Love The 90s va a ser un fiestón muy tremendo… Pero ¿qué pasa cuando enfrentas la opinión de alguien nacida en los 90 con la de alguien nacido en los 80?
PATRI DI FILIPPO opina… A veces ocurre que momentos totalmente insustanciales de nuestra vida (momentos que no corresponden a nada que haya marcado nuestra vida, que no afectan en absoluto a quienes seremos más adelante, que ni siquiera se dieron en una ocasión especial) se nos quedan grabados con más vivacidad que, yo qué sé, tu primer día de colegio.
Uno de los recuerdos más vividos que conservo de mi infancia, pese a que hayan pasado ya más de diez años, es estar en el salón con mi hermana mayor viendo la tele. Por aquel entonces yo debía de tener unos ocho años, aún vivíamos en Italia, mi hermana todavía era mi faro y modelo a seguir en todo y amenizábamos las tardes juntas viendo un programa musical llamado «TRL: Total Request Live«. El programa básicamente consistía en un plató-escenario itinerante plantado en medio de una concurrida plaza de diversas ciudades italianas por el que iban pasando todas las estrellas del momento. No hace falta decir que «TRL» fue la columna vertebral de mi educación musical, y debo decir que no conozco muchos otros programas por los que pasaran t.A.T.u., Avril Lavigne, Britney Spears, Beyoncé o Tiziano Ferro. La estructura base era siempre la misma: una entrevista al artista / banda en cuestión, un par de canciones en directo para disfrute del que fuese el público (siempre multitudinario) que se hubiese formado en la plaza para aquella ocasión y más secciones que no recuerdo.
Lo que sí recuerdo es que, ese día en concreto de 2004 o 2005, en una sección del programa enfrentaron a los fans de dos grupos: la boy band británica Blue y Green Day. Básicamente, los fans charlaban entre sí defendiendo cada cual a sus ídolos y se abría un televoto para que la gente desde casa votara por su grupo favorito, desvelando el ganador al final. No recuerdo quién ganó. Pero nunca olvidaré que mi hermana votase por Green Day, cuya rebeldía masticada era quizás pura rebelión incendiaria para sus primeros años de adolescencia. El caso es que para mí fue la más baja de las traiciones: Blue era nuestro grupo, nuestro vínculo como hermanas (ni Take That ni Backstreet Boys; ellos fueron la primera boyband de la que fui devota a corazón abierto, y mi hermana fue quien me los descubrió y con quien me pasaba la tarde eligiendo cual queríamos que fuese nuestro novio). Y ella acababa de cambiar aquel vínculo sagrado sin pensárselo por tres gilipollas que se pintaban los ojos y hacían muchísimo ruido al tocar.
La historia termina con que, pocos meses después, yo me pasé a Green Day y me compré mi primer CD de los Clash. Y todo lo explicado hasta el momento era un prolegómeno para decir en realidad una sola cosa (¿a quién no le encanta hablar de sí mismo siempre que haya ocasión?): la música en los 2000 fue tan fundamental en mis inicios musicales que jamás he olvidado una chorrada de anécdota como la anterior y, sin embargo (y quitando La Oreja de Van Gogh, pero de esto ya hablaremos otro día), no he vuelto a la música de esa década jamás.
Pero luego ocurre que me sé todas las canciones de los Vengaboys de memoria, y digo sin pizca de ironía que el “Aquarium” de Aqua es un disco inmenso de bueno, y no hay fiesta en la que no intente poner «I’m a Raver» de Lipstick. El caso es que el hecho de que me encante la música de los 90 no se explica por factores nostálgicos… Nací en 1995: hacia el año 2000, cuando yo empezaba a escuchar conscientemente música, Geri Halliwell ya había abandonado las Spice Girls y el “Forever”, paradójicamente, es algo que hasta ellas querrían olvidar. Y la primera vez que escuché a Chimo Bayo fue en la reinterpretación que hicieron de «Así Me Gusta A Mi» en ese anuncio de paté.
Así que, cuando Love The 90s anunció el cartel para su edición barcelonesa (que se celebrará el 7 de julio en el Palau Sant Jordi) y me hizo más ilusión que cualquier noticia musical en el último año, tuve que preguntarme obligatoriamente por qué me gustan tanto los años 90 si yo no viví nada de eso. En palabras breves: creo que es porque, básicamente, esta parte de los 90s es divertida. Porque sus ritmos acelerados y sus letras optimistas de tópicos de amor y amistad siempre me sacan una sonrisa, y creo que a todos nos gusta ponernos de buen humor aunque necesitemos cosas diferentes para conseguirlo (parece esto la letra de la famosa canción de Dj Marta). Es abrazar la frivolidad y a todos los que tienes a tu alrededor a 4×4, es corear con emoción desvivida «I’m blue daba dee da ba die da ba dee da ba da die da ba die da ba dai dai«, como si en vez de sonidos aleatorios se revelara ahí algún épico secreto vital en todo su esplendor.
Y también me fascinan sus dinámicas mismas como género: one-hit wonders que has escuchado una y otra vez durante veinte años y nunca te has parado a preguntarte quién es el autor o a rebuscar en su discografía. Porque no hace falta: con bailar basta. De hecho, llevo media vida bailando «Saturday Night» y predicando sus maravillas y me acabo de enterar de que es de Whigfield sólo porque la han confirmado para el I Love The 90s. Creo que la falta de pretensión en la música en cierto modo refleja también la actitud de sus autores: no se trataba de erigirse como estrellas, de construir cuidadosamente una larga trayectoria que les garantizara un hueco en la historia de la música… Se trataba más bien de crear canciones que arrastraran a toda la gente a la pista en cuanto empezaran a sonar. Se seguía una fórmula llena de tópicos y lugares comunes para conseguirlo -y que se trate de una música repetitiva y poco imaginativa es justo uno de los argumentos de los detractores de este género- porque no importaba lucirse en creatividad, sino simplemente colocarse en el número uno de las charts.
Creo que, debajo de todo, veo la música de baile de los 90 como un género en el que los artistas se supeditan a sus canciones y a su público: no importa el quién, sino el qué. Nadie sabe mi nombre, pero todos bailan mis canciones. Y esta falta de egocentrismo es algo que siempre aprecio. Junta esto con sintetizadores rápidos y alegres, bombos acelerados y letras que son como un chute de amor artificial, y me tienes ahí bailando la primera en el I Love The 90s. [Más información en la web de Love The 90s]
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Después de la opinión realizada desde la juventud, vais a tener que permitirnos que nos pongamos un poco «abuelos cebolleta» con la opinión de alguien nacido en los 80.
RAÜL DE TENA opina… Yo nací en los 80 (de hecho, nací específicamente en el año 1980, lo que me sitúa justo en la línea de salida de la década). Y yo salí de fiesta en los 90. ¡Vamos que si salí de fiesta en los 90! Crecí en un pueblo de la periferia de Barcelona conocido por ser uno de los centros neurálgicos de la droga de la provincia, con toda la «cultura» que eso implica: fiesta, canalleo, hedonismo puro y duro. Para más inri, creo que la Madre Naturaleza tenía ganas de putearme un poco e hizo que, cuando tenía 13 años, fuera el más alto de mi clase para, a continuación, detener abruptamente mi proceso de crecimiento.
El resto de chavales de mi clase no tardarían en ser mas altos que yo, pero lo que me interesa aquí es que, entre eso y que siempre he sido robusto (por decirlo de forma políticamente correcta), cuando tenía 14 años ya parecía que tuviera 18. Y también tenía algo más: un hermano tres años mayor que yo que estaba deseando meterme directo en las fauces de la fiesta nocturna. ¿El resultado de esta suma / polvorín? Que con 16 años ya estaba pateándome el suelo multicolor de clubs en los que empecé a vivir cosas que otros no viven hasta bastantes años después. Y hasta aquí puedo leer.
¿Qué quiero decir con todo esto? Que, cuando vi que la web oficial de Love The 90s era «yosaliadefiestaenlos90.com«, no pude evitar que un escalofrío de puro terror recorriera mi cuerpo entero. Pero que nadie se asuste: como alguien que ya se acerca peligrosamente a los 40 años, evidentemente a continuación vendrá un poco de rollo «abuelo cebolleta» quejándose de todo… Aunque también hago un spoiler y digo que al final todo acaba bien, que todo se soluciona, que todos somos felices y comemos perdices y bailamos los 90s.
Pero permitidme el momento «abuelo cebolleta», por favor, porque hay varias cosas que es necesario decir en voz alta. Empecemos poniéndonos snobs: en el año 2011, Simon Reynolds publicó su libro «Retromanía: La Adicción de la Cultura Pop a su Propio Pasado«, que se convirtió en una piedra filosofal a la hora de despejar todo un conjunto de fórmulas y teorías que definieran lo que estamos viviendo cada vez con más poderío a medida que nos introducimos en las fauces de la era de la sobreinformación e infoxicación. Reynolds no solo diferenciaba la retromanía de la nostalgia puntualizando que la primera echa de menos un pasado tan reciente que apenas es pasado, un pasado que todavía no hemos asimilado y que, sin embargo, ya estamos añorando.
Más todavía. Además de definir la retromanía, Reynolds advierte del peligro que supone que esta nueva emoción se emita en directo y continuamente a través de los altavoces amplificados de Internet, de tal forma que lo que echamos de menos no es el pasado reciente, sino la versión deformada, parcializada y adulterada que nos ofrece la red de redes. Hasta ahora, la historia la escribían los vencedores, pero ahora la historia la escribe Twitter. Y eso es muy pero que muy jodido a diversos niveles, desde lo concreto (el hecho de de que creamos que ha existido una polémica que no ha sido tal pero que ha sido encarnizada entre nuestro reducido número de contactos virtuales) a lo general (la reescritura de la realidad que pretende llevar a cabo el gabinete de gobierno de Trump lanzando mensajes falsos que hacen pasar por verdad y que se extienden en una época de desprecio al fact check).
Hay que tener todo esto en cuenta para entender lo que sentí al ver que un festival llamado Love The 90s tenía en su cartel a los siguientes artistas: Gala, Vengaboys, Jenny (Ace of Base), Technotronic, Snap!, Corona, OBK, 2 Unlimited, Viceversa, Wighfield, New Limit, Rebeca, Chimo Bayo, Fernandisco… Mi reacción inicial, como la de cualquiera, es el subidón (y más si ves los nombres en el trailer del festival, en el que salen todas las canciones por las que son conocidos estos artistas -entendedme: una canción por artista, claro-). Pero a continuación empiezo a pensar: WTF? ¿Qué tiene que ver esto con los 90s?
Mis 90s fueron otra cosa, según creo recordar. Mis 90s fueron el grunge y Nirvana (más por oposición que por otra cosa, porque nunca llegué a entrar en este rollito pero, al fin y al cabo, cuando eres adolescente y vives rodeado de grungettas, algo se te pega). Mis 90s fueron Blur vs. Oasis (¡siempre Blur!). Mis 90s fueron el britpop y el nacimiento del FIB. Mis 90s fue la confusión sexual de Suede y la clase (obrera) de Pulp. Mis 90s fue el tontipop y el donosti pop y cualquier cosa pop. Y, sobre todo, mis 90s fue la apertura del mundo a la música electrónica y de baile: fueron sudorosas noches de rozarse con todo el mundo a ritmo de música house, fueron viajes larguísimos hasta cualquier discoteca bien oscura en la que pincharan el mejor technazo. Fue el viaje de fin de curso con 17 años en el que en el autobús no podíamos dejar de poner el «Homework» de Daft Punk. Ese era el nivel.
Así que permitidme que muestre descontento ante el hecho de que, en un peligroso ataque de retromanía, exista un festival llamado Love The 90s que, desde el nombre, parezca reclamar el feudo de una década musical cuando en verdad está ofreciendo una visión muy estrecha de la misma. Repito que nadie ha de malinterpretarme: evidentemente, mis 90s también fue la Superpop y OBK y de qué me sirve llorar y la princesa de mis sueños y Viceversa y tu piel morena sobre la arena y Ace of Base y I saw the sign y Gala y freed from desire… Y toda esa mandanga. Claro que sí. Yo también escuchaba la radio en los 90 y me lo pasaba fetén con todos estos jitazos, evidentemente.
Pero ahí está lo que se me hace raruno de todo este tinglado: me inquieta que alguien pueda pensar que esto fueron realmente los 90s. Igual que me inquieta pensar que cualquier persona de aquí a dos décadas pueda pensar que los 2010s fueron «El Taxi«, «El Waka Waka» y «La Gozadera«. Más todavía: creo que nunca escuché ninguno de los hits de ninguno de los participantes de Love The 90s en ninguna de las noches que salí de fiesta en los 90. Y eso, a su vez, abre otra vía de inquietud personal de la que no toca hablar aquí y ahora pero que dejaré apuntalada: creo que esta pretensión de mostrar los 90s como algo que no fue tiene mucho que ver con el hecho de que, de repente, estemos viviendo una especie de boom de fiestas «petardas» tanto en Barcelona como en Madrid. Estas fiestas se nutren, precisamente, de estos hits a la vez que practican su propia forma de retromanía recalcitrante, introduciéndonos en una espiral que estimula nuestra memoria por la vía del hedonismo y la diversión y que puede inducirnos colectivamente a pensar que las cosas fueron como en verdad no fueron.
Las cosas siempre son mucho más complejas. Y mucho más en un campo como el de la música, un río gigantesco nutrido por miles de afluentes cada cual con su propia fauna acuática. El presente nos está aleccionando estrepitosamente: hemos de desconfiar de la versión oficial, de los «hechos alternativos» de la era Trump. Pero aquí llega el final feliz, que nadie desespere: nadie está diciendo que no podamos hacer tal cosa mientras bailamos, bebemos y gozamos.
Yo soy el primero que disfrutar en una fiesta «petarda», chiquis. Soy el primero que se pone bizcochón cuando alguien pincha a Snap! o Gala, igual que soy el primero que agradece de vez en cuando una noche que no sea de technazo marcial y en la que pueda bailar a Ariana Grande, Fangoria y Meghan Trainor. Así que, después de haber expulsado del organismo toda mi inquietud en torno a la percepción que empezamos a tener de los 90s como colectivo social, solo me queda una cosa que decir: que nadie dude que también voy a ser el primero en estar al pie del escenario en el Love The 90s coreando absolutamente todos los jitazos de todas esta gente de bien. Lo cortés no quita lo valiente, y hay que reconocer que esto va a ser el fiestón del año. Si dijera lo contrario, estaría mintiendo. [Más información en la web de Love The 90s]
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