Por feminista, por increíble, por distópica… Sea por lo que sea, «The Handmaid’s Tale» ha levantado mucho revuelo. ¡Y más que tendría que levantar!
“Una silla. Una mesa. Una lámpara. Una ventana sin cortinas y cristales a prueba de golpes, pero que te escapes no es lo que temen. Una criada no llegaría muy lejos. Son las otras huidas, aquellas que puedes abrir en ti misma cediendo a un borde afilado o una sábana retorcida en un candelabro.” Así comienza «The Handmaid’s Tail» («El Cuento de la Criada«), adaptación televisiva de la novela de Margaret Atwood de mismo título.
Para entender esas huidas de las que habla la voz en off de la protagonista, hay que ponerse en situación. Imagina que eres mujer, bueno, mujer joven y fértil, porque solo así tiene valor tu existencia. Imagina que te separan de tus familiares y seres queridos, que eres maltratada física y psicológicamente para llevarte a casa de tus señores, donde te violan cada mes en un macabro -y socialmente aceptado- ritual llamado “la ceremonia”. No tienes libertades, ni derechos, ni voz, ni voto. Te lavan el cerebro para que creas (o no, tú calla y asiente) en la importancia de tu función en la sociedad: reproducirte.
Bienvenida a la república de Gilead. Este es el mundo de Offred, la protagonista de la serie que transcurre en lo que no hace mucho era Estados Unidos. Un grupo de conservadores cristianos radicales toman el mando del país tras asesinar a su presidente y disolver el Congreso como medidas de protección tras unos ataques terroristas islámicos. Han creado una sociedad nueva dividida en clases sociales, con sus respectivos roles para luchar contra la plaga de infertilidad que asola al mundo y que interpretan como castigo divino. Como resultado, se ha dado paso a una sociedad mojigata y puritana de tintes decimonónicos en la que los derechos civiles y humanos se ven suprimidos en nombre de Dios. Empezaron echando a las mujeres de sus trabajos, ahora estas no tienen permitido ni leer ni escribir.
Las diferentes clases dentro de Gilead están claramente diferenciadas por el color de la ropa: la élite la conforman los comandantes, que visten con trajes oscuros y son quienes legislan y ostentan el poder, junto con sus respectivas mujeres, de azul e infértiles (nunca se habla la esterilidad masculina). Luego están las criadas, mujeres jóvenes ataviadas de rojo y cofia blanca – es difícil escapar cuando vas vestida de ese color-, y esclavas sexuales para garantizar la procreación de la especie. De negro van los hombres de clase inferior, a los que no se les permite casarse y que también están al servicio de la clase dirigente. Asimismo, las tías, mujeres mayores con trajes marrones de corte militar y encargadas de adoctrinar y “cuidar” de las criadas y, por supuesto, el ejército omnipresente que todo lo ve. “Under His Eye” es el saludo que se usa para recordar constantemente a la población que no hay salida. Si alguien intenta escapar a su sino, se pone en marcha toda la maquinaria del Estado para castigar y acobardar a la población. Castigos hay muchos, todos igual de macabros y efectivos.
Sabiendo que «The Handmaid’s Tale» fue escrita en 1985, parece más una predicción que una distopia lejana y es que, si la realidad que retrata asusta, es precisamente porque, más que ciencia ficción, la historia transpira actualidad. Todos los referentes en los que se inspiró Margaret Atwood para escribirla son reales. La escritora se prometió no incluir ningún hecho que no hubiera tenido lugar en algún otro momento o lugar de la Historia, y tomó referentes tan diversos como el robo de bebés, la esclavitud, las violaciones masivas, las lapidaciones pública o las castas, entre muchas otras cosas.
No he leído la novela, pero el argumento de la adaptación televisiva puede entenderse como alegoría de nuestra realidad que, junto a unas interpretaciones impecables, crean una serie escalofriante. Quizás no es la ficción más refrescante para el verano, ya que todo en ella transpira asfixia y claustrofobia, pero los ojos de Elisabeth Moss (enorme, no hay que ser un lumbreras para saber que se lo va a llevar todo) valen la pena. Los primeros planos de su cara bajo la cofia blanca inundan la pantalla. Sus silencios cortan la respiración.
A través de los flashbacks, entendemos cómo poco a poco se ha llegado a esta situación, cómo la dictadura lentamente va tomando las libertades de sus ciudadanos, zombies que transitan inmóviles mientras que el mundo que ellos conocen se va al carajo. Así lo cuenta Offred: “Ahora he despertado al mundo. Antes estaba dormida. Así es como dejamos que pasara. Cuando arrasaron con el Congreso, no despertamos. Cuando culparon a los terroristas y suspendieron la Constitución, tampoco despertamos. Dijeron que sería algo temporal. Nada cambia instantáneamente. En una bañera que se va calentando gradualmente, puedes hervir hasta la muerte antes de que te des cuenta”.
Al comenzar «The Handmaid’s Tale«, me asaltó la duda: ¿cómo era posible un estado así? Me parecía demasiado exagerado, todo junto excesivo. Si el problema al que se enfrenta la Humanidad es la infertilidad ¿por qué no otro sistema menos siniestro o más aséptico, menos terrible? En una entrevista reciente, la autora admitía que el mismo miedo le asaltó al comenzar a escribir la novela: ¿cómo iba a convencer a los lectores de que aquello era posible? Y ahí se encuentra para mí la gran virtud de la serie: consigue convencerte de que una realidad así es posible y no tiene por qué ser en un futuro muy lejano. Así lo resume el personaje de la tía Lydia: “Sé que todo esto os debe parecer muy extraño. Pero lo ordinario es aquello a lo que te acostumbras. Puede que esto no os parezca ordinario ahora, pero después de un tiempo, lo será”.
En este futuro cercano la contaminación ha hecho elevar los niveles de infertilidad de manera alarmante en todo el Globo. En medio de esta situación, el Estado toma el control de la reproducción y administra ya de paso el resto de recursos. Es una lucha por el poder (¿acaso no lo es siempre?) y de ejercerlo con impunidad para mantenerse en él. Todos esos rituales macabros, como la ceremonia o el nacimiento, no son más que espeluznantes manifestaciones de dicha supremacía.
Se ha hablado mucho de la serie como manifestación feminista. Unas declaraciones de la protagonista fueron polémica cuando dijo que no la consideraba una serie feminista, ya que todos, hombres y mujeres, son arrollados por la maquinaria de Gilead. Ya sabemos que la palabra “feminista” levanta ampollas, tanto si te subes al carro como si no; pero, en cualquier caso, en ella se tratan muchos temas -que afectan directamente a las mujeres- de especial relevancia en estos últimos meses en EE.UU., donde ahora se está revisando la legislación sobre la maternidad subrogada o el aborto en muchos estados, por ejemplo. Así lo muestra esta escena de hace unas semanas en la que la ficción traspasa la realidad: en ella se ve a un grupo de mujeres que se manifiestan disfrazadas de criadas en contra de la modificación a la ley del aborto en Ohio.
A pesar de la realidad repugnante en la que se sitúa este cuento, asistimos -y esto es lo más importante- a las pequeñas victorias del día a día de Offred. Mi preferida (spoiler-free) es una de las escenas finales del capítulo 10, en el que las criadas vuelven a casa después de una pequeña rebelión. Se han negado a hacer algo terrible, y lo han hecho unidas, en grupo. En un plano fijo se las ve desfilar a cámara lenta, sus faldas rojas etéreas parece que bailen a ritmo de pop. Han vencido, aunque sea solo por un breve espacio de tiempo hasta que reciban el castigo a su insolencia.
En otra entrevista, Margaret Atwood decía que si el futuro podía describirse tan detalladamente es que seguramente jamás pudiera tener lugar. Yo me pregunto si el futuro que nos espera será peor de lo que se anticipaba en 1985, o si aquel futuro que se imaginaba hace 20 años ya llegó y lo que está por llegar es aun más aterrador.
«The Handmaid’s Tale» contiene reminiscencias de «El Diario de Anna Frank«: en ambos testimonios se cuenta el horror, el miedo se filtra en las palabras, pero también el humor y la resiliencia. Hay esperanza. Tanto Anna como Offred confían en que algún día alguien conozca su historia y, aunque no están del todo seguras de que eso ocurra, se aferran a su mundo interior para sobrevivir. Como ocurría en «Farenheit 451«, no nos pueden arrebatar la memoria. El relato aquí es sinónimo de identidad, la memoria actúa como válvula de escape y resorte para seguir adelante. Somos cuando nos expresamos. Y eso no es ninguna utopía. [Más información en el Facebook de «The Handmaid’s Tale»]
Trailer subtitulado en español:
En esta entrevista Margaret Atwood habla de su libro, del futuro, de Twitter, Lady Gaga y muchas cosas más: