Cuando yo era un chinorris, le teníamos miedo a los cholos. Bueno, lo cierto es que no eran «cholos» propiamente dichos: eran «peladillas», una especie de sucedáneo de skins que lo mismo podían ser radicales y molerte a palos o incluso podía darse el caso de que de skin heads sólo tuvieran las pintas y las ganas de ir de macho alpha (esto último debido a sus cazadoras Alpha Industries). Por aquel entonces, y por mucho que tu fueras un avanzado a tu tiempo que se merendaba discarrales de la electrónica más avanzada, seguro que estos «pelaos» te dejaban en bragas con su música prácticamente inescuchable en forma de recopilaciones de «Thunderdome» y otros sucedáneos. Desde entonces, a muchos de nosotros nos quedó la necesidad de separar «su» música de «nuestra» música. Y, queramos o no, Pitbull ha llegado a 2011 como paradigma máximo del cholo versión 2.0, ese que hace tiempo que dejó de lado las bombers y los pelos cenicero y se acabaron pasando a los tupés engominados imposibles, las camisetas imperio y el tunning ideal para transportar una música de chunda-chunda con toques latinos.
Para esos carros con alerones está pensado «Planet Pit» (Polo Grounds, 2011), un artefacto que, si te lo paras a pensar, no dista demasiado de lo que acabaron haciendo otros grandes del mundo indie electrónico que siempre tuvieron vocación masiva: The Chemical Brothers, los verdaderos reyes a la hora de pillarte una cantidad indecente de colaboraciones estelares y marcarse discos que no pretendían cambiar el curso de la historia (musical) pero sí que conseguían proporcionarte un buen rato de baile flipado y triposo. Cambio de escenario: la cuestión es hacer un disco no para esos peladillas conversos que siguen fichando en el Sónar, sino para las nuevas generaciones de Joshuas y Jennys que necesitan algo que echarse a las orejas mientras se ponen hasta las trancas en botellones en los que los coches tienen los maleteros abiertos para que la música atrone fardona clencha arriba clencha abajo. Y ese disco es, sin duda alguna, este «Planet Pit» capaz de cortar la respiración sólo con su lista de colaboraciones estelares: Marc Anthony, Enrique Iglesias, Chris Brown, Sean Paul, Kelly Rowland, Akon… y muchos otros que no hay duda alguna que, teniendo en cuenta el «donde pongo el ojo pongo la bala» de Pitbull, acabarán siendo Top 1 en las radios chungas de media mundo.
Armas no le faltan al último ataque de Armando Christian Uria Ruiz Pérez (que así se llama el tipo detrás de Pitbull): «Planet Pit» es una batidora en la que cabe desde el crunk de estadio (la un poco vergonzante «Come N Go (feat. Enrique Iglesias)«) hasta la electrónica accesible con pinta de malote de barrio bajo (la trepidante y vibrante «Pause«, muy en la línea de un cruce entre Benny Bennassi y los hermanos químicos), pasando por el hip-hop blandurrio y blanquito a lo Eminem («Castle Made of Sand (feat. Kelly Rowland)«) y el reggeton menos cerdo y más transnacional («Oye Baby (feat. Nicola Fasano)«), eso sin contar el sorprendente afan revisionista con el que Pitbull aborda ciertos «homenajes» a veces sorprendentes siempre bailables: algunos son evidentes, como el expolio de Harry Belafonte en «Shake Señora (feat. T-Pain & Sean Paul)» o el de la «Samba de Janeiro» de Bellini en la mencionada «Oye Baby (feat. Nicola Fasano)«, y otros quedan más ocultos como el recurso juguetón a una canción infantil que se entrelaza con cierta fanfarria muy M.I.A. en «Something for the DJs«.
El problema, al fin y al cabo, es que todas las canciones acaban sonando totalmente iguales… Que tampoco debía ser otra la intención de Pitbull al plantar sobre la mesa este «Planet Pit» como el que planta unos huevacos peludos, gigantescos y repletos de venotes que dejan a las claras su machada latina. Da igual que todo sea igual, porque lo que importa aquí no es cuestión de calidad, sino de cantidad con la que dejar sin sentido a las nuevas generaciones de cholos. Algunos de los temas, sin embargo, destacan por encima de la mezcolanza homogénea del conjunto: el mencionado «Shake Señora (feat. T-Pain & Sean Paul)«, la fardonísima «Pause«, la sublimemente troni «Hey Baby (Drop it to The Floor) (feat. T-Pain)» o la joya de la corona que es «Give Me Everything (feat. Ne-Yo, Afrojack & Nayer)«, el «I Know You Want Me» particular de este «Planet Pit» en versión stadium love. Todo, en conjunto, es muy stadium e incluso muy love. Lo que, si lo comparas con ciertos ejercicios que nos estamos tragando con patatas (y con avidez) la generación indie en las últimas temporadas, lo cierto es que resulta un pelín preocupante. Sólo hay que pensar en los tuneros bailando estas canciones al lado de su coche con un cubata de botellón en la mano y compararlo con el público voladísimo de los últimos conciertos de Fuck Buttons… por poner un ejemplo casual. Los peladillas ya no son lo que eran: la nueva generación de cholos 2.0, a tenor de lo esuchado, son un poco maricas.