Menos de cinco años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos intervenían en la Guerra de Corea. Nuevamente, muchos estadounidenses tuvieron que enfrentarse con el hecho de perder a familiares y amigos que morían a miles de kilómetros de casa, fruto de la nueva escalada de propaganda bélica y política anticomunista: la llamada Doctrina Truman. Los jóvenes sintieron la necesidad de exteriorizar que lo que pasaba les estaba afectando. Crecían sin sus padres, que habían ido al frente. O peor: su gobierno les sacaba de sus casas para que vivieran el horror, para que quedasen traumatizados, cuando no mutilados, y eso si no volvían envueltos en su bandera. Eran obligados a madurar, al menos emocionalmente, mucho antes de lo normal… Por si la adolescencia no fuera una fase delicada para cualquiera.
Una parte de esa juventud que, junto a las preguntas habituales para cualquier adolescente, de repente se hacía otras trascendentes sin encontrar quién supiera responderlas, optó por rebelarse contra un sistema que no podía ni quería comprender. Esa rebeldía se tradujo, entre otros muchos rasgos, en rock, en alcohol, en drogas, en violencia, en coches rápidos y, evidentemente, en un alejamiento de los adultos. Hollywood vio aquí un nuevo tema para explotar y, así, en 1956, Warner Brothers contrató a Nicholas Ray, uno de los directores más famosos del momento gracias a «Johnny Guitar«, estrenada el año anterior. Le encargó una historia que él mismo dirigiría, teniendo a su disposición a dos de los jóvenes actores más famosos del momento: Natalie Wood y, sobre todo, James Dean, que con solo una película en su haber, «Al Este Del Edén«, ya tenía una candidatura al Óscar.
En esta nueva historia, Dean interpretaría a Jim Stark («stark» =“fuerte”, en alemán. Nicholas Ray, en realidad Raymond Kiezle, era hijo de alemán), un chico de 17 años a quien sus padres se lo han dado todo y que termina en comisaría por embriaguez. Allí conocerá a Judy (Natalie Wood), escapada de casa, y a John aka “Platón” (Sal Mineo), de 15 años, abandonado por su padre y que ha disparado a unos cachorros. La familia Stark se ha ido mudando de aquí para allá por los actos violentos que protagoniza Jim, que está en esa edad crítica en la que un adolescente empieza a preguntarse si es ya un hombre y cómo debe comportarse para demostrarlo. El problema de este joven es que su padre no le dará la respuesta, pues es otro de esos adultos que tiene bastante con llevar como puede su vida y su matrimonio. Conocer de verdad a su hijo no entra en sus planes.
Nueva ciudad, nuevo instituto y, gracias a la comisaría, nuevos amigos: una Judy que sabe ver el lado sensible de un Jim que se hace el duro, y un Platón que encuentra en él una figura paterna o, al menos, un hermano mayor al que ser leal hasta el final. Por supuesto, también nuevos enemigos, como el grupo que lidera Buzz Gunderson, que toma a Stark como su nueva víctima. Comienza acosándole y provocándole hasta meterle en una pelea a navaja que parece no resolver nada, por lo que se pasa a una carrera suicida en coches robados. (Precisamente una carrera de coches le costaría la vida a James Dean menos de un mes antes del estreno: justo el tipo de publicidad que el film necesitaba.)
La muerte de Platón parece calmar las aguas entre Jim y Buzz, así como entre los chicos y sus padres: todos tendrán que enmendarse. Aunque la violencia del film provenga de los jóvenes, ninguno de los padres retratados se esfuerza por entender a su hijo realmente, lo cual puede representar un intento de Ray por dar a entender que la responsabilidad del problema está repartida. Desafortunadamente, la Warner no estuvo de acuerdo con el director y colocó al film el título de un libro sobre psicópatas cuyos derechos había comprado años atrás únicamente para poder usarlo: «Rebelde Sin Causa«. ¿No tenían causa los jóvenes para rebelarse? (Menos de diez años después vendría Vietnam, donde la edad media del soldado yanqui fue 19 años.)
¿Siguen sin tener causa en nuestros días?
[Marcos Arpino]