El «Melodrama» de Lorde nos chifla tanto que lo (mega)analizamos en once actos como previa a su concierto en Barcelona del 9 de octubre.
GREEN LIGHT: «Well, those great whites they have big teeth». Himno pop en díptico: oscuridad (estrofa) versus luz (estribillo). La ya icónica secuencia de piano de Jack Antonoff en forma de arpegio sincopado marca el crescendo emocional de la canción que más precisamente ha relatado (lírica y musicalmente) las emociones en torno a una ruptura este año. Sus dos caras: amargura y fulgor. El baile de pena y odio (“‘cause honey I’ll come get my things but I can’t let go”) y la esperanza de un futuro mejor, aunque ese futuro sean las próximas horas (“I’m waiting for it, that green light, I want it”), que se abre paso entre ellas.
SOBER: «These are the games of the weekend, we pretend that we just don’t care (but we care)». Un mantra pitcheado (“night, midnight, lose my mind”) se va repitiendo en el fondo de esta canción misteriosa de fraseo complejo, arrítmico, prendida por un bajo abrasivo y subrepticio. Lorde propone un viaje al fin de la noche donde la realidad es un concepto discutido y discutible y donde las fantasías que irrumpen en su/nuestra percepción alterada (“we’re the king and queen of the weekend”) son apenas puras instantáneas parcialmente emborronadas. Las polaroids veladas del alma.
HOMEMADE DYNAMITE: «Now you know it’s really gonna blow». Lorde preguntando: ¿qué prefieres, mantequilla o Tulipán? Esa pareja de “rebel top gun pilots” enzarzándose en movidas nocturnas lúdicas que no se sabe muy bien cómo han empezado y mucho menos cómo van a terminar. Coescrita con Tove Lo, “Homemade Dynamite” es una muestra de pop contemporáneo desenfadado de cadencia sexy, de estribillo casi susurrado y adictivo, acercándose con su fraseo seductor (esa “d-d-d-dynamite” percutida) y esas bases de funky decelerado a la Taylor Swift de “1989”. Perder los papeles de la contención sexual, esa conocida dinamita casera.
THE LOUVRE: «Broadcast the boom boom boom boom and make ‘em all dance to it». Las extrañas pautas mentales y conductuales de ese pequeño gran suicidio inconsciente (“they’ll hang us in the Louvre down the back, but who cares –still the Louvre”) que es enamorarse. La calma anómala asociada a estar con quien quieres estar, perfectamente reflejada de manera nostálgica en esta canción, apoyada en minúsculos acordes de guitarra eléctrica, de esqueleto breve y con aislados impulsos rítmicos. ¿La canción más esencialmente bonita de “Melodrama”? Pues casi, casi.
LIABILITY: «You’re all gonna watch me disappear into the sun». Sola. Al piano. Como si la vida sonara a oscuras. Balada pluscuamperfecta y de una fragilidad musical casi inverosímil en contraste con el poder auto-reafirmante de la letra. “Every perfect summer’s eating me alive until you’re gone, better on my own”. Por primera vez en el disco, la voz de Lorde toma el papel protagonista y se muestra tan dulce como afectada. El más pequeño quebranto de “Melodrama” es también una de sus piezas más importantes.
HARD FEELINGS / LOVELESS: «Our bodies are young and blue». Por ubicación y por concepto, el tema central de “Melodrama” parte en dos el disco y se parte en dos a sí mismo. Primero “Hard Feelings”, epítome de diario confesional post-ruptura, recordando y reconsiderando el pasado, abriendo una puerta al futuro, con unas bases que suenan atípicas con respecto al resto del disco, que recuerdan a la vanguardia de los 90, como si produjeran Howie B o William Orbit (no en vano, no está tan lejos este tema de los beats de “Drowned World / Substitute For Love” de Madonna). Luego “Loveless”, reflexión tratada por la vía de lo generacional en una especie de apertura de una ficticia cara B, rechazo frontal al drama previo narrado, que incide en el ideario individualista post-millennial: está bien no estar muy bien de la cabeza, en tanto que nadie lo está.
SOBER II (MELODRAMA): «All the glamour and the trauma and the fucking melodrama». Construida basalmente con pequeños acordes de piano, realzada con un ejército de cuerdas y completada con una especie de coro griego que sirve como respuesta moral (“Oh, how fast the evening passes, cleaning up the champagne glasses”) a quien se despierta tras la fiesta. Las luces se encienden y las polaroids veladas de “Sober” de repente dan la cara en forma de figuras completamente nítidas. El rostro del horror emocional de la mañana siguiente cobra vida en esta escueta obra maestra de pop barroco.
WRITER IN THE DARK: «But in our darkest hours, I stumbled on a secret power». Como en “Liability”, Lorde se queda prácticamente sola al piano para afrontar quizás la canción sentimentalmente más dura del álbum. Anímicamente desnuda, “Writer In The Dark” es la carta de despedida al amante perdido, donde se afronta ese miedo cerval, intrínseco al abandono, a propósito de no saber dejar de amar a una persona a la que has amado. Un torrente vocal gravísimo gravado sobre un piano seco desarrolla las dos estrofas y el puente, para retomar una cierta ensoñación amarga en el estribillo al doblar las voces con un coro en una octava superior. Una preciosidad.
SUPERCUT: «We were wild and fluorescent, come home to my heart». Jack Antonoff tira de economía de medios y prácticamente repite la secuencia de piano de “Green Light”, menos patente aquí pero igual de efectista, para devolver a la pista de baile por sorpresa a “Melodrama”. “Supercut”, con su euforia y su efecto vigorizante, no queda tan lejos de lo que podría haber sido “Firework” si Katy Perry tuviera entre sus numerosas virtudes la de la contención. “Supercut” trata sobre las fantasías de perfección en una relación narradas, claro, por la vía de la fantasía. Puro glitter sentimental imparable. Otro himno para el dance desconsolado, nuestro género musical favorito.
LIABILITY (REPRISE): «All of the shit that we harbour make all the kids in the choir sing woo-hoo». Un friendly reminder de que aquí hemos venido a lamer nuestras heridas. “But you’re not what you thought you were”. Puede haber baile, puede haber fantasía; se nos puede ir la cabeza tanto como la dejemos ir. Pero, al final, toca enfrentarse a lo que más miedo nos da en la vida: nosotros mismos. La intimidad se abre camino aquí con un recuerdo a Bon Iver y su particular uso del autotune. Un minúsculo reprise que vale más por lo que calla que por lo que cuenta.
PERFECT PLACES: «It’s just another graceless night». “Perfect Places” representa el pop en su más certera y maravillosa acepción en 2017. Existencialismo post-adolescente, sinergia de alegrías y tristezas en tres minutos y medio, voces angelicales, melodías infalibles y bases rítmicas sincopadas como si de una puesta a punto de The Neptunes se tratara. Se cierra así “Melodrama” con probablemente la mejor canción de todo el disco. O, al menos, con la que mejor sintetiza la dinámica del disco. La evasión de una realidad que nos parece difícilmente soportable y el regreso ulterior a dicha realidad, en un viaje que nos ha hecho quizás algo más sabios, pero igual de desdichados.
Sin embargo, es lo que toca. La vida, al fin y al cabo, es solo otra noche sin gracia. [Más información en la web de Lorde] [Lorde actúa el lunes 9 de octubre en Barcelona (Sant Jordi Club)]