«Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band» cumple 50 añazos… Y le pedimos a cuatro artistas españoles que nos hablen de por qué adoran este disco.
El 1 de junio de 1967 pasó a la historia de la música como la fecha clave en la que el rumbo del pop como género universal cambió radicalmente debido a la publicación de “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (Parlophone, 1967) de The Beatles. ¿O había sido un año antes, el 16 de mayo de 1966, momento en que The Beach Boys entregaron al mundo “Pet Sounds” (Capitol, 1966)? Porque, no hay que olvidarlo: la leyenda convertida en realidad afirma que la obra maestra germinada en la perfeccionista y caótica cabeza de Brian Wilson supuso el acicate que condujo a John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr a componer un disco a la altura del de sus ‘rivales’ californianos.
Fuera como fuera, de lo que no hay duda es de que “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” significó un cambio radical en dos planos: 1) En el seno de The Beatles, que pretendían romper con su pasado a nivel creativo (igual de geniales, pero más audaces), como si de alguna manera respiraran los aires de ruptura social que desembocaron en el Verano del Amor de 1967 en San Francisco (justo cuando vio la luz la Banda de los Corazones Solitarios del Sargento Pimienta) y, al año siguiente, en el Mayo del 68 en París; 2) En el desarrollo del pop como una materia alejada de la ligereza y la banalidad, ya que la elaboración de “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” fue fruto del empeño de los Fab Four por transformar el estudio de grabación en un gran laboratorio sonoro (en paralelo a lo que había hecho Brian Wilson hasta rozar la locura detallista) guiados por la maestría de George Martin y una vez tomada la decisión de no subirse nunca más a un escenario para demostrar así sus verdaderas capacidades artísticas.
El planteamiento y resultado final de “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” establecieron, al mismo tiempo, las coordenadas del álbum como formato tal como lo entendemos hoy en día y, yendo un paso más allá, la estructura del denominado álbum de concepto. Con todo, no se debería calificar como un disco conceptual arquetípico. Efectivamente, la intención inicial de John, Paul, George y Ringo era materializarlo de ese modo, recurriendo a recuerdos de sus respectivas infancias y, después, desechada esta idea, disfrazándose de banda imaginaria dirigida por el ficticio Billy Shears.
Pero este punto de partida se difuminó a medida que iban emergiendo las canciones en un ambiente de total libertad compositiva, embargado por las ansias de experimentar lo máximo posible con las técnicas de grabación del momento (como la manipulación con cinta analógica) y sacudido por las latentes tensiones creativas entre Lennon y McCartney que, indirectamente, también afectaban a Harrison. En ese caldo de cultivo, la visión del pop de The Beatles empezó a abrirse sin cortapisas a diferentes sonoridades (como ya había avanzado “Revolver” -Parlophone, 1966-), pasando por el rock (“Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” y su versión reprise), la música orquestal (“A Day In The Life”), la psicodelia (“Lucy In The Sky With Diamonds”) o el hinduismo (“Within You Without You”), direcciones estilísticas que acabarían influyendo en las diferentes inclinaciones que tomaría el pop los siguientes años.
“Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” demostró que el pop podía ser una fuente infinita de creatividad. De ahí que su condición mitológica nunca se hubiese puesto en duda. No así tanto -aunque resulte contraproducente- su peso dentro de la discografía de los propios The Beatles, que diferentes corrientes consideran inferior en comparación con el estatus del mentado “Revolver” o del “White Album” (Apple Records, 1968). Es más, parte de esas opiniones incluso definió “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” como un disco sobrevalorado, una sentencia que hace aguas cuando la historia dice que se quedaron fuera de su contenido definitivo las totémicas “Penny Lane” y “Strawberry Fields Forever” -editadas como single de doble cara A-, una decisión que siempre lamentaría George Martin.
Pese a la controversia generada a su alrededor (incluidas las fábulas sobre el origen y el simbolismo de algunas de sus canciones y de su icónica portada) y a las ausencias (incomprensibles) en su tracklist, “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” se erigió rápidamente en un álbum fundamental.
Cinco décadas después de su salida (efeméride celebrada mediante la correspondiente reedición expandida con nuevas mezclas en estéreo y tomas extra), reunimos a cuatro músicos nacionales -nuestros Fab Four particulares- para que nos relaten su relación personal y artística con un disco instalado en la eternidad.
[/nextpage][nextpage title=»Tórtel» ]
JORGE TÓRTEL. Sin duda, este disco marca un punto de inflexión en la historia de la música popular. Un disco que significa un paso adelante en cuanto a producción, un antes y un después en las formas de exprimir todas las posibilidades del estudio, ya que explora también nuevos caminos en los que dejar volar la imaginación creativa sin prejuicios.
1967 fue un año mágico, con un montón de genios tratando de trascender y publicando discos increíbles, desde “Are You Experienced” de Jimi Hendrix a “Their Satanic Majesties Request” de The Rolling Stones, pasando por el debut de The Doors… Lo realmente extraordinario de aquel momento es que todos esos discos rupturistas eran acogidos por un público mayoritario. Las ideas revolucionarias fueron por unos meses la corriente principal para millones de jóvenes en el mundo. Un gran momento de esplendor donde podían explotar a gusto mentes inquietas como lo eran los Beatles y George Martin.
Por lo visto, “Pet Sounds” de The Beach Boys fue una de las grandes referencias a la hora de enfocar “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”. Lo más curioso es que, según se cuenta, Brian Wilson iba conduciendo por una calle de Los Ángeles cuando escuchó en la radio el single “Strawberry Fields Forever” y se quedó atónito, tuvo que parar el coche. Poco después, las sesiones de “Smile”, el álbum en el que estaban trabajando los Beach Boys, fueron abandonadas porque, para Wilson, los Beatles ya lo habían hecho todo.
Particularmente, recuerdo que “Sgt. Pepper’s” y otros vinilos de los Beatles rondaban por casa de mis padres desde toda la vida. Creo que fueron regalos a mis hermanos mayores. Siendo un crío me atraía especialmente su portada, me podía pasar horas escuchando el disco (que me encantaba, aunque quizás no tanto como “Rubber Soul” por aquel entonces) y descubriendo nuevos pequeños detalles entre los personajes del collage.
Nunca he dejado de escucharlo desde entonces y la sensación ha sido la misma que al mirar de niño la portada. Los descubrimientos no acaban nunca. Escuchando canciones como “A Day In The Life” o “She’s Leaving Home” uno no deja de encontrar nuevos tesoros: arreglos, sonidos, efectos, trucos de producción, ideas de composición…
“Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” no se agota nunca. Es un ejemplo de disco valiente, libre e inspirador. Revolucionario aún 50 años después.
[/nextpage][nextpage title=»Stay» ]
IVÁN NAVARRO (STAY). El recuerdo que me viene a la cabeza al pensar en “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” está relacionado con los primeros temas que me sedujeron de los Beatles: «Penny Lane», «Sgt. Pepper’s Hearts Club Band», «With A Little Help From My Friends» y «Lucy In The Sky With Diamonds». Estaban en una recopilación de EMI-Odeon llamada «Golden Greatest Hits», cuya edición en vinilo solía girar en casa, y no tenía ni idea de que las cuatro («Penny Lane» se grabó en las mismas sesiones) pertenecían al mismo disco. En la portada de «Golden Greatest Hits», cuatro sillas con los nombres de cada uno de los miembros. En la cubierta trasera, una foto en blanco y negro donde parecían nostálgicos. Así que está claro que, desde el principio, tuve la inclinación hacia los Beatles de la época 65-67.
Mi disco favorito de los Beatles es ese que nunca publicaron: los dos EPs en «Magical Mistery Tour» junto a «Sgt. Pepper’s». Lo diré de esta manera: los Beatles introdujeron geles de placer en su relación al dejar de tocar en directo en 1966. Quedan fuera las convenciones, se puede jugar, se puede innovar, se puede rememorar, se puede fracasar, se puede homenajear, se puede parodiar, se puede ganar. Si hace falta traer invitados a la fiesta, los traemos. ¿La morsa (Walrus)? Adelante. ¿El sargento Pimienta (Sgt. Pepper)? Adelante. ¿El señor Cometa (Mr. Kite)? Adelante. ¿Guillermito Tijeras (Billy Shears)? Faltaba más. Todos invitados. Traigan clavicordios, traigan cuernos franceses, traigan violines. El concepto es el concepto. Y el concepto también puede ser, a veces, la ausencia de concepto.
Sin entrar a detallar nuevamente las implicaciones para la cultura pop, el movimiento psicodélico o la destrucción de barreras en el rock que supuso el disco, hay detalles musicales deliciosos que justifican una escucha continuada y el redescubrimiento de semejante prodigio de creatividad, con un McCartney como maestro de ceremonias desbocado: los contrapuntos vocales de Ringo con el resto de Beatles en «With A Little Help From My Friends», la precisa voz principal y ritmo de fanfarria en «Fixing A Hole», los arreglos de cuerda en «She’s Leaving Home», el ritmo soul de «Good Morning Good Morning», el minimalismo del ajedrecista Ringo, la montaña rusa emocional de «A Day In The Life», la guitarra acústica desafinada en «Lucy In The Sky With Diamonds», la línea de bajo de McCartney en “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, el desarrollo melódico de «Penny Lane», el delicioso mellotron en «Strawberry Fields Forever»…
Es evidente que los Beatles son una influencia en Stay en aspectos como las voces y los arreglos, y cada uno en la banda tenemos nuestra versión favorita de ellos. Sin duda, discos como «Sgt. Pepper’s» te enseñan que, una vez entras por la puerta de un estudio, es importante quitarse el miedo a probar cosas, destetarse emocionalmente del formato de directo, tratar a las canciones como entes aparte, hacerlas mutar, construirlas y deconstruirlas como si de un juego de niños se tratase.
P.D.: Sé que «Penny Lane» y «Strawberry Fields Forever» no están incluidas en el álbum, pero los Beatles las grabaron para formar parte del mismo. El propio George Martin se arrepintió el resto de su vida de no haberlas incluido, y en la maravillosa reedición del álbum aparecen. Reedición, por cierto, en la que por fin apreciarás todos los detalles de interpretación y producción que hasta ahora se nos habían escapado.
[/nextpage][nextpage title=»Villanueva» ]
JOSETE VILLANUEVA. Existen personas elegantes en el arte de la conversación. Personas que, cuando algo desconocen, muestran interés en aprender haciendo preguntas con toda la humildad del mundo; y, cuando algo dominan, te lo explican con las palabras precisas y adecuadas sin usar argots especializados para que tú te sientas lo más cómodo posible a su lado. Así es mi tío Gabriel, un hombre peculiar y singular, de esas personas encantadoras que siempre tienen un tema de conversación. Es químico, músico en sus ratos libres, cultiva su propio huerto, se hace su propia piscina… Vamos, lo que hoy comúnmente denominamos un freak. Pero un freak al que da gusto escuchar.
Hace años, muchos años ya, tantos que en aquella época los vinilos todavía no habían sido asimilados por las modas de los modernitos, fui a visitar a mi tío a Santiago de Compostela. Se había hecho una casa preciosa. Enseñándome las estancias dejó para el final, quizás porque sabía que era el lugar donde yo pasaría toda la tarde, su flamante estudio, donde grababa y hacía sus composiciones y donde tenía una estantería llena de vinilos. Vinilos de cuando él era joven: Led Zeppelin, Deep Purple… Me llamó tanto la atención que escuchase esa música que me quedé toda la tarde en su estudio. Tocamos la guitarra, escuchamos música y analizamos a los Beatles. Los analizamos desde un punto de vista que jamás había hecho antes.
Fue ese día cuando descubrí el poder del “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”. Lo pusimos varias veces y recibí con ese disco una gran clase de cómo estructurar canciones, hacer melodías increíbles y descubrir la libertad y la grandeza de estar libre de ataduras y prejuicios. Estaba, sin darme cuenta, aprendiendo con una obra maestra muchos de los recursos tanto musicales como irónicos que hoy doy por sentado en mis composiciones. Es decir: cuando tengo dudas de cómo resolver un tema, consulto ese disco. Creo que debería ser una asignatura troncal obligatoria para cualquier persona que quiera dedicarse al oficio de componer canciones.
Confieso que, tras analizarlo por arriba y por abajo, de principio a fin, aquella tarde estaba en éxtasis. Tal debió ser la emoción que desprendía por todos mis poros que, para sorpresa de toda la familia, mi tío cogió el disco, lo metió en la funda y dijo: “Toma, eres tú quien debe tener esto”. ¡WOOOOW! Me estaba regalando un vinilo de The Beatles del año de la pera… Así fue como empecé mi relación con uno de los mejores discos de la historia.
Fue un día en la vida, pero vi toda una vida para el resto de los días.
[/nextpage][nextpage title=»Gustavo Redondo» ]
GUSTAVO REDONDO. Ya que estamos, hablemos de psicodelia y creatividad como forma de vida. Para mí, es lo que hace que, los que somos observadores y amantes de los circos ajenos que la vida diaria nos otorga, seamos convencidos por las escenas cotidianas para que saquemos las palomitas y nos divirtamos de lo absurdo que es dar importancia a las situaciones que carecen de perspicacia.
Relacionar mi vida sin The Beatles y, sobre todo, sin “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” no es que sea complicado: es directamente inviable. Y por eso llevo conviviendo con ellos en el mismo mundo desde que tengo uso de razón. Es imaginario. A ratos, apático. Y, en ocasiones, tan intenso que hasta yo mismo pienso que la realidad forma parte de mi propio sentido común. Mentira, yo no tengo sentido común y, a veces, ni sentido…
Os aseguro que estar a pájaros con historias medianamente absurdas, añadir tintes profundos cuando toca y utilizar el humor para restar importancia a prácticamente todo hace que la vida sea más fácil. Aunque la mía -mi vida, digo- es la más sencilla que os podáis imaginar. Intento tener un horizonte difuminado, pero con un leve fondo inocuo que me tranquilice. Odio las emociones fuertes, pero me encanta la emoción. No sé, me ayuda a sentirme vivo. En dicho horizonte, parecido al paisaje de fondo que había en las películas del oeste de los 50, busco un punto de turbiedad que me haga pensar que la miopía -que me imagino tengo- me impide ver ese ‘algo’ que hay detrás de ‘eso’. Ahí, en ese punto y en ese preciso momento, es cuando despierta la curiosidad y la inquietud. Y ahí es cuando empieza la vida, la creatividad y la psicodelia.
Mis horizontes no son nada del otro jueves: suelen ser canciones que sueño con terminar dignamente en los meses venideros y, en el mejor de los casos, un nuevo álbum o proyecto que me haga mantenerme ilusionado y, por consiguiente, pletórico durante el proceso creativo. ¿Después de esto? Lo de siempre, a otra cosa; así, sin anestesia. Esto es maravillosamente absurdo porque, si lo aplicas como forma de vida, carece de forma y esa deformación se transforma en libertad. Vaya, ¡estamos en forma!
La salud mental depende de la libertad y de la psicodelia, y ambas están a una distancia equidistante de ese ‘algo’ y de ese ‘eso’.
¿Sabéis una cosa? El día que la rutina asesine vuestra relación, que el factor sorpresa caiga rendido en las temidas redes del tedio y que la desidia atropelle sin compasión vuestro vago afán de ser libres, será porque así lo habéis querido y porque faltan psicodelia y creatividad en vuestras vidas. Ese día, seguirán vivos George, John, Paul y Ringo. “A Day In The Life” seguirá estando en la cumbre de la música del siglo XX y “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” seguirá siendo el ejemplo de que, sin inquietud, no hay pólvora. Y, sin pólvora, no rompes los esquemas de lo establecido. Inventiva, amigos.
Magia, arte, inspiración y, repito, sobre todo inquietud. Inquietud creativa. Esto solamente es teoría y nos la sabemos todos: optemos por el pragmatismo y la psicodelia como forma de vida. La única forma de hacer algo nuevo es partir de cero y deformar el concepto. Eso es lo que hicieron The Beatles. Y reinventarse cuando ya estaban en la cúspide creativa es digno de admirar.
Observad lo que os rodea y exprimid vuestra imaginación. Ese ‘algo’ y ese ‘eso’ puede que sean vuestra pequeña revolución. Siempre que antes no lo hayan inventado The Beatles, claro…
[/nextpage]