ¿No puede volver la de «1989»?
Hemos llegado a un punto de la historia popular contemporánea en el que es imposible escuchar a Taylor Swift sin prejuicios. O la odias o la amas… Y, si no tienes opinión sobre ella, voy a asumir que eres de Murcia o algo.
Yo tengo 23 años, y eso significa que por cinco añitos de nada es coetánea mía y, vamos, que ha estado presente durante toda mi vida. Cuando sacó «Fearless» (Big Machine, 2008), yo estaba pasando un año en un instituto de EEUU y Taylor era la voz de todas las niñas buenas a las que Katy Perry nos resultaba demasiado edgy y que estábamos perdidamente enamoradas de un softboy (aunque entonces no conociésemos la existencia de este término) que pasaba de nosotras. No creo que me lea, pero you belongeabas with me. 😉 A Swift la seguí escuchando en la sombra desde los 18 a los 20, porque esas edades son muy difíciles para una hipster wannabe a la que le gusta el pop en secreto. Pero, gracias a Dios, en 2014 lanzó «1989» (Big Machine, 2014), hizo las paces con la Pitchfork y pude salir del armario de los swifties.
Taylor Swift se ha montado una carrera de ser (o hacerse) la víctima. Es el perfecto ídolo de nosotras las víctimas: angelical, preciosa, con una squad maravillosa y con mala leche hacia todo lo que le ocurre. Madre mía, hay pocas canciones más adecuadas para salir a correr cabreada que «Better Than Revenge«. Taytay ha logrado ser icono porque es la víctima ganadora.
Después de «1989«, que a mis ojos es una obra maestra, en la que ella misma cogía a su toro por los cuernos e ironizaba sobre cómo era víctima de unos medios que la ponían de victimista para arriba (buena artista, mejor estratega), esperaba que su nuevo «Reputation» (Big Machine, 2017) siguiese la línea. Si repasamos un poco el anterior LP, los primeros singles hacían eco de una Taylor que se reía de sí misma bailando mal en «Shake It Off«, destrozando coches en «Blank Space» mientras hablaba de cñomo ella es la misma definición de la “loca del coño”. Esto parecía una extensión del fantástico «Monologue Song» que cantó hace ya años en «Saturday Night Live«. Dios, si es que, además de ser guapa y hacer temazos, ¡tenía sentido del humor y se sabía reír de sí misma!
Sin embargo, ya desde un primer momento, «Reputation» empezó a desentonar con esta línea: Taylor borra el rastro de sus redes sociales y lanza «Look What You Made Me Do«. No solo se sale de la línea musical en la que iba su anterior disco, sino que se convierte en esta chica mala que no hace otra cosa que meterle puyitas a Kim Kardashian, a Katy Perry y a todo el que se le ponga delante. Taylor ha cogido su unánimemente considerada peor canción de «1989«, «Bad Blood«, y ha empezado a crear a partir de ella. Y qué pereza.
El disco tiene más canciones en las que se posiciona una y otra vez como la chica mala, la animadora de la que nos advertía en «You Belong With Me» o la chavala petarda de «Mean«. Tanto en «Don’t Blame Me» como en «End Game» parece que la última pelea que ha tenido con Kanye le ha dejado cicatrices, y ahora tiene una necesidad de reinventar su persona y de demostrar que ella es dura de roer. Y, así, por mucho que este tenía que ser un disco en el que pusiera verde a Calvin Harris durante una hora entera, aquel disco con el que yo soñaba cada noche durante el último medio año (porque Taylor tendrá problemas con muchas cosas, pero dejar mal en canciones a exnovios cutres no es una de ellas), ha salido sapo: un álbum en el que una de dos, o se mete con sus haters o los ignora completamente mientras canta serenatas a su amado Jon Alvyn.
Las letras de todo el disco no hay por dónde cogerlas, será porque está enamorada. Oh. Ya lo creo que esté enamoradísima, una persona cuerda y funcional no es capaz de hacer público algo como «Gorgeous» sin morir de cringe en el intento. El “I want to wear his initial on a chain round my neck not because he owns me but ‘cause he really knows me” de «Call It What You Want» me provoca ganas de escribirles a todos los profesores de inglés que he tenido un email con el asunto “vivía mejor sin poder entender estas letras, gracias”. Y todos nos preguntamos lo mismo al llegar a «End Game«: ¿por qué meter a Ed Sheeran en una canción así cuando tienes amigas como Lorde o las Haim a tu lado? Parece que Taylor está más centrada en demostrar al mundo qué feliz es y que los popus del patio del recreo están de su lado que en sacar un disco que deje un buen sabor de boca a los que siempre creíamos en ella.
Esta idea se parodia a sí misma en «This Is Why We Can’t Have Nice Things«, que con un lenguaje totalmente vacilón habla a Kanye como a un niño pequeño al decirle que no puede tener cosas porque las rompe. Pero es justo en canciones como esta (en las que manda a tomar por saco lo de tomarse en serio la situación) donde más brilla Taylor y donde se revela más sassy que nunca. Juega con el terreno, se cachondea y lanza shade sutil del bueno, como en el otro temazo que está dejando loco a sus fans, «Getaway Car» (o, bueno, ese coche en el que Jack Antonoff tiene el volante porque también podría escucharme un disco de Bleachers para esto). Tampoco es de extrañar que estas sean, junto con «… Ready For It?«, las canciones más «1989» del disco.
A «Reputation» se le ha tachado como el disco más íntimo de Taylor, pero la idea se sostiene solo a través de dos canciones: «Delicate» y «New Year’s Day» (porque me niego a calificar de «íntimo» -con un mínimo de connotación positiva- esa sarta de frases dignas de John Green que le dedica a Jon Alvyn en otras canciones como «King of My Heart«). Primero, por retratarse totalmente vulnerable (“Is it cool that I said all that? Is it chill that you’re in my head? ‘Cause I know that it’s delicate”) y, segundo, por ese mensaje que parece recalcar que no es importante a quién beses la noche de Año Nuevo, sino quién se queda contigo a recoger la mañana siguiente.
Parece que madurar para Taylor Swift ha sido pasar de hacer discos que sean el juego de “¿de cuál de sus exnovios está hablando en esta canción?” a hacerlos de “¿de cuál de sus feuds está hablando en esta canción?”. Pero, bueno, la mala leche vive, la lucha sigue. Creo firmemente que la Bad Taylor es una fase, una adolescencia tardía en la que ha perdido un poco el norte de su personaje: si quisiera escuchar a chicas malas, ahí tengo a BadGalRiRi, que es bastante más creíble que ella. No, las victimistas también necesitamos representación, y ni Taylor malota ni Taylor enamorada se quedan cerca de dárnosla.
En este punto estoy más interesada en ver lo que dirá con sus videoclips, que por ahora han tomado una forma de historia continuada que me recuerda bastante a la trilogía de videoclips que hizo M83 con «Midnight City«, «Reunion» y «Wait«, tan adaptación occidental de algún anime japonés de culto. Como he afirmado antes, Taylor hace años que dejó de ser su artista para que su vida se convirtiese en una performance andante. Ahora lo que queda es esperar y ver cuál será su siguiente movimiento. Yo apuesto por una de dos:
TEORÍA 1: Mirando su último vídeo hasta la fecha, el de «… Ready For It?«, pronto llega la reinvención. Todo esto ha sido una broma. En enero de 2018 saca el disco verdadero.
TEORÍA 2: Siguiendo la pista con la última canción, «New Year’s Day«, tan «Secondhand Serenade«, Taylor va a volver al 2008 con su siguiente disco y va a hacer un revival de lo que hacía en «Fearless«, ahora que Miley Cyrus ha puesto de moda este tipo de cosas. [Más información en la web de Taylor Swift]