Teníamos muchísimas ganas de que «Ven A Cenar Conmigo» regresara a la televisión… Pero, ahora que está entre nosotros, querríamos que no hubiera vuelto.
Si me hubieras preguntado hace medio año cuál era mi Top 3 de programas que más me apetece que vuelvan a la televisión, mi respuesta hubiera sido rotunda y en el siguiente orden de importancia: 1. «Confianza Ciega«, 2. «Fama, ¡A Bailar!» y 3. «Ven A Cenar Conmigo«. Esto fue, evidentemente, antes de que se anunciara que «Ven A Cenar Conmigo» iba a volver al ruedo, esta vez importada a la parrilla de Cuatro desde la de Antena 3 (que es donde se emitió el formato original entre los años 2008 y 2010). La jugada parecía perfecta porque, al fin y al cabo, Cuatro me representa. Es la casa de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«. Y, por lo tanto, ¿qué podría salir mal?
Pues parece que había varias cosas que podían salir mal. Tres semanas después de que arrancara el nuevo «Ven A Cenar Conmigo«, queda claro que esto no es lo que recordábamos o que, básicamente, recordábamos muy mal… A ver, no voy a negar que el punto de partida es exactamente el mismo: cinco personas de una misma provincia se reúnen cada noche en la casa de uno de ellos (es decir: cinco anfitriones, cinco casas, cinco noches), donde no solo cenan sino que también pasan por cierto momento de amenización final por parte del anfitrión y, en el camino de vuelta a casa, ya en el coche, proceden a puntuar de forma secreta todo lo que acaban de vivir.
Hasta aquí, bien. El primer problema es que, por lo menos en mi caso, no recordaba que «Ven A Cenar Conmigo» fuera un programa tan sumamente malrollero. En las escasas semanas que llevamos de emisión, ya hemos contemplado cómo se daba alas a personajes altamente deleznables como Esperanza (y, lo siento, si ella es una maleducada, yo voy a serlo también al definirla como una bollera malrollera que intenta disimular el hecho de que tiene el físico de Torrebruno tiñéndose el pelo de plata), Mariani (que tampoco es que fuera ultra-malrollera, pero puntuar a la bajísima a tus anfitriones para llevarte tú el premio porque eres pobre como una rata es algo que, directamente, debería estar prohibido por la organización del programa) o Marisa (la loca que iba de finolis y de haber visto mucho mundo pero era una cerda de cuidado con un déficit de higiene en su casa tal que no me extrañaría que allá moraran el mismo número de variedades de garrapatas que en las míticas rastas de Bob Marley).
Segundo problema: cuando das alas a «personajes» como estos, a los que se nota a la legua que se les está azuzando desde la propia organización del programa para que actúen sin filtro, lo que estás consiguiendo es que tu programa se convierta en un circo con un reparto igual de fieras que dan miedo y payasos que no hacen gracia. Además, es que estás eliminando casi por completo el componente gastronómico de una fórmula que yo por lo menos, repito, recordaba mucho más gastronómica (a ver, entendedme, no era «Master Chef«, pero tampoco era «Gran Hermano«). Otro síntoma de estos «cambios» es la selección de ciertos concursantes que, directamente, no tienen ni idea de cocinar como el adorable Abelardo, que fue eso, muy adorable, pero que también plantó sobre la mesa uno de los menús más incomibles de la historia del programa.
La suma de ambos problemas acaba espejándose sobre otros dos de los grandes problemas de los (presuntos) realities televisivos de última generación: el exceso de guión y la obsesión de los concursantes por la «estrategia» (de chichinabo). Se ve en el casting de «Ven A Cenar Conmigo» una voluntad extrema de congregar a personajes únicos, aunque eso signifique priorizar caracteres fuertes e insoportables por un lado y por otro caracteres «blancos» que compensen aunque no cocinen. ¿Cuáles son los principales perjudicados a este respecto (además de los espectadores)? Los concursantes que realmente deberían brillar en «Ven A Cenar Conmigo«, como ese crack que es Juanjo Fernández, el bloguero cocinero intolerante a la lactosa que debería haber ganado el concurso pero que, sin embargo, se vio vapuleado por los malos rollos y por el rollo «estratega» de sus contrincantes.
Y entonces viene cuando vuelvo a reflexionar: ¿esto no es lo que recordábamos o es que más bien recordábamos mal? Ni idea. Para responder esta pregunta, tendría que ver de nuevo los programas originales. Y no. Lo que sí que ocurre aquí es que la primera conclusión a la que llego tras esta primera toma de contacto con el nuevo «Ven A Cenar Conmigo» (que, lo digo ya, me ha producido aburrimiento y enfado a partes iguales) es la siguiente: a lo mejor los que hemos cambiado somos los espectadores y no el propio programa. Dicho de otra forma: yo esperaba que este regreso fuera más «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«, pero al final tenemos más bien un «First Date» con superávit de mal rollo.
Será que la voz en off de Luis Larrodera me recuerda demasiado a la de Richard Pena en las primeras citas, ambas demasiado similares en unos comentarios a los que le falta mordiente y sentido de la ironía porque, para qué nos vamos a engañar, están buscando un espectro de audiencia cuanto más amplio mejor. Será también que, mira, ya puestos a incurrir en el error del exceso de guión, el nuevo «Ven A Cenar Conmigo» podría haber optado por convertirse en una barra libre de surrealismo postmoderno como el de los programas presentados por la Luján. O será incluso que la presencia de la gastronomía, tristemente, es igual en un programa y en otro cuando, recordémoslo, los platos y las preparaciones gastronómicas deberían ser de vital importancia en el que nos ocupa.
Será por lo que sea, pero mi triste conclusión final tras el fail de este regreso de «Ven A Cenar Conmigo» es que ojalá nunca hubiera vuelto y que, desgraciadamente, tengo que rellenar un hueco en mi Top 3 de programas que más me apetece que vuelvan a la televisión… Ah, bueno, mi conclusión es esa y esta otra: ya no hay televisión posible después de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«. Por lo menos para espectadores como yo. [Más información en la web de «Ven A Cenar Conmigo»]