Podríamos darte la chapa con que Big Kokka es un alucinante restaurante nikkei… Pero la verdad es que más bien va a ser tu nuevo restaurante favorito.
Hace unos meses, yo mismo escribía esta reseña de los restaurante Kokka y Palosanto (que, por si no lo sabes, van juntitos porque son dos plantas diferentes de un mismo espacio) en la que dejaba claro que uno de los grandes encantos del Kokka en específico era su aproximación a algo que a muchos sigue sonándole a marciano en Barcelona: el nikkei. Y, no, no es nada marciano. Es algo tan sencillo pero tan complejo a la vez como el trenzado en una misma carta de las tradiciones gastronómicas de Japón y Perú, combinando sabores y preparaciones para sorprender al paladar de formas sutiles y rotundas a la vez. Al fin y al cabo, la sutileza es algo muy japonés y la rotundidad algo muy peruano, ¿no?
Lo que no sabía por aquel entonces es que los responsables del Kokka y del Palosanto, el Grupo San Telmo, estaban preparando uno de los grandes bombazos foodies del verano: la reapertura de aquel Big Fish que fue hype en el Born durante cierto tiempo pero que, ahora, bajo la gerencia del mencionado grupo gastronómico y con el nuevo nombre Big Kokka, vuelve a abrir sus puertas con una propuesta que, mirad, voy a ser muy claro, no tiene nada de hype y sí que tiene mucho de restaurante que acabará por convertirse en referencia de una ciudad como Barcelona.
Situado en el número 1 del Passatge Mercantil, en pleno barrio del Born (para que me entiendas por si eso de los nombres de las calles no es lo tuyo y prefieres que te den las direcciones de forma más humana: está justo detrás del Mercat del Born), el local del Big Kokka tiene una magia intangible que resulta difícil de describir. Será que está formado por diferentes micro-espacios sublimes cada uno en su propia estética, desde las columnas con paneles de madera pintados en blanco y con figuras talladas hasta la lámpara de innumerables conchas, pasando por el alegre papel de pared con juguetón estampado de fantasía pop -obra de Batabasta– o los farolillos rojos en el baño aportando el sensual y misterioso toque oriental.
Todas las mesas son diferentes y, de hecho, cada una tiene su propia historia… Pero es que esto es lo ideal para que cualquier grupo de comensales que entre en el Big Kokka encuentre su mesa (y su espacio) ideal para fraguar en él historias propias que, esto os lo aseguro ya, van a empezar todas con una carta de cócteles a los que no puedes decir que no. Hace escasos días que el restaurante ha presentado en sociedad esta selección de cócteles con la intención de desplegar ante el comensal la posibilidad de un maridaje pluscuamperfecto con la carta de comida, incluyendo los ya conocidos piscosours del Kokka y añadiendo todo un conjunto de Big Kokktails creados por la ocasión por Manel Vehí (que trabajó en El Bulli y en una de las coctelerías más importantes ahora mismo a nivel mundial: Aviary en Chicago).
Y llegamos al corazón del Big Kokka: su carta nikkei. Aquí me voy a poner serio, además de íntimo y personal. Porque es que no hay forma de explicar esta carta sin ponerse íntimo y personal. Lo siento. Podría hablaros de que los chefs responsables de la propuesta gastronómica son Juan Otivo y Kyoko Li (hasta hace poco, figura básica en el Pakta) y de que, juntos, han sabido encontrar un equilibrio sublime a la hora de llevar hasta el plato propuestas capaces de unir Japón y Perú. Pero prefiero deciros que yo entré en el Big Kokka sin saber absolutamente nada de nikkei y salí con todo un conjunto de platos registrados para siempre en mi memoria gustativa: el -alucinante- ceviche nikkei, el arroz verde con caldo de marisco y soft shell crab, los nigiris y uramakis (que se salen de lo habitual sin necesidad de hacer burradas -más bien lo contrario-) y, especialmente, todo aquello cocinado a la robata -brasa japonesa-, aunque muy especialmente el pez mantequilla marinado en miso.
Sigo con mi rollo íntimo y personal cuando os digo que, directamente, el Big Kokka se ha convertido en uno de mis restaurantes favoritos de Barcelona no solo por su carta de comida y cócteles (perdón, Kokktails), sino sobre todo por lo que este restaurante tiene de cima absoluta de los valores y principios del Grupo San Telmo. A ver, que yo soy el primero que se va al Enigma y lo flipa y te puedo dar la chapa durante horas con las locuras de Albert Adrià. Pero, personalmente, siempre he sido de los que creen que la gastronomía ha de ser algo vivo y accesible para todos. Siempre que he coincidido con Isidro Marqués, hombre al frente del Grupo San Telmo, me ha gustado escucharle hablar de su búsqueda de ingredientes excelentes capaces de conformar recetas sorprendentes y de calidad alta pero que a la vez mantengan unos precios competitivos.
A ese respecto, el Big Kokka es un lugar (ya lo he dicho antes: mágico) en el que disfrutar de una cocina avanzada y casi desafiante a un precio de mercado. Sin ínfulas que inflen la cuenta innecesariamente ni recortes que afecten a la calidad y la creatividad de las elaboraciones. No sé vosotros, pero este ha sido el sueño lúbrico que he perseguido durante gran parte de mi vida como foodie o como queráis llamarlo. Si compartís mi sueño lúbrico, tenéis que probar el Big Kokka. [Más información en la web del Big Kokka]